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sábado, 7 de octubre de 2023

Jon Fosse / Mañana y tarde / Fragmento

 


Jon Fosse

MAÑANA Y TARDE


La cosa no va nada mal, no, dice Johannes

y ahora tendrá que darle otro par de caladas al cigarrillo, piensa Johannes, y coge el cigarrillo del cenicero y se lo enciende, y le da unas caladas, y luego vuelve a probar el café ¿y no empieza ya a mejorar la cosa? claro que sí, piensa Johannes, el día se está animando y él piensa darse una vuelta por el oeste de la Ensenada, quizá incluso coja la bicicleta, porque la carretera ya no está helada, así que podría ir en bicicleta, pero entonces tendrá que ir al almacén a ver cómo anda la bicicleta, piensa Johannes, pues sí ¿por qué no coger la bicicleta? piensa Johannes, primero se acabará la rebanada de pan con queso y se tomará por lo menos otra taza de café, y con eso se sentirá como nuevo, piensa, y suelta el cigarrillo y piensa que se va a comer la rebanada entera sin darle más vueltas, piensa, y coge la rebanada y muerde y mastica y bebe café y la rebanada de pan va menguando y por fin Johannes suelta la corteza sobre la mesa, tampoco tiene por qué comerse la corteza, se lo puede permitir, piensa, y coge el paquete de tabaco, y se lía otro cigarrillo y coge la cajita de cerillas y se enciende el cigarrillo y con el cigarrillo en la boca y la taza en la mano se acerca al fogón y se sirve otro café y vuelve a sentarse a la mesa y si no fuera por aquel señuelo que aquel día se negó a hundirse, hoy saldría a pescar un rato, pero estando la cosa como está, negándose el señuelo a hundirse cuando él lo echa al agua, será mejor que no salga ¿o quizá? ¿quizá sí que podría salir hoy un ratito con la barca? tampoco tiene por qué pescar, aunque eso sea lo que él suele hacer, piensa Johannes, y ojalá estuviera aquí Erna, piensa, qué pena que se fuera tan de repente, sin previo aviso, y la noche antes de que muriera estuvieron discutiendo aquí en la mesa de la cocina, no recuerda ni por qué fue, pero fue por algo, y luego se fueron a la cama, él en la alcoba de abajo y ella en el dormitorio de arriba, como siempre, y a la mañana siguiente ella ya no bajó y eso fue más o menos todo, piensa Johannes

En fin, dice

Así es la cosa, dice

Tengo que ponerme en marcha, dice

y apaga el cigarrillo, se levanta, coge la taza y la deja en la encimera y luego coge el paquete de tabaco y sale a la entrada y allí tiene la chaqueta colgada del gancho y se la pone y se mete el paquete de tabaco en el bolsillo y la gorra la tiene sobre el estante y se pone también la gorra, y primero tendrá que pasarse por el retrete, a ver si hace de vientre, aunque tampoco es que tenga mucha necesidad, piensa Johannes, quizá debería pasarse primero por el almacén, piensa, hace tiempo que no se pasa por allí, pues sí, mira, eso va a hacer, ver cómo andan las cosas por allí, piensa, y cruza el patio hasta el almacén y abre la puerta y allí, en un rincón, está su vieja bicicleta y vaya por Dios ¿no está pinchada una de las ruedas? pues sí que lo está, piensa, mira qué mala pata, piensa, pues entonces no le va a quedar más remedio que ir al oeste de la Ensenada, y la bicicleta será mejor que la arregle por la tarde, y así tiene otra cosa que hacer, piensa, y sale del almacén y se queda parado al otro lado de la puerta y de pronto se siente tan, bueno ¿cómo decirlo? se siente casi como si una voz le dijera que tiene que volver, vuelve a entrar, Johannes, míralo todo bien, parece decirle la voz […]

***

Uy, no, pero ¿esto qué es? dice Johannes

Qué cosa tan rara, dice

y prueba a sacudir la mano y no sirve de nada ¿y de qué iba a servir? piensa Johannes ¿y no tiene también la
cara un poco adormilada? pues la verdad es que sí, piensa Johannes, con lo sano que ha estado él toda la vida, pero seguro que esto tampoco son más que imaginaciones suyas, será mejor que salga un rato con la barca, que intente pescar como antaño, pues claro que sí, eso hará, no va a dejarse amedrentar por ese señuelo que aquel día se negó a hundirse, y como consiga pescar algo igual cruza a la ciudad y atraca allí y trata de vender el pescado, pues mira, sí, eso hará, piensa Johannes, y que sea lo que Dios quiera con eso de que en realidad había decidido dejar la pesca, porque ¿acaso tenía Johannes otra cosa que hacer esta mañana que salir con la barca? ¿qué iba a hacer si no? ¿Acaso no le pasaba lo mismo ayer y antes de ayer? ¿No eran así todas las mañanas? ¿O es que no salía él con la barca cada mañana, o casi todas las mañanas que el tiempo lo permitía? Por supuesto que sí, así era la cosa, y eso que a él nunca le habían gustado gran cosa las mañanas, la casa siempre estaba tan fría y húmeda por las mañanas y aunque la mayoría de los días eran fríos y grises, nunca eran tan fríos y grises como por la mañana, y el cielo estaba siempre más cargado por la mañana, pues sí, eso le parecía a él, aunque también hubiera mañanas de verano despejadas y tempraneras, claro, de cielo intenso y azul, y a veces la luz del cielo incluso amanecía suave y liviana, qué duda cabe, solo que él nunca la veía así, y a menudo se había preguntado por qué las mañanas siempre le parecían frías y grises, ya fueran suaves y luminosas o fueran sombrías, incluso negras, o terriblemente frías. A él nunca le gustaron las mañanas, tan poco le gustaban que de toda la vida lo primero que sentía al despertar eran arcadas, un apretón en el vientre de algo que trataba de salir y de hecho salía, más que nada aire y saliva, aunque a veces también otras cosas, en ocasiones incluso vomitaba en el orinal, y eso le pasaba desde que tenía memoria, despertarse, levantarse, sentir arcadas. Aunque a partir de ahí la cosa mejoraba, una vez que sacaba las arcadas. Se sentía mejor. Y podía empezar el día, solo que hoy no había tenido arcadas, y eso que había tenido arcadas a diario desde que murió Erna. ¿Sería entonces que la mañana de hoy sí que había sido distinta? ¿Y de verdad había desayunado? ¿O solo había pensado en hacerlo? ¿En prepararse un café y una rebanada de pan con queso de cabra? No, probablemente desayunó, se debió de tomar su rebanada de pan, se bebería su café e incluso se fumaría unos cuantos cigarros, piensa Johannes, sí, seguro que sí, piensa Johannes mientras baja por el camino cubierto de maleza que conduce hasta la Ensenada. Y ahora saldrá un rato al mar, y estando el mar tan tranquilo como está, y se detiene y contempla el agua haciéndose sombra con la mano sobre los ojos ¿podrá aventurarse a coger rumbo hacia el oeste? aunque es una lástima que
tuviera la torpeza de agenciarse una barquita de remo, fue una verdadera desgracia que su barco se fuera a pique, una noche de tormenta y ventisca se soltó y se estrelló contra el cabo y se fue a pique cargada hasta arriba de redes y palangres y otros aparejos de pesca, qué gran pérdida, piensa Johannes […] ~

Traducción de Cristina Gómez-Baggethun y Kirsti Baggethun.



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