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sábado, 29 de octubre de 2022

“El amor es una cosa extraña”/ Escritores, discípulos y amigos de Hebe Uhart

Hebe Uhart


“El amor es una cosa 

extraña”: escritores, 

discípulos y amigos 

de Hebe Uhart

BIOGRAFÍA

Pía Bouzas y Eduardo Muslip quedaron a cargo de la obra póstuma, la biblioteca y los cuadernos de la escritora, que murió en 2018; gracias a su tarea, ahora se publican tres novelas inéditas, que fueron escritas entre 1980 y 1990


DANIEL GIGENA
18 de marzo de 2021

Por pedido de los herederos de Hebe Uhart, que murió en octubre de 2018 a los 81 años, dos escritores, discípulos y amigos de la autora de Guiando la hiedraPía Bouzas y Eduardo Muslip, quedaron a cargo de la obra póstuma, la biblioteca y los cuadernos de la escritora. Durante 2019, ambos se encontraban una vez por semana para trabajar con el archivo (libros, impresos anillados, cajas con papeles y documentos de Word) en la casa donde vivió Uhart, en Almagro. Entre ese material, hallaron ficciones inéditas de los años 1980 y 1990, cuando a la escritora, hoy reconocida como una de las voces más originales de la literatura argentina, le costaba publicar sus obras. El amor es una cosa extraña (Adriana Hidalgo) reúne tres novelas cortas escritas en años en que, por paradojas de la creación literaria y del ambiente criollo, no vieron la luz en su momento sino a inicios de 2021. En aquellos tiempos, la misma Uhart tenía que solventar las primeras ediciones de sus libros. En la Argentina el oficio de editar también es, a veces, “una cosa extraña”.

Bouzas nació en Buenos Aires en 1968 y es autora de los libros de cuentos El mundo era un lugar maravillosoExtranjerasEl PolacoLas acrobacias del pezUn largo río y Una fuga en casa. Muslip (Buenos Aires, 1965) publicó los libros de relatos PhoenixPlaza Irlanda Examen de residencia, y las novelas AviónFlorentina y Hojas de la noche. Los dos son egresados de la carrera de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. También colaboraron en la edición de Crónicas completas (Adriana Hidalgo), de Uhart, publicado en 2020

Anotaciones de Hebe Uhart y "El amor es una cosa extraña" (Adriana Hidalgo), con tres novelas cortas hasta ahora inéditas
Anotaciones de Hebe Uhart y "El amor es una cosa extraña" (Adriana Hidalgo), con tres novelas cortas hasta ahora inéditasMauro Alfieri

“Las tres novelas son materiales concluidos y revisados por Hebe; comparten con el resto de la obra impulsos muy claros, como la construcción de personajes a partir de una escucha atenta al lenguaje oral, la reelaboración ficcional de experiencias autobiográficas, la aparición de su álter ego Luisa, por mencionar algunos muy evidentes”, escriben Bouzas y Muslip en el epílogo del volumen. BeniLeonilda El tren que nos lleva comparten época (de los años 1950 hasta el umbral de la década de 1980), protagonismo de personajes femeninos y el oído absoluto de Uhart para las voces populares. En la primera nouvelle, se narra la relación entre Beni, que va y viene del campo entrerriano a Buenos Aires, y Luisa (estudiante de filosofía, lo que permite imaginar que se trata de un álter ego de Uhart); en Leonilda, que podría pasar por un extenso monólogo, una mujer chaqueña emigra con sus tres hijos a Buenos Aires, huyendo de un marido adúltero e inexpresivo; y El tren que nos lleva, el más uhartiano de los tres inéditos, es un relato casi autobiográfico de sus años de estudiante secundaria y universitaria, y de su experiencia como maestra en el oeste del conurbano bonaerense, con el telón de fondo de la última dictadura militar.

Eduardo Muslip y Pía Bouzas conocieron a Hebe Uhart décadas atrás, fueron a su taller y se hicieron amigos de la autora de "Señorita"
Eduardo Muslip y Pía Bouzas conocieron a Hebe Uhart décadas atrás, fueron a su taller y se hicieron amigos de la autora de "Señorita"


Ambos escritores trabajan ahora en dos libros de la autora, uno con anotaciones inéditas, perfiles y ensayos breves publicados en diarios y revistas; y otro con las lecturas favoritas de Uhart, las que seleccionaba para dar en sus talleres de escritura. Los dos organizaron, en 2019, las jornadas “Una cierta felicidad: experiencia y escritura en Hebe Uhart”, en las que participaron escritores, académicos y críticos como Leila Guerriero, Julieta Yelin, Alejandra Costamagna y Nora Avaro, entre otros. “Si bien la obra de Hebe había tenido mucha circulación durante los últimos diez años, había poca bibliografía escrita sobre ella -dice Bouzas a LA NACION-. Nos pareció que era un buen momento para invitar a críticos y escritores para hacer unas jornadas y reflexionar sobre la obra”. La editorial de la Universidad Nacional de General Sarmiento publicará un libro con esas ponencias.

Para Muslip, El amor es una cosa extraña vuelve la mirada a la escritora de ficciones que fue Uhart, “más que a esa última imagen de cronista sabia y maestra, que un poco se instaló como de figura pública, y que ella no eligió”. Incluso los comentarios casuales que hacía la autora en una entrevista quedaban transcritos como si fueran preceptos literarios. “No era la idea de ella en absoluto que fuera así -agrega Muslip-. No era ni una maestra zen, como me acuerdo un titular que había sacado la revista Ñ; era una persona que tuvo problemas en su vida como todos, con sus rayes”.

-¿Cuándo conocieron a Hebe Uhart?

Pía Bouzas: -La conocí en 1995 por una amiga, y empecé a hacer taller con ella en el 99. Los talleristas se quedaban dos años. Después me quedé como amiga, compartiendo lecturas, pero la conocí en esa época. Justo entre sus libros publicados en Simurg y Del cielo a casa, de Adriana Hidalgo, en esa transición, que fue un momento editorial muy especial en el país. Ella comentaba eso, de las dificultades para publicar y de la paciencia, me acuerdo que decía: ‘Tengo el libro ya contratado con Adriana Hidalgo pero no sale por la crisis, sale el año que viene’. En el primer taller no había nadie que después hubiera seguido como escritor, luego compartí un tiempo con Susana Pampín y con otros compañeros que no trabajaron tanto de escritores después.

Eduardo Muslip: -Ella fue profesora mía de filosofía del Ciclo Básico Común (CBC) de la Universidad de Buenos Aires en el 85, y en realidad como escritora la conocí muy poco después, cuando vi el libro de La luz de un nuevo día, del Centro Editor de América Latina, que ya estaba saldado para el momento, aunque el libro era de 1984. Ahí la conocí, la recontacté y empecé a hacer el taller, habré hecho dos años, y después quedé como amigo. Hice taller con Ricardo Santoni, Patricia Suárez tuvo un paso fugaz, Franco Vaccarini , Gustavo Zappa, éramos muy poquitos. Ella tenía muy pocos alumnos.

-¿Cómo se convirtieron en albaceas de su obra?

PB: -Cuando Hebe falleció, los herederos le pidieron a Eduardo que se ocupara de los papeles, y luego nos pidieron a los dos que nos ocupáramos de la biblioteca y de todo lo que había en el living y en el dormitorio relacionado con sus papeles. Esa casa estaba en Almagro. Ahí surgió la idea de separar los libros que estaban subrayados de los libros que no estaban subrayados, pensando en derivar eso en algún momento a la Biblioteca Nacional, y a medida que íbamos ordenando y armando cajas, y haciendo una clasificación, fuimos encontrando algunos sobres en papel madera en los que había papeles, y ahí encontramos anillados. Leonilda estaba anillada, y Beni también. Las dos estaban separadas, perfectamente anilladas y completas. De Beni encontramos dos versiones con pequeñas diferencias en el final.

EM: -El tren que nos lleva la encontré en mi casa con papeles que ella me había dado en los años 90. Ella me pasaba cosas y me decía que opinara, pero no la debo haber convencido mucho porque con los años dejó de hacerlo. Después de casualidad me había quedado con una copia de El tren que nos lleva.

-¿Y cuando encontraron eso qué hicieron?

PB: -Pasó mucho tiempo. Durante 2019, nos reunimos todas las semanas para trabajar con las cajas. Empezamos con las libretas, después clasificamos qué había en ese archivo, que ahí sirvió mucho Eduardo porque tiene una mente clasificatoria intensa. Después de cada reunión anotaba lo que habíamos hecho, y lo releía; ese fue un trabajo de varios meses: separar lo que eran entrevistas de reseñas, de libretas, de apuntes de clases. En el medio de ese proceso aparecieron las novelas, y quedaron.

EM: -Aparecieron muchas cosas. En el medio de este proceso contacté a un técnico de computadora que ella había tenido, no la persona que tuvo los últimos años sino a una anterior, y encontró un backup de cosas muy viejas, apareció nuevo material, algunas crónicas que finalmente están en la edición de las crónicas completas de Adriana Hidalgo, ensayitos, algunos académicos, versiones de otros cuentos. Se engrosó bastante el material digital porque solo habíamos encontrado unos diskettes de los viejos, los chiquitos.

Narradora y cronista impar, Hebe Uhart murió en octubre de 2018 a los 81 años
Narradora y cronista impar, Hebe Uhart murió en octubre de 2018 a los 81 añosArchivo

-¿Cómo sigue el plan de publicación de los textos inéditos?

EM: -En realidad surgió la idea de hacer dos libros distintos, pensamos que uno se podía llamar “Cuaderno de escritura” o “Cuaderno de notas”, y el segundo “Cuaderno de lecturas”. En el primero, pensamos poner todo lo que aparece de texto volcados en las libretas, fragmentos, subrayados, tal vez también ensayos cortitos que ella publicó en otros lados, pequeñísimas autobiografías que presentó para distintos lados, miniperfiles que mandó para alguna revista. El otro libro sería una antología de los textos que ella seleccionaba para talleres, que son muy representativos de sus intereses. No daba nada que estuviera fuera de su estética, por eso tiene bastante unidad.

-¿Por ejemplo?

PB: -Felisberto Hernández, Simone Weil, Oscar Wilde, Lucio V. Mansilla, crónicas brasileñas que encontramos, que ella misma traducía, relatos de viajeros del siglo XIX. No es la lectura estándar de taller, ella daba muchos textos de Teofrasto o de Fray Mocho, que no son los clásicos textos de taller. La idea que teníamos en ese díptico del cuaderno de notas y el cuaderno de lecturas sería como dar forma a esa mente creativa literaria. Iría por ahí. Teníamos en mente el Cuaderno de notas de Anton Chéjov. A ella le gustaba mucho la forma breve, pequeñas epifanías que pueden ser elementos cotidianos pero que son muy provocadores o motivadores de algo que uno no sabe muy bien qué es.

EM: -En el caso de ella, los intereses de lectura se traducían muy claros en lo que escribía; no era el tipo de lectora en la que no hay una relación directa entre lo que se lee y lo que se escribe, en el caso de ella sí, combinado con la enseñanza, con los núcleos de temas y el tipo de narrativa que cultivaba.

-¿Emocionalmente, qué significa para ustedes trabajar con ese material?

PB: -Fue mucho. Al principio, en la primera etapa, nos permitió procesar un poco el duelo, al menos para mí, desde la parte afectiva. Por otro lado, cada vez que nos encontrábamos era emocionalmente intenso, no mal porque siempre decíamos que era, Eduardo usaba esa palabra, muy “nutricio”; nos nutría también este trabajo. Creo que no lo hubiera hecho con el archivo de ningún otro escritor ni escritora, no me hubiera interesado. Habría leído los libros que salieran, pero no lo hubiera hecho. El componente afectivo está, pero también la obra de Hebe no es una obra cualquiera. Por ejemplo, estos relatos que encontramos y que ahora se rescatan en la publicación me parece que tienen un mérito importante en el sentido de que se ubican en un periodo determinado, dan cuenta de un proceso de escritura que tiene que ver con un proceso político y tienen un valor especial. Es una combinatoria de ambas cosas, pero en el comienzo fue algo muy afectivo, y apenas empezábamos a encontrar los papeles, encontrábamos frases que realmente nos seducían. Me acuerdo de una que era “la imaginación llenadora de vacíos”, que después vimos que era de Simone Weil. Me pareció genial. Era un poco lo que estábamos haciendo nosotros, con la imaginación llenar ese vacío por la ausencia de Hebe.

EM: -Lo que decía de estos dos materiales, uno más ligado a la transcripción de cosas concretas que ella escribió, subrayó, y el otro más vinculado a su conjunto de lecturas, este último surgió porque desde lo afectivo era un poco bravo dos meses después de la muerte leer libretas personales con la letra manuscrita. Entonces, fue como un camino más amable revisar su biblioteca y ver los libros marcados; avanzamos más en esa sección que en la parte de las transcripciones.

-El amor es un denominador común en las tres nouvelles.

PB: -Sí, el título [que proviene de lo que un personaje dice en Leonilda] nos pareció que funcionaba por eso, porque en todas aparece el amor de diferentes maneras y desde la poética de Hebe. No era una poética o una literatura que trabajara el erotismo, estaba por fuera de su escritura. Ella decía que no lo escribía, no le salía, no podía. Si lo leo desde el punto de vista de un crítico, también se podría pensar que los límites de esa poética son los límites de una época, también permiten pensar, así como la política entra de manera tan diagonal con detalles y cómo el cuerpo o lo erótico no está, también puede ser leído como una marca del contexto de la época. Esa relación también aparece en Leonilda, que primero tiene con el marido esa relación tan tormentosa, y después son como amigos, o hermanos; Hebe no cuenta el amor desde el melodrama sino desde otro lugar.

EM: -Entre los amigos mayores de los últimos años de Hebe, hubo algunos que habían sido pareja de ella. Eran una mezcla de amigos con los que había cierta intensidad y nada más, de cercanía y de protección.

-Tenía más interés por el universo de las mujeres.

EM: -En el último tiempo, luego de la internación, ella tuvo tres cuidadores, un hombre y dos mujeres, y lo que tenemos de sus notas es la transcripción de los diálogos con las mujeres; creo que tenía más oído para las voces de mujeres. Sus lecturas eran un canon mayormente femenino, Maya Angelou, Alicia Steimberg, Clarice Lispector, Katherine Mansfield.

PB: -Pero no tenía una biblioteca feminista.

-¿Qué creen que pasó con estas ficciones? ¿Dejaron de importarle?

-EM: -En la época en que las escribió todavía no tenía contacto con los editores que después resultaron siendo con quienes mejor vínculo tuvo, como Julia Saltzmann, de Alfaguara; Damián Ríos, de Blatt & Ríos, y Fabián Lebenglik, de Adriana Hidalgo. Para ese momento, ella tenía acumulados estos textos no publicados, aunque yo creo que un texto como Leonilda lo debe haber ofrecido y no lo deben haber aceptado para publicar. Y como aparecen núcleos de textos que ella retoma, prefirió publicar los siguientes y no los anteriores.

PB: -Ella dijo algo en una entrevista que Graciela Speranza le hace en 1993, que ubica un poco este momento de la producción de ella. Dice que el momento de edición es de una enorme mendicidad. Ella decía que uno tenía que hacer el trabajo, escribir, y luego tratar de publicar y de que el libro circulara, todo como diferentes trabajos, pero que publicar no era el eje. Que si uno se dedicaba a buscar dónde publicar no tenía energía para escribir, que era una cuestión de distribución de energías y de esfuerzos, y que era además una cuestión de constancia. En el caso de ella por suerte tuvo todo el reconocimiento y mucha facilidad después para publicar sus escritos.

EM: -Me parece que a estos textos se les pasó el momento en que, para ella, publicarlos era significativo. Me imagino que no le hubiera gustado que en una entrevista le preguntaran por ese tipo de vínculos amorosos como los de Beni, por esa época, por todo, es algo que a ella le hartaba volver a eso, estaba mucho más cómoda publicando libros de crónicas y que le pregunten qué le pareció Colombia que poniéndose a hablar de los años 1980 y de las relaciones amorosas. En Beni me parece que muestra lo que es capaz de escribir y también los límites de ciertos temas: el erotismo y la política. Es un texto que me parece logrado pero que abre muchas preguntas acerca de las relaciones sentimentales, eróticas, por lo que no está y también todo lo vinculado a cómo vivió ella los años de la dictadura, sobre todo en El tren que nos lleva. Ella siempre decía que la cuestión de escribir muy directamente sobre el contexto político era algo que siempre intentaba y le costaba, y era posible que no le gustaran los resultados.

Bouzas y Muslip también estuvieron a cargo de la edición de "Crónicas completas" (Adriana Hidalgo), de Hebe Uhart
Bouzas y Muslip también estuvieron a cargo de la edición de "Crónicas completas" (Adriana Hidalgo), de Hebe UhartMauro Alfieri

-El humor es otra constante de su obra.

EM: -Sobre el humor, hay citas de Simone Weil que ella hace propias: el humor como un elemento con valor filosófico, muy importante en la trama social.

PB: -La desautomatización de una mirada, una mirada extraña, asombrada, como de marciano, una capacidad de mirar muy singular y muy diferente del sentido común, todo eso le viene de la filosofía. Sus subrayados siempre van por el lado de lo que sea disociación de la palabra y la cosa, de la materialidad y el sentido.

EM: -Entre las normas sociales y los deseos concretos.

PB: -Entre lo que debe ser y lo que es, todo el tiempo le interesa eso que rompe la armonía, y ahí aparece el humor. Ella lo explotaba y lo hacía.

-¿Cuáles son sus proyectos actuales como escritores?

EM: -Escribo un libro de cuentos ambientado en Tucumán y preparo para Blatt & Ríos una edición ampliada de mi libro Phoenix.

PB: -Trabajo en un nuevo libro de cuentos y en otro de prosas poéticas que, por ahora, no tienen editor.

Una autopresentación inédita de Hebe Uhart

Nací en Moreno hace bastante tiempo, vivo en Buenos Aires desde hace cuarenta años, siempre llego temprano a todas partes porque todavía calculo las distancias desde Moreno, una hora y media para tren y subte, escribí algunos libros que suscribo y otros que no, igual nunca releo porque no me gusta ir hacia atrás ni para ir a buscar un paraguas que he olvidado en una casa; lo que sucede, hecho está, fui docente de Filosofía y ahora tengo talleres literarios, no sé si aprenderán a escribir, pero nos divertimos mucho.

LA NACION



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