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sábado, 27 de agosto de 2022

Con barba y cabello cano / Sylvester Stallone rejuvenece diez años al dejar de intentar parecer joven

 



Sylvester Stallone
Capturas del vídeo con el que Sylvester Stallone ha saludado a sus fans desde sus cuentas oficiales de Twitter e Instagram y en el que muestra su cabello y barba canosos.


Con barba y cabello cano: Sylvester Stallone rejuvenece diez años al dejar de intentar parecer joven

El vídeo que el héroe de acción de 73 años ha publicado en las redes sociales ha levantado el halago unánime. Al renunciar al tinte y el afeitado en favor de la naturalidad, 'Rambo' ha conseguido quitarse lustros de encima


Óscar Tévez
31 de enero de 2020

Hollywood y la industria del entretenimiento en general son un terreno abonado para la ilusión de la eterna juventud. Madonna tiene 61 años, pero sigue dando brincos sobre los escenarios; Tom Cruise se niega a dejar de salvar el mundo y tirarse de edificios altos en sus películas aunque vaya a cumplir este año 58, y de Cher, que cumple en mayo 74, circula un divertidísimo meme que alerta sobre el calentamiento global junto a una foto suya y nos cuestiona: "Debemos empezar a pensar en la clase de mundo que queremos dejarle a Cher una vez hayamos muerto".

Bien, los héroes de acción lo tienen todavía más complicado. Cruise es el ejemplo. Los actores de otro tipo (los De Niros, los Pacinos, los Hanks...) pueden o podrán abrazar la tercera de edad de un modo más natural ante la audiencia. Pero de un Sylvester Stallone (Nueva York, 1946) o de un Arnold Schwarzenegger (Austria, 1947) esperamos que sigan dando derechazos y manteniendo cierto estatus de héroe que pasa, inevitablemente, por perseguir la eterna juventud.

Sylvester Stallone se instaló en una especie de limbo en el que no parecía demasiado mayor, pero tampoco parecía joven: era sencillamente él mismo, casi un actor de carácter con un rostro especial

Stallone, de 73 años, lo ha hecho recurriendo a la cirugía plástica, algo que reconoció abiertamente ya en 1992 y lo convierte en uno de los pocos hombres famosos que no lo oculta. "¿Por qué no [recurrir a la cirugía]?", confesó a la revista People en 1992. "También reparamos la carrocería del coche", añadió. Desde entonces, en su lucha contra el tiempo, ha seguido sometiéndose a procedimientos de los que ha dado menos detalle, pero diversos cirujanos plásticos han analizado en revistas de sociedad estadounidenses como Closer.

También lo ha hecho con tácticas mucho más terrenales y asequibles a cualquier conocido o vecino: tiñéndose el pelo y afeitándose la barba. Tiene sentido: está generalmente aceptado que la barba y las canas suman años (lo cual no quita que, a ojos de muchas y muchos, sean también un atractivo añadido para un hombre y resulten sugerentes al margen de la edad).

Pero también está generalmente aceptado que, llegada cierta edad, la cirugía rejuvenecedora deja de cumplir su papel y dejamos de ver a celebridades más o menos jóvenes o más o menos mayores: lo que vemos es una especie de reflejo de lo que un día fueron, algo parecido a una máscara de sí mismos. La cantante Alaska ejemplificó este fenómeno en las páginas de El País Semanal al defender la cirugía como algo que va más allá de la edad: "Las personas operadas de 60 años no parecen de 40. Es una estética que va más allá de parecer más joven".

Así, Sylvester Stallone se instaló en una especie de limbo en el que no parecía demasiado mayor, pero tampoco joven: era sencillamente él mismo, casi un actor de carácter con un rostro especial (aunque sin llegar a los extremos de otro héroe de acción, el casi irreconocible Mickey Rourke). Sus duras facciones más o menos tersas gracias al bisturí, su cabello moreno, su rostro afeitado. Así lo veíamos el pasado septiembre, por ejemplo.

Sylvester Stallone en una proyección especial para admiradores de 'Rambo: last blood' en Nueva York en septiembre de 2019.
Sylvester Stallone en una proyección especial para admiradores de 'Rambo: last blood' en Nueva York en septiembre de 2019. Getty Images

Y así el pasado noviembre.

Sylvester Stallone en el estreno del documental 'Very Ralph' en Los Ángeles en noviembre de 2019.
Sylvester Stallone en el estreno del documental 'Very Ralph' en Los Ángeles en noviembre de 2019. Getty Images

¿Era viejo? No, pero tampoco joven. Era, básicamente, una ilusión. Entonces llegó el 2020 y Stallone hizo la declaración estética definitiva: dejarse ver en público con una barba y un cabello cano propios de un hombre de su edad, dejando la ilusión atrás. El efecto fue asombroso: esa naturalidad le ha hecho parecer más cercano y, al parecer más cercano, más joven. Aquí el ejemplo:

Foto de paparazzi de Sylvester Stallone tomada en Los Ángeles el pasado 29 de enero.
Foto de paparazzi de Sylvester Stallone tomada en Los Ángeles el pasado 29 de enero. Getty Images

La diferencia entre esta imagen y las anteriores es que no está tomada en ningún evento, sino en un momento personal en el que Stallone abandonaba un restaurante. Al natural, con sus canas y su barba, Stallone volvió a parecer sencillamente un hombre de su edad. Y un hombre de su edad que, gracias al ejercicio físico, se mantiene muy bien. Al ver a un hombre de 73 años en tan buen estado, nos dijimos por primera vez: "Qué joven está". Así se demuestra en el último vídeo publicado en su cuenta oficial de Twitter hace unas horas, cuyos comentarios alaban el estado físico de la estrella.

Vídeo de Sylvester Stallone a sus fans publicado en su cuenta oficial de Twitter. "A veces me levanto y no me apetece hacer nada", explica.

En los comentarios, tanto de Twitter como de Instagram (donde el actor publicó el mismo vídeo) se pueden leer frases como: “Me encanta, ¡no te tiñas!”; “Me encanta el pelo gris”; “Pareces un Papa Noel hipster”; “¡Lo veo con pelo blanco y me derrito por él!”, le piropean en español. A veces, abrazar la edad, la madurez y el físico de uno es el acto más rejuvenecedor del mundo. Lo cual no quiere decir que si lo que desea uno es parecer otra cosa, desde un bebé hasta un marciano, no tenga todo el derecho a hacerlo. La libertad rejuvenece también.

EL PAÍS



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