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miércoles, 5 de enero de 2022

Cristina Peri Rossi / Todo amor es un relato

 



Cristina Peri Rossi

BIOGRAFÍA

Todo amor es un relato


En la nueva novela de Cristina Peri Rossi se cruzan dos historias plagadas de secretos, mentiras y exilio


Ana Rodríguez Fischer
15 de enero de 2018

Al acabar la lectura de Todo lo que no te pude decir, es inevitable pensar que en su última novela Cristina Peri Rossi (Montevideo, Uruguay, 1941) ha ligado dos historias que podrían ser independientes —lo cual no es objeción alguna, porque están perfectamente engarzadas—, pese a compartir el tema del secreto que anida en el corazón de todos los amantes o simplemente en la vida personal de cada quien.


El idilio de Bubú y Elisa, dos chimpancés escapados del parque zoológico, abre una primera historia con abundantes pasajes humorísticos, e incluso bufos en el episodio de la persecución y captura. Aparecen ahí dos personajes que irán desplegando los sucesivos relatos: el comisario Fonseca, un hombre divorciado y ya en declive, cuyo reciente interés por el lenguaje le lleva a cambiar drásticamente algunas de sus nociones, a raíz de lo que observa en las relaciones entre la pareja de chimpancés enamorados; y Suárez, un cuidador del zoo, que por las noches se lleva a la joven mona Lucila a dormir con él en su pequeña habitación donde ha habilitado una jaula.


La trágica deriva de lo que empezó siendo un impulso desinteresado abre las páginas de Todo lo que no te pude decir a secuencias de elevado voltaje erótico y también a una serie de reflexiones y análisis sobre la conducta humana y animal, o sobre las diferencias entre los sexos, temas que constituyen un leitmotiv en toda la novela: “Las mujeres amamos el poder que tienen algunos hombres o amamos su profunda debilidad”; “Cuando una mujer se siente frustrada, llora. Cuando un hombre se siente frustrado, descarga violencia”.


Llegado el desenlace de esta primera historia (¿de amor?), vemos a Fonseca solicitando los servicios de Silvia, una prostituta uruguaya con quien se ve regularmente cada 15 días desde hace tres años y que lleva tatuado en el tobillo el ancla Tyzak. Y en la historia de Silvia hay otra novela completamente distinta de la anterior: la de la chica hermosísima, audaz y rebelde, estudiante de arte dramático en Montevideo, colaboradora de los tupamaros, que tendrá como misión seducir al comisario jefe de los Servicios de Inteligencia y Enlace encargados de la represión.


Todo lo sucedido desde ese pasado al presente de su vida en Barcelona, a punto de iniciar Silvia la convivencia con una directora de teatro que lleva a escena La muerte y la doncella, en versión de Ariel Dorfman, da cuenta esta segunda historia que, al tema común de los secretos y el amor, suma el relato de esa singular experiencia histórica, con nuevos registros expresivos, entre los que destacan el análisis y la reflexión sobre el mito original de Proserpina o la carta-confesión de Silvia a su amante: “Supe que también habíamos llegado a otro momento, el momento que he querido evitar por egoísmo, por confiar en que el presente hiciera prescindible el tiempo anterior, y olvidar que todo amor en el fondo es un relato. Tú quieres mi relato. No te basta con el presente, necesitas algo más, porque el amor no se impone como una verdad absoluta, hay que ganárselo cada noche, como se lo gana Scherezade”.


EL PAÍS




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