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miércoles, 29 de diciembre de 2021

Memoria chilena / Diamela Eltit

Diamela Eltit

 

Diamela Eltit 
(1949)

Tanto en su obra narrativa como en su producción crítica, Diamela Eltit ha buscado construir un espacio de reflexión sobre la sociedad chilena y su identidad cultural. Fue una de las principales voces de resistencia al poder durante los años de la dictadura.

Y me interesa todo aquello que esté
a contrapelo del poder, es decir, la otredad

Diamela Eltit


La década de 1980 fue particularmente complicada para los intelectuales chilenos, quienes debieron recurrir a diversas estrategias para difundir sus obras en un ambiente cultural donde regía la censura. En este contexto un gran aporte fueron las publicaciones de mujeres, ya que generaron innovadores espacios de reflexión en torno a temáticas políticas contingentes y otros tópicos de interés, como lo fueron la sexualidad, el autoritarismo, lo doméstico, las políticas de lo cotidiano y la identidad de género.

En esta nueva generación de escritoras, se destacó Diamela Eltit, quien no sólo articuló un proyecto de escritura único -una propuesta teórica, estética, social y política desde un nuevo espacio de lectura-, sino que también desarrolló un interesante trabajo visual como integrante del Colectivo de Acciones De Arte (CADA).

Diamela Eltit incursionó en el ámbito literario desde la década de 1970, aunque recién fue conocida con la publicación de un libro de ensayos: Una milla de cruces sobre el pavimento (1980). Luego, en sus primeras novelas -Lumpérica (1983) y Por la patria (1986), la autora trabajó desde lo marginal, construyendo un espacio de resistencia y crítica a los distintos poderes que regían la oficialidad. Ya en su tercera novela, El cuarto mundo (1988), abordó la reflexión sobre la identidad latinoamericana y lo mestizo. Posteriormente, en 1989, publicó su primer libro de testimonios, El padre mío, donde escribió sobre la fragmentación, la corrupción, la violencia y la nación degradada.

A partir de 1990, la obra de Diamela Eltit se circunscribió al momento de redemocratización nacional. Por estos años, viajó a México como agregada cultural, donde finalizó su novela Vaca sagrada (1991). También, colaboró activamente en la Revista Crítica Cultural y otros medios de prensa, posicionándose como una notable ensayista.

Mientras residía en México elaboró, junto a la fotógrafa Paz Errázuriz, un libro de carácter documental sobre amor y locura, titulado El infarto del alma (1994) Ese mismo año, recibió una atención especial de la crítica por su novela Los vigilantes, que fue galardona con el Premio José Martín Nuez en 1995.

En 1998, tras cuatros años sin publicar, presentó Los trabajadores de la muerte, una narración inspirada en la tragedia griega. En el 2002, presentó su última novela, Mano de obra, donde, en palabras de Raquel Olea, presenta "una metáfora ejemplar de la fagocitación del sujeto público y del discurso social en la sociedad chilena actual".

Una revisión exhaustiva de la literatura de Diamela Eltit descubre que su trabajo es una gran obra continua: "la diferencia fundamental está en el lenguaje y el modo de usarlo, que puede ir enriqueciendo ciertos sentidos e ir abriendo otros".


MEMORIA CHILENA






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