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domingo, 21 de noviembre de 2021

Rachel Cusk / "¿Las mujeres queremos el poder o ser dominadas?"

 

Rachel Cusk
Foto de Siemon Scamell-Katz


Rachel Cusk: "¿Las mujeres queremos el poder o ser dominadas?"

La última novela de la escritora, 'Segunda casa', habla sobre el poder y los privilegios en el mundo del arte y cómo evolucionan la identidad y el deseo en la madurez

Leticia Blanco
16 de noviembre de 2021

Rachel Cusk está pletórica y se le nota. Hace un año decidió abandonar Norfolk en protesta por su profundo desacuerdo con el Brexit. Ha empezado una nueva vida en París junto a su pareja, el artista visual Siemon Scamell-Katz. Tras publicar Despojos, una durísima novela en clave de autoficción basada en la separación del padre de sus hijas, Cusk vuelve a la carga con Segunda Casa (Libros del Asteroide/ Les Hores), un libro sobre las decisiones que se toman en la segunda parte de la vidaqué significa ser mujer pasados los 50, el deseo y el papel que le otorgamos al arte en nuestras vidas.

Cusk es una de las escritoras británicas más aclamadas de su generación y sus libros no suelen dejar indiferente a nadie por su feroz honestidad, no sólo con los demás, también consigo misma. Hace dos décadas escribió A Life's Work, un libro sobre la maternidad sobre el que un crítico llegó a decir que, de leerlo, la raza humana se extinguiría. Pionera en la autoficción mucho antes de que la etiqueta se pusiese de moda, en España se han publicado Las variaciones Bradshaw, Arlington Park, A contraluz, Tránsito, Prestigio y Despojos. "Escribo sobre mi vida, pero incluso en mis memorias, no es lo que parece exactamente. Utilizo el yo como una especie de localización desde donde escribir, como una estructura artística de la que partir, pero el proceso de escritura es siempre objetivo. Escribo para sacarme de encima cosas que me han ocurrido", explica.

Finalista del Booker Prize, Segunda casa propone un tensionado triángulo de gran profundidad psicológica entre la protagonista, una mujer de mediana edad que decide invitar a su casa a L., un artista cuya pintura la subyuga, y su marido, un tipo sencillo y apacible al que le gusta la carpintería y trabajar con las manos en el campo. La novela es, en cierto modo, una reescritura de Lorenzo in Taos, las memorias de la mecenas norteamericana Mabel Dodge Luhan, una radical del Greenwich Village que en 1917 montó una colonia de artistas en México, donde invitó a Ansel Adams, Georgia O'Keeffe o Aldous Huxley. También recibió a D.H. Lawrence (uno de los escritores favoritos de Cusk), que tuvo una relación muy tensa con su anfitriona y en quien se inspira, en parte, el oscuro, malhumorado y prestigioso L. de la novela de Cusk.


¿Qué tal se siente en su nueva vida como 'autoexiliada' en París?
Es extremadamente liberador vivir allí, me siento muy afortunada de poder tener la libertad suficiente para hacerlo. Mis hijas ya son mayores y han terminado la universidad. Tengo la sensación de haber cumplido: he trabajado, he pagado mis impuestos, he criado a dos ciudadanas decentes que hoy son adultas y por fin soy libre de ir a donde quiera. Es como un renacimiento. Existir en otro idioma que no hablas fluidamente es todo un desafío. Aun así, es algo que le recomiendo a todo el mundo: justo cuando empiezas a tener la sensación de declive, emprender una aventura de este calibre es difícil pero muy excitante. También tiene una parte triste, pienso en toda la gente de Inglaterra que se merece algo mucho mejor. Pero la mayoría no puede irse. Llevo un año, tenías que irte antes de que finalizara el año pasado para poder conservar tus derechos europeos. Llegamos el 28 de diciembre, apurando.
¿Cómo se ve el Brexit desde allí?
Cada vez que leo sobre las colas y el desabastecimiento hay una parte de mi que no puede evitar alegrarse y pensar: ¡os lo dije! Pero la realidad es que la mitad de la población no votó por el Brexit y está sufriendo sus consecuencias. Es como en Estados Unidos, la misma política de 52%-48%, 51%-49%, que tiene dividida a la población. Eso es mucha gente obligada a vivir con algo con lo que no está de acuerdo. Creo que hay demasiada amabilidad por parte de la izquierda, pienso lo mismo de los demócratas en Estados Unidos con Trump. Es muy difícil para la gente que ha votado en contra del Brexit expresar rabia, porque esto no va de rabia. Pero al final parece que haya sucedido sin una verdadera oposición, que se haya impuesto con resignación. Es tremendamente injusto que la generación de mis hijas no pueda hacer lo que yo hice a su edad, como por ejemplo vivir y trabajar una temporada en el extranjero. Llevan meses esperando la visa y no llega, los trabajos que habían conseguido se han esfumado. Todo por un puñado de viejos que preferiría vivir en los años 50. Inglaterra se ha convertido en un país brutal.
¿Cómo surgió 'Segunda casa'?
No sabía muy bien qué rumbo tomar tras cerrar la trilogía y de repente me vi en una fase nueva de la feminidad, la de la mediana edad o post-mediana edad, biológica y sexualmente hablando. Me apetecía hablar de esa transición y de lo imperceptible que es: no hay pautas o una estructura a la que agarrarse, simplemente hay un montón de mujeres vagando por ahí sintiendo que han perdido valor como objeto, con una especie de sentimiento de obsolescencia, mujeres que se preguntan: ¿Qué hago aquí? Pasas por esas décadas tan vitales en las que casi toda tu energía se va en cuidar de los hijos y cuando todo termina, es curioso cómo miras atrás y te produce cierto shock ver lo rápido que ha ocurrido todo, lo encadenada que estabas, lo muchísimo que has trabajado y cómo tu feminidad se ha evaporado. Sientes todo eso pero no dices nada, no lo expresas. Ahí fue cuando tuve la idea de escribir la novela con una máscara: situando la acción en una casa que parece medio abandonada, casi como si fuera una obra de teatro.
La novela transcurre en un lugar apartado de todo, en la marisma, en un ambiente casi de confinamiento.
Quería escribir una historia suspendida en el tiempo y el espacio, luego llegó la pandemia y me pareció que todo encajaba. Es difícil ser artísticamente libre cuando escribes. Tienes que pensar en un montón de condicionantes. Un artista visual no tiene que preocuparse de cómo reflejar las redes sociales en su obra, por poner un ejemplo. El lenguaje está muy atado a lo contemporáneo.
En la novela habla de conseguir la libertad a través de la "obediencia continua".
La libertad es disciplina. Es técnica. No saber cómo se hacen las cosas no te lleva a ningún sitio. Puedes decir que un bebé es libre, pero no lo es porque necesita que hagan muchas cosas por él. Ya lo dijo Aristóteles.
También habla muchísimo del arte y de lo que provoca en las personas.
La gente se siente atraída por el arte porque espera de él que exprese alguna parte de ellos, una verdad escondida. Me fascina también la santidad del arte, en contraste con el comportamiento de muchos artistas a lo largo de la historia, especialmente los artistas masculinos y sus privilegios. Me fascina porque la cultura de la cancelación, que en su posición más extrema te dice que no leas a determinado autor porque ha hecho esto o lo otro, no se aplica a los pintores o los artistas visuales. El comportamiento de Lucian Freud, que fue despreciable en su vida, no te aleja de su obra. Pero tengo la sensación de que ese sentimiento se está desvaneciendo.
¿Se puede separar la obra del autor?
Es una cuestión compleja que en el fondo va sobre el poder. En todas partes del mundo la gente abusa del poder y en muchas ocasiones son llevados ante la justicia. Así que todos nos deberíamos hacer esa pregunta: ¿el poder del artista está relacionado con su éxito?, ¿con su ego?, y, ¿qué relación guarda exactamente con lo que ha hecho? Escribimos mientras todas estas cosas se están reevaluando.
Se refiere a que la cultura de la cancelación no ha llegado al mundo del arte todavía.
Me fascina que cuando se inaugura una exposición de Lucian Freud no haya nadie que muestre su disgusto o proteste. Me pregunto cuándo llegará. No es una cuestión de si debería hacerse o no, si no de cuándo.
En 'Segunda casa', la protagonista se debate entre dos hombres: un artista tóxico y sin escrúpulos por el que se siente atraída y su marido, un tipo tranquilo y calmado que va a lo suyo y no se inmiscuye en su vida.
Es de lo que ella habla sin parar: por un lado valora el silencio de su marido y su aparente falta de poder y de control en comparación con el poder más convencional del artista. Pero al mismo tiempo quiere que el artista entre en su vida, que la afecte, la sacuda y la transforme de alguna manera. Su marido es todo lo contrario: él le deja el espacio suficiente para ser quien ella quiere, sin inmiscuirse. Todo forma parte de una vieja conversación femenina: el querer o no que alguien tome el control de ti misma para sentir quién eres. ¿Qué reconocemos como un hombre? ¿Queremos el poder o queremos ser dominadas?
¿Por qué se lo plantea en ese momento vital?
El libro está ambientado en un momento de la vida que sucede después de la acción, y creo que ese momento es bueno para reconsiderar el género. Ella piensa: ok, he servido a mi género, he vivido una vida de género pero ahora quiero salirme de él. Con el tiempo y la edad, el género te domina menos. Y eso nos acerca un poco más a la igualdad. La mayoría de hombres escapan de la mediana edad devorando de nuevo la juventud, pero la mujer no tiene la habilidad de hacer eso: ninguna juventud va a dejarse devorar por ella porque no tiene poder con el que corresponder.
En la novela la protagonista habla de la menopausia, pero los dos personajes masculinos también están pasando por la andropausia, aunque no la mencionen. De hecho, es algo nunca aparece en ningún libro escrito por hombres.
Sí, no escriben sobre ello precisamente porque son hombres.

EL MUNDO


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