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viernes, 19 de noviembre de 2021

Ngugi wa Thiong'o / Un grano de trigo / Reseña

 


Ngugi wa Thiong'o
UN GRANO DE TRIGO

El primer libro que leyó Ngugi wa Thiong'o en su lengua materna, gikuyu o kikuyu, fue la Biblia. «Todavía sigo volviendo al Antiguo Testamento buscando imágenes», confiesa, admitiendo el trasfondo cristiano que asoma en su obra (a pesar de haber renunciado expresamente a dicha religión). Y el primer libro que sintió le hablaba directamente a él fue In the Castle of My Skin (1953) del escritor de Barbados, George Lamming. Esta obra fue un antídoto para Memorias de África (1937), que describió en un ensayo sobre Karen Blixen, «Her Cook, Her Dog» (1980), como «uno de los libros más peligrosos jamás escritos» sobre el continente, por su condescendencia disfrazada de amor.

Un grano de trigo, publicada en 1967, cuyo título se debe a una frase de la Primera epístola a los corintios («¡Necio! Lo que tú siembras no revive si no muere. Y lo que tú siembras no es el cuerpo que va a brotar, sino un simple grano, de trigo por ejemplo o de alguna otra planta»), es una novela escrita antes de su pena de prisión y usando el idioma del Imperio, el inglés, al que después renunciaría. Con una técnica de flashback, unida a una forma de ensamblar la narración, con la que logra que el relato de uno de los personajes se complemente y se redimensione, se vuelva a narrar desde la perspectiva de otro, la novela se desarrolla a lo largo de cuatro días que culminan con el Uhuru (independencia de Kenia, 12 diciembre 1963), que se celebró en el estadio de Nairobi, ante gentes de todo el país y de todo el mundo. Se terminó el estado de emergencia que desencadenó la respuesta del gobierno colonial al levantamiento de los guerrilleros Mau Mau y en Thabai, un pueblo que apenas había cambiado desde 1955 «cuando se erigieron a toda prisa tejados de paja y paredes de barro, mientras la espada del hombre blanco colgaba peligrosamente sobre el cuello de la gente para protegerlos de sus hermanos del bosque» (pág.25), también se preparan para la celebración y se busca a un héroe (Mugo) que hable ante todos ellos.

Marta Sofía López, traductora del libro y autora del estupendo prólogo que lo precede, escribe «La obra narrativa de Ngugi puede leerse como una crónica de la historia de Kenia en el siglo XX, o quizás debiéramos decir de la intrahistoria, porque las novelas de este autor ponen de manifiesto una y otra vez el papel de la gente corriente, en particular de los campesinos y el proletariado urbano, en la construcción del destino de la nación. De acuerdo con sus propias palabras, «si hay un tema recurrente en la historia de Kenia durante los últimos 400 años aproximadamente (desde el siglo XVI), es seguro el de la resistencia de los pueblos de Kenia frente a la dominación extranjera.»

Mau Mau: una siniestra sociedad secreta

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Suspected Mau Mau members at a detention camp in Nairobi, 1952. Bert Hardy / Getty Images

«La historia de Mau Mau fue siempre una inspiración para mí», afirma el escritor. Ngugi era un adolescente durante el estado de emergencia en la década de 1950, cuando su hermano se unió al levantamiento Mau Mau contra el dominio británico. En Un grano de trigo relata el terror de la situación de emergencia, el horror de los campos de concentración, donde reinaban las torturas.

«La gente pensaba que estaba exagerando», afirma Ngugi «pero mi trabajo fue leve en comparación con lo que [Elkins] ha desenterrado. Esta fue una guerra genocida, y no hubo ojos que lo supervisaran, excepto unas pocas voces en Gran Bretaña que oían con escepticismo lo que su gobierno les estaba diciendo. » Se refiere al trabajo Imperial Reckoning: The Untold Story of Britain’s Gulag in Kenya (2006) («La historia no contada del Gulag británico en Kenia») de Caroline Elinks, quien «estima que las fuerzas coloniales fueron responsables de la muerte de más de 100.000 nativos de todas las edades en los años 50».

Ante el levantamiento de los Mau Mau, la política del gobierno colonial fue la de divide y vencerás con la finalidad de aislar a los Mau Mau de los Kikuyu y los kikuyu del resto de la población de la colonia y del mundo exterior. Presentaron a los Mau Mau ante  la opinión pública como «una fuerza irracional del mal, dominado por impulsos bestiales e Influenciada por el comunismo mundial» según el estudio oficial después de la sublevación, (el Informe Corfield), y  como “Un culto salvaje tribal, violento, pervertido  y depravado, una expresión de la emoción irracional sin límites». (…) Sin embargo, como muchos Kikuyu lucharon  contra los Mau Mau al lado del gobierno colonial, el conflicto está ahora a menudo considerado en los círculos académicos como una guerra civil interna de los  Kikuyu, una visión que sigue siendo muy impopular en Kenia”. (…) Fuente: Mau Mau Uprising [en]

1956-Safari-Terence-Young-espanol-1-de-Jano«Durante la década de 1950, la mayor parte de las autoridades y de las agencias de noticias de las potencias occidentales difundieron las peores imágenes para denunciar al movimiento Mau Mau como la simple expresión de la “barbarie asesina” de los “primitivos” africanos» [1]. La imagen que poblaba el imaginario occidental sobre Mau Mau era la de unos salvajes, caníbales, sedientos de sangre, que aterrorizaban a los niños, tras el visionado de películas que, como Safari (1956) de Terence Young y otras, mostraban a las personas integrantes del Mau Mau como seres terribles, tal y como nos confirma el escritor Javier Marías sobre los miedos de su infancia.

“Las vergüenzas del Imperio británico en el ocaso” detallaba los documentos que habían aparecido en relación a los Mau Mau y que se habían mantenido «convenientemente» ocultos, en ellos se mostraba hasta qué punto la represión fue brutal, sistemática y autorizada por Londres. En 2012 cuatro personas que habían luchado en el movimiento, demandaron al Gobierno británico en nombre de todos los Mau Mau, exigiendo una disculpa pública y compensación económica. A consecuencias de esta y otras reclamaciones judiciales, el Gobierno británico en 2013 lamentó «las torturas sufridas por los Mau Mau a manos de las autoridades coloniales durante la independencia de Kenia en los años 50.

Muthoni wa Kirima es la única guerrillera Mau Mau que llegó al rango de mariscal de campo (…) dice que todavía está esperando los beneficios de la independencia. Como muchos de sus compañeros veteranos, se ha mantenido sin tierra y en la pobreza desde la independencia. «Desde entonces los gobiernos no han sido mucho más justos de lo que era el gobierno colonial británico«. Fuente: The economist, 06 de abril 2013 [en]

La intrahistoria

Pero, Un grano de trigo es también una historia que nos presenta de manera magistral un buen puñado de voces, que se yuxtaponen y complementan, creando un conmovedor y profundo tapiz de historias personales, que convergen en la lucha colectiva. En ella emergen desde el heroísmo hasta el miedo que atenaza y acaba por imponerse, derrotando a aquellos que parecían destinados a otro final. Porque Ngugi no es escritor de blanco o negro: sus personajes sufren su propio debate interno, sus propias contradicciones, miserias y grandezas. Desde el héroe Kihika, pasando por el colonialista Thompson (en quien acertadamente, en su prólogo, Marta Sofía López encuentra ecos de Kurtz, el personaje de Conrad). Thompson cree en los ideales del imperialismo colonial y piensa que, a pesar de que tienen que marcharse de Kenia, «África no puede prescindir de Europa» (pág.241).

Valiéndose de una composición multivoz que va saltando en el tiempo, Ngugi va delimitando su puzzle hasta lograr que todo encaje. Las voces particulares van encontrando su historia dentro del marco histórico en el que se encuadran. Nada es lo que queremos que sea, sino lo que es.

Lejos de querer mostrar con un catalejo de única lente, Ngugi describe pasiones, odios, amores (el que sienten hacia Mumbi tanto el colaboracionista Karanja como el carpintero Gikonyo), sumisiones, rebeldía, pequeñas historias familiares y grandes momentos. Compasivo con sus personajes, al igual que la protagonista femenina, Mumbi, parece poder comprender a todos y tratar de conciliar a pesar de la cruda realidad. Ante la tremenda prepotencia del colonianismo británico, que les impuso aquellas horribles condiciones de vida, la tribu gikuyu se dividió también.

En Un grano de trigo, hay keniatas que se unen a los colonialistas (Karanja) y hay quienes luchan hasta la muerte (Kihika). «Admiro a la gente como Kihika. Son lo bastantes fuertes como para morir por la verdad. Yo no tengo esa fuerza», lo anterior lo confiesa Gikonyo, el carpintero marido de Mumbi, para continuar lamentando «Pero ahora, ¿a quién vemos conduciendo grandes coches y cambiándolos a diario (…) A los que no formaron parte del Movimiento, a los mismos que corrieron a refugiarse en las escuelas y las universidades y la administración. E incluso a algunos que fueron descaradamente traidores y colaboracionistas» (pág.116). Y también hay, junto a los Mau Mau, los que se someten con agrado, tal y como descubre Muhoya cuando intenta frenar el último golpe de su padre hacia su madre, y es detenido con furia por ella quien acaba defendiendo al marido. «Fue sólo más tarde, cuando vio cómo tantos keniatas defendían con orgullo su propia esclavitud, cuando pudo entender la reacción de su madre» (pág.302)

Porque en último término la lucha significaba «llegar a morir». «Era mejor carecer de puerta que tener una que se abría para dejar entrar el frío y el peligro» (pág.277) piensa el solitario Mugo, que se siente reclutado a su pesar. Así, en el dilema que se les abre a todos, en la aldea conviven los que han perdido a familiares a manos de los blancos y los que, por miedo o por ganancias o para salvarse a si mismos, se unen a ellos, colaboran o acaban aceptando, por hambre, comida de sus manos. Están los que han pasado por torturas (castración, violación con botellas cortadas…) y los que han traicionado el juramento del Movimiento. Están los que ven la injusticia de los colonos británicos pero la prefieren a la violencia de la guerrilla.

Y, también, están los traidores.

¿Tuvo sentido la muerte de Cristo para los hijos de Israel? En Kenia queremos muertes que cambien las cosas, es decir, queremos verdaderos sacrificio. Pero primero tenemos que estar preparados para cargar con nuestra cruz. Yo muero por ti, tú mueres por mí, nos sacrificamos el uno por el otro. Así que puede decirse que tú, Karanja, eres Cristo. Yo soy Cristo. Todo el mundo que hace el juramento de unidad para cambiar las cosas en Kenia es Cristo. Entonces Cristo no es una persona. Todos los que cargan con la cruz de liberar Kenia son auténticos cristos para nosotros los keniatas (pág.152)

Ficha:

  • Título original: A grain of wheat (1967)
  • Idioma: Original: Inglés
  • Traducción al castellano: Editorial Zanzibar, S.L. (2006)
  • Traductora: María Sofía López
  • Páginas: 347
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