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domingo, 23 de mayo de 2021

El sigiloso destino de Mercedes Barcha

 

Mercedes Barcha


El sigiloso destino de Mercedes Barcha


Mercedes Barcha llevó una vida sencilla y discreta en medio del circo mediático en que se convirtió la fama de su esposo. Sin embargo, desde ese espacio secreto tuvo una gran influencia en la vida cultural y artística de América Latina.

Nicolás Pernett
24 de agosto de 2020

Una desconocida famosa

Una vez, hablando sobre Mercedes Barcha, Gabriel García Márquez dijo: “he llegado a conocerla tanto que ya no tengo la menor idea de cómo es en realidad”. Y si el hombre que vivió con ella 56 años no pudo darnos una aproximación certera a quién era ella, es muy probable que el resto de fuentes y testigos que encontremos para conocerla sean de poca utilidad.

A pesar de esto, a raíz de su muerte se han publicado numerosos semblantes en los que se hacen más evidentes las ideas de quien los escribe que de la propia Mercedes Barcha. No es que haya poco que se pueda decir de Mercedes, sino que la mayor parte no se conoce, porque desde siempre ella misma prefirió mantener en secreto los detalles de su vida.

Para llenar esa incógnita, algunos han querido ver en ella la fuerza detrás de las obras de García Márquez, su musa e inspiradora, sin la cual no tendríamos ninguna de sus creaciones (aunque el escritor ya había terminado dos novelas y numerosos cuentos antes de casarse con ella).

Para reforzar la idea de Mercedes Barcha como la persona que hizo posible que García Márquez escribiera, los panegíricos se suelen basar en la anécdota contada una y mil veces por el escritor sobre las dificultades económicas que vivió su familia mientras él escribía Cien años de soledad.

Sin embargo, como ya ha demostrado el profesor Álvaro Santana Acuña, esta novela no fue escrita en condiciones tan solitarias y difíciles como las que contó García Márquez (a quien además le gustaba crear leyendas de distracción en torno a su vida y obra).

Por su parte, cuando muchos años después Mercedes Barcha fue interrogada por el periodista Héctor Feliciano sobre las penurias que le tocó vivir con Gabo, ella pareció menos dada a dramatismos sobre las dificultades de su vida: “Es solo [la época de] Cien años. Nada más en un momento”. Y en la misma entrevista, al recordar su vida junto al premio nobel durante 52 años la resumió como “tranquila”, “sin pleitos” y “muy divertida”.

Como hizo con tantas personas de su vida, es posible que Gabriel García Márquez haya creado sobre ella un relato que se acomoda a la imagen de una mujer que multiplicó los panes y los peces mientras el volaba en alfombras mágicas por los cielos de Macondo. Pero es posible que la realidad haya sido un poco más aterrizada, pues desde que se casaron él ya era un periodista cotizado y no fueron pocos los amigos y contactos que tenían en México mientras se redactaba la obra máxima del realismo mágico.


Mercedes Barcha y Pablo Neruda


Una mujer de otro tiempo

Algunos artículos y muchos comentarios en redes sociales han lamentado que se haya recordado a Mercedes Barcha solo por haber sido la esposa de García Márquez, pero es difícil hacer una nota sobre ella donde no aparezca su marido. Y no es porque su vida careciera de méritos por sí misma o su única labor meritoria haya sido “ser esposa de…”, sino simplemente porque por eso se hizo una figura conocida tanto en los círculos sociales como en los medios de comunicación del mundo.

Aunque se conoce un ensayo suyo sobre el río Magdalena que publicó cuando apenas era una estudiante de colegio, su vida posterior fue casi completamente consagrada a su familia y no hizo ninguna carrera profesional: “Nunca he trabajado. ¿Para qué? Yo no sé hacer nada” confesó sin pudor en la misma entrevista con Feliciano que se reseña más arriba.

Tal vez por estos comentarios, otras han querido ver en ella un símbolo del tipo de mujer que pertenece al pasado y que las jóvenes no deberían emular: la mujer que no queremos ser, la mujer que consagra su vida únicamente a la intimidad del hogar y a la felicidad de su familia, incluso coaccionada para cumplir este papel en contra de su voluntad.

En cierta medida, estas críticas tienen algo de verdad: Mercedes Barcha fue una mujer criada en una cultura de antiguo régimen. Educada por monjas y casi prometida desde niña a García Márquez, el “príncipe” que logró convencer, primero al padre y luego a ella, de casarse.

Es indudable que Barcha creció en un mundo conservador culturalmente hablando, en el que una mujer tenía poco margen para sus elecciones personales y donde el máximo poder al que podía aspirar se vivía en ambientes privados.

Una vez más, ella lo confirmó sin ninguna vergüenza: “Desde que se me declaró, hasta el matrimonio, yo esperando. Antes las cosas eran así. Era todo muy tradicional”. Según estas palabras se puede colegir que estuvo de acuerdo con la vida que llevó y el papel que cumplió porque así la educaron y pudo encontrar felicidad y tranquilidad en este ambiente tradicional.

El propio García Márquez vino de un tipo de hogar típico de la premodernidad, con figuras de autoridad (masculinas y femeninas) que aseguraban el orden cósmico y donde las repeticiones de destinos familiares eran la norma.

Por supuesto, esta visión compartida por Mercedes Barcha, parece chocar con cierta sensibilidad contemporánea para la cual es condenable una vida consagrada a la vida del hogar y con figuración pública solamente como compañera de alguien famoso. Pero la vida de la mayoría de mujeres (y de hombres) de todos los tiempos ha sido una carrera fugaz marcada por el anonimato y por la simple consecución de grandes pequeños logros en la vida personal y familiar.

Foto: Ciudad Viva - Fotografía de Hernán Díaz, cortesía de Rafael Moure Mercedes Barcha junto con su hijo, Rodrigo.

El poder sigiloso

Mercedes Barcha fue como una de esas mujeres que abundan en las obras de García Márquez, que controlan desde sus mecedoras y sus cocinas los hilos de la vida familiar e incluso la de todo un pueblo con una discreción que linda con el secreto, con la firmeza y tenacidad de una esfinge egipcia. Una matrona que siempre manda en su casa incluso cuando en ella está de visita Fidel Castro y que de esta manera acaba por influir hasta en los corredores del poder.

Y fue así como Mercedes Barcha dejó un legado en la vida de su esposo, en la de su familia y en la de parte de la vida cultural latinoamericana: sutil pero firmemente. Muchas veces fue ella quien decidió con sus consejos o advertencias el futuro de los proyectos periodísticos, políticos y cinematográficos de García Márquez. Fue ella quien con la dedicación y cuidado que no tuvo su esposo mantuvo un inmenso archivo de documentos que ahora reposan en la Universidad de Texas en Austin.

También fue ella quien administró buena parte del dinero generado por esa inmensa máquina editorial que algunos llaman “García Márquetin”, junto con la otra matrona a la que García Márquez entregó su carrera profesional: Carmen Balcells. Y se puede pensar que fue ella la que posiblemente acabó decidiendo sobre algunos de los proyectos más recordados del premio nobel de literatura, como la Fundación de Nuevo Periodismo, la Escuela de Cine e incluso de algunas de las gestiones políticas que este realizó por todo el continente.

Pero todo esto lo hizo casi en secreto, con la discreción sigilosa de una serpiente del Nilo, una cualidad muy valorada por el propio García Márquez, quien se manejó con igual moderación y secretismo en muchas de sus acciones políticas y culturales. Tal vez eso también hizo que Mercedes Barcha se interesara en García Márquez: pudo ver en él la sencillez y mesura que ella quiso para su vida.

A veces se dice de una persona que al morir se lleva muchos secretos a la tumba. Algo así ha pasado con Mercedes Barcha. Solo ella conocía cuánto influyó en la vida cultural de América Latina con los consejos o advertencias que hizo a sus amigos, solo ella sabía cómo hizo para mantener las cortinas cerradas de un hogar al que todos los medios de comunicación querían entrar para sacar una nota de farándula. Y únicamente ella sabía cuáles eran los secretos de su personalidad, profunda e ignota, que ni su marido conoció.

LA RAZÓN




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