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martes, 27 de abril de 2021

Antonio Caballero / Políticos no políticos


 Antonio Caballero

Políticos no políticos


No conozco del joven Tomás Uribe más que su fama de empresario con suerte: uno a quien, bajo el gobierno de su padre Álvaro, le regalaron una zona franca en Funza para que montara los negocios que lo han convertido en multimillonario. Y lo de ahora, claro: lo de los lameculos del expresidente, o “presidente eterno”, como lo llaman ellos, que proponen al hijo para que sea presidente de la República, sin otro mérito que – el de sus éxitos empresariales aparte – ser el hijo de su padre. No recuerdo si hace unos años, cuando era estudiante universitario, fue de sus guardaespaldas o de los de su hermano Jerónimo de quienes se dijo que le habían dado una tunda a otro muchacho que se atrevió a tratar de quitarles una novia. La revista “Semana”, que es casi la única que queda en Colombia, le dio hace unos días al joven una entrevista de cinco páginas enteras, cosa sin precedentes. Sus razones tendrían.

Pero no creo que sean las nuestras: las de la población colombiana en general. ¿Tomás Uribe presidente de la República? Bueno, se dirán muchos: si hasta Iván Duque puede serlo, y si lo fue Andrés Pastrana…

Pero el hijo de Uribe – que ya no es ni siquiera “el que dijo Uribe”, sino el hijo de Uribe – aprovecha la larga entrevista del lanzamiento de su candidatura presidencial para decir, entre otras declaraciones políticas, que a él no le interesa la política. Con lo cual, astutamente, cumple con el requisito indispensable para hacer política actualmente, que es negar que se hace política. Negar que se es político. Ya en estos días hasta el senador Gustavo Petro, que es su más probable competidor en la pugna política por la presidencia, y que es un hombre que ha estado haciendo política de todas las maneras imaginables desde que tiene dieciséis años, declaraba muy oronda y demagógicamente que “la política no la hacen los políticos, sino la gente”. Y lo hacía (sin duda para dar ejemplo y hacer camino al andar) en una conversación sobre política con la actriz de televisión y ex-reina de belleza Margarita Rosa de Francisco, a quien él y su más cercano asesor político actual, el también senador y también declarado apolítico Gustavo Bolívar, el guionista de televisión de la célebre serie “Sin tetas no hay paraíso”, decidieron entrevistar sobre política. Ella se desahoga en una columna publicada en El Tiempo bajo el título de “Mi opinión política”.

Este fenómeno no es sólo de Colombia (donde además es viejo y repetitivo: lo proclamaba hace más de cien años el general y presidente Rafael Reyes con su lema de “menos política y más administración”, y lo repetía hace setenta el también presidente hereditario Mariano Ospina Pérez, que se presentaba como lo que entonces se llamaba “un empresario” y ahora llaman “un emprendedor”.  No es sólo de Colombia, digo: acabamos de tener el ejemplo del “empresario” o “emprendedor” y por añadidura embaucador, Donald Trump en los Estados Unidos, que ganó la presidencia hace cuatro años con el argumento de que no había hecho política nunca en su vida. Y otro tanto puede decirse del presidente de Venezuela Nicolás Maduro, y de su predecesor Hugo Chávez (el uno chofer de bus, el otro coronel de paracaidistas) con los resultados conocidos.

Y con esto no quiero decir que los políticos profesionales hayan resultado mejores. No es así, por el contrario; y es precisamente por eso que los políticos que se presentan como no-políticos tienen tanto éxito. Los políticos profesionales han solido ser corruptos, y eso se debe al viejo aforismo de que el poder corrompe, y el oficio de los políticos consiste en administrar el poder. La consecuencia es que los no-políticos que llegan limpios y frescos al poder se convierten en políticos profesionales, hayan sido lo que hayan sido en su vida anterior: militares o guerrilleros, abogados o empresarios o choferes de bus. La  función crea el órgano, decía Lamarck en su discutida teoría de la evolución, que tal vez sea errónea en biología pero parece acertada en política.

Espero que la bella Margarita Rosa no se deje convencer por los cantos de sirena de Petro y de Bolívar, y no termine convertida en candidata de Petro a la vicepresidencia.

Espero también que no gane el hijo de Uribe las elecciones. ¿Que las gane Gustavo Petro entonces? No. No me gusta el personaje. Espero además que en el camino algún político se interponga entre los dos.

REVISTA CORRIENTES





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