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domingo, 21 de febrero de 2021

Muere a los 72 años el escritor, filósofo y editor Enrique Lynch



Muere a los 72 años el escritor, filósofo y editor Enrique Lynch

Nacido en Buenos Aires (Argentina), el 31 de mayo de 1948, Enrique Lynch pertenecía a una familia con gran tradición literaria. Era sobrino nieto del escritor Benito Lynch e hijo de la también narradora e intelectual Marta Lynch

Manuel Llorente

Barcelona, 11 de noviembre de 2020

"Enrique Lynch era un escritor de gran calidad. Sin perder hondura en sus análisis filosóficos, su escritura refulgía. Su prosa era seca, depurada, muy culta. Fue un polemista notable,como se puede apreciar en los artículos que escribió para EL MUNDO y 'El País'. También era muy incorrecto en algunos temas, como en el del feminismo. Había sido montonero y por su militancia acabó viviendo en España". Es el recuerdo que Arcadi Espada tiene sobre la trayectoria del escritor, filósofo y editor Enrique Lynch (Buenos Aires, 1948), fallecido este pasado martes a consecuencia de un cáncer de próstata.




 

Enrique Lynch fue sobrino nieto del escritor Benito Lynch e hijo de la escritora Marta Lynch. Se licenció en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires y convalidó la carrera en la Autónoma de Barcelona, donde fue profesor de Estética, tras exilarse en España en 1976.

Su labor como editor atravesó varias etapas: Gedisa (1977-1986), asesoró a Carlos Barral en Argos-Vergara, dirigió Muchnik Editores y formó parte del consejo editorial de Destino. En este último período se publicó la primera recopilación de textos de pensamiento de Rafael Sánchez Ferlosio, Ensayos y artículos recuerda y valora Arcadi Espada.

Es ahora el filósofo Tomás Pollán quien toma la palabra para este periódico: "Enrique Lynch fue un hombre extraordinariamente inteligente y muy ilustrado. Siempre practicó con extrema elegancia la libertad de palabra, la parrhesía de los antiguos. En varios libros desarrolló un pensamiento original con una escritura afilada, clara y a la vez compleja como la que brilla en su último libro, Ensayo sobre lo que no se ve. Nunca vivió de las opiniones ajenas. Es el filósofo de nuestra lengua que con más perspicacia y finura intelectual abordó la cuestión de las siempre difíciles relaciones de la filosofía y la literatura. Fue implacable con la estupidez reinante y un conversador y un amigo entrañable".

Entre los libros de Enrique Lynch cabe destacar Hobbes: la gramática de la obediencia y sobre todo La lección de Sheherezade (1987) finalista del Premio Anagrama de Ensayo y también del Nacional de Ensayo. No debe faltar aquí Prosa y circunstancia (1997), ni El merodeador (1997) o In-moral (2003) o Nubarrones. Breviario intermitente (2014), que recogía textos de la página web que fundó, Las nubes, y donde se puede leer: "Escribir es como montar a caballo, porque el lenguaje es como un corcel brioso y arisco: dos seres vivos de especies diferentes e inteligentes se encuentran, se rozan, se sienten el uno al otro y, de común acuerdo o a la fuerza, deciden moverse juntos".

El filósofo Fernando Guerrero, de la editorial Adaba, recuerda cómo habló con él por última vez para decirle que salía ya a la calle su último libro, Ensayo sobre lo que no se ve, y su respuesta: "Es una carrera entre mi libro y el cáncer. Esta carrera, al menos, la he ganado yo". Para Guerrero, este último ensayo supone "un análisis tanto de la imagen como tal como de lo que la imagen esconde, lo que no deja ver. Una crítica de la cultura del 'photoshop' desde las pinturas rupestres. Resume su teoría estética".El también filósofo Juan Barja, consejero delegado de Adaba, destaca "el estilo directo de su escritura. Era agudo y tierno. También cambió bastante en sus posiciones políticas". Y así le evoca el filósofo y profesor Patxi Lanceros: "Filósofo, traductor, profesor (de Foucault, Lyotard Paul de Man), comenzó dedicándose a la filosofía política, ya que hizo una tesis sobre Hobbes (del que siempre hablaba con ánimo, y aquiescencia, por cierto). Cultivó la lectura del postestructuralismo y una cierta fascinación por Nietzsche. En la conversación era un tipo ágil, sarcástico (incluso cáustico). Su relación con Barcelona se fue agriando gracias al procés, del que era crítico furibundo. De hecho, vivía en Madrid desde hace tiempo".

EL MUNDO


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