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viernes, 25 de diciembre de 2020

Olvido García Valdés / Confía en la Gracia / La esencia son los ojos

Olvido García Valdés

Los 50 mejores libros de 2020

Olvido García Valdés
CONFÍA EN LA GRACIA


La esencia son los ojos


Confía en la gracia demuestra la vitalidad de una escritura que persigue (y alcanza) una exigente comunicación con los lectores



Luis Bagué Quíles
25 de septiembre de 2020


La esencia son los ojos

Ocho años después de Lo solo del animal, Olvido García Valdés regresa con un libro donde la comunión con la naturaleza se refleja en la vertebración coral del discurso. Entre el ecologismo minimalista y el aquelarre ceremonial, asistimos a una transmutación en la que el sujeto contemplador se funde con lo contemplado. Sin embargo, frente a la tersura descriptiva, la autora opta por un efecto de extrañamiento que en ocasiones se acoge al juego de permutaciones patentado por el simbolismo y en otros casos parece a punto de desbordarse en el balbuceo trascendente de la mística sanjuanista. Esa desautomatización, a la que coadyuva la aspereza retórica que singulariza el estilo de la poeta, se aplica ahora a tres aspectos: la discontinuidad de la mirada, la zozobra anímica y la fragilidad del cuerpo. Por lo que respecta a lo primero, la constatación de que “la esencia son los ojos” guía la aventura perceptual por un mundo desrealizado en el que anidan las contradicciones: el sueño y la vigilia, el fuego lento y la alta velocidad, la ucronía eglógica del paisaje y las ráfagas de una rabiosa contemporaneidad (véanse las alusiones al 15M, al Brexit o al juicio de La Manada) destilada a través del filtro mediático.

El segundo eje del libro se hace eco de una inquietud existencial levantada sobre una incesante mise en abyme de nacimientos y ausencias (“Madre e hija es un gozne / niña perdida anciana según gire / la puerta”), ante cuyo arrastre solo cabe atrincherarse en la cosmovisión panteísta o en la beatitud encarnada por las figuras del arte sacro. El último vértice se ocupa de un cuerpo que alberga al tiempo la macabra calavera de la vanitas y la performance arácnida de Louise Bourgeois, a la que se rinde homenaje como precursora de una genealogía de “hechiceras”. Al igual que la realidad circundante, la propia voz enunciativa se acaba disolviendo en el sampleado de una conciencia que “se desata / en palabras”. A un paso de la oclusión interpretativa, pero con un pie en la mecánica de lo cotidiano, Confía en la gracia demuestra la vitalidad de una escritura que persigue (y alcanza) una exigente comunicación con los lectores.

EL PAÍS

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