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jueves, 24 de noviembre de 2016

‘La llegada’ / Lo que cuentan los extraterrestres

 


‘La llegada’: Lo que cuentan los extraterrestres

Villeneuve estrena 'La llegada', que mezcla lingüística, naves espaciales y sentimientos

El cineasta continúa en la ciencia-ficción y rueda ahora la secuela de ‘Blade Runner’


TOMMASO KOCH
Madrid 24 NOV 2016 - 03:59 COT


El idioma que hablamos cambia nuestra manera de ver el mundo. ¿Cierto? ¿Falso? A Denis Villeneuve (Trois-Rivières, 1967) no le importaba la respuesta, sino la idea. La descubrió en un relato de ciencia ficciónLa historia de tu vida, de Ted Chiang. Se quedó intrigado. Tanto que al menos sacó otra respuesta: “Sí”. La pregunta, de los productores, le planteaba si quería convertir esa historia en una película. Así que La llegada aterriza hoy en España, alabada por la crítica internacional.

Hay aliens, naves espaciales y, por tanto, la etiqueta de ciencia ficción no desentona. Sin embargo, La llegada está en otro planeta respecto a las batallas cósmicas de Independence Day y sus hermanos. (Casi) nada explota, apenas se dispara. Está protagonizada por una lingüista y un físico (Amy Adams y Jeremy Renner) y habla de comunicación, sentimientos y de las elecciones clave que cada ser humano afronta en su vida. Puro Villeneuve. Y el nuevo reto de un director al que cuesta no reconocer talento y ganas de arriesgar. Las anteriores Incendies, Prisioneros o Enemy están ahí para demostrarlo.




Cambia el género, pero no su receta: cazar lo distinto. “El día que pierda mi punto de vista original voy a dejarlo. Es instinto, es la clave. Por eso soy malo rodando anuncios: no me puedo inspirar con unos tomates”, defendía el director en el festival de Venecia, ante un grupo de periodistas. Aunque, por más que se esfuerce, nunca le parece suficiente: “Siento que no lo consigo del todo. Me encantaría algún día lograr hacer algo totalmente original”.

Por lo menos, en La llegada lo volvió a intentar. Hasta la estética tenía que ser peculiar: “Quería un filme sucio, una ciencia ficción de una mañana chunga de un martes. Cuando dirijo intento ser un autista, olvidar lo que se ha visto antes y actuar como si fuera el primero en hacer algo. Si no, no podría seguir. ¡Cada imagen ya ha sido rodada!”. Tras la cámara, trata de perder la memoria y mentirse a sí mismo. Porque sabe perfectamente que “si pones una cosa vertical negra gigante en la pantalla, ya se ha visto”.

UN CINEASTA ENTRE BALAS

"Me parece maravilloso cómo aprendemos a través de las imágenes. Cuando diriges una película hacia territorios nuevos es un gran desafío", asegura Villeneuve. El cineasta reivindica el poder y las huellas del cine, y lo explica con un ejemplo personal: "La primera vez que creé violencia ante la cámara paré de inmediato porque me di cuenta de que todo lo que sabia sobre el asunto  venía del cine. Habia visto algún acto violento, ido a sitios donde es un problema serio o me encontré con gente que asistió a escenas muy duras. Pero yo nunca la he vivido ni he estado en guerra. Me han disparado, pero nada serio".

¿Cómo? ¿"Nada serio"? Inevitable preguntarle al director por ese episodio: "Ocurrió en Camboya. Estaba en la jungla por la noche y hubo un tiroteo entre los jemeres rojos y el ejército. Estaba a punto de dormirme y de repente las balas empezaron a silbar. Pero fue casual, obviamente yo no era el objetivo".

También es consciente de otro obstáculo a su método: “La referencia de la película fue el arte de James Turrell, pero lo cierto es que si has nacido en los sesenta y haces un filme sobre extraterrestres estás influido por Spielberg. No puedo negarlo, era mi héroe de adolescencia”. Así como amaba a los cómics de Moebius o Bilal y todo lo que en los sesenta y setenta tuviera que ver con la ciencia-ficción. Por eso no veía la hora de dirigir un filme así. Solo esperaba la historia correcta: “La mayoría están escritas para adolescentes”.

Aunque, una vez a bordo, descubrió que el camino hacia mundos inexplorados es una cuesta empinada: “Pensé que sería divertido, pero a los 15 minutos se convirtió en una pesadilla. Es muy difícil imaginar y crear seres que nunca han sido vistos y que tengan sentido”. Y todavía más complejo es su próximo filme: la secuela de Blade Runner, con Harrison Ford y Ryan Gosling, y que se rodó también en España.

Una incógnita

“Es El desafío. Me adentro en un universo creado por otro, cada decisión me quita el aliento. Aunque Ridley Scott me ha dejado libertad absoluta. Necesito ser fiel a la original, pero tengo mi sensibilidad. No tengo ni idea de cómo va a ser recibida. Estamos flirteando con el desastre”, es todo lo que el cineasta se puede explayar. Bueno, eso y que después se tomará un descanso: “Necesito oxígeno”.

Porque desde Incendies, en 2010, no ha parado. Y acabó donde nunca pensó: en Hollywood. “Me invitaron y me supuso un dilema. No quería hacer Una rubia muy legal 5 o algo por el estilo. Creatividad y libertad son esenciales para mí. Fui para probar, sabiendo que me estrellaría”. Pero Prisioneros fue otro triunfo, y se quedó. Hasta le ha cogido el gusto: “Ahora los proyectos de ese alcance son los que me atraen”. Eso sí, trata de seguir fiel a su credo. Y en La llegada impuso sus reglas. Las naves extraterrestres aterrizarían en zonas distintas del planeta, como África o América Latina, y se escucharían varias lenguas. Así se lo explicó a los productores. Ellos, estadounidenses, querían poner el foco solo en su país. Él exigió “meter a los demás en la película”. Hacían falta más idiomas. Y más visiones del mundo.

EL PAÍS



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