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jueves, 26 de noviembre de 2020

Amos Tutuola / Mi vida en la maleza de los fantasmas / Introducción

 



Amos Tutuola

 Mi vida en la maleza de los fantasmas

INTRODUCCIÓN

AMOS Tutuola nació en Abeokuta, una de las ciudades más grandes del oeste de Nigeria. Pertenece al pueblo yoruba, famoso por sus esculturas y poseedor de una extensa mitología en la que abundan los temas religiosos y fabulosos. Abeokuta, cuyo nombre significa «debajo de la roca», se extiende al pie de unas colinas coronadas por gran cantidad de rocas graníticas. La ciudad es una mezcolanza de edificios nuevos y viejos, una mezcla de culturas, como lo sugieren los libros de Tutuola. Junto a modernas iglesias y mezquitas aparecen antiguos templos de barro cuyas pinturas y esculturas eran más numerosas en tiempos pasados que hoy en día. Dos veces en el presente libro quien vaga por la maleza de los fantasmas está a punto de ser sacrificado a un dios.


    Amos Tutuola nació en 1920, hijo de un protestante cultivador de cacao. Cuando tenía doce años fue a la Escuela Central Anglicana, en Abeokuta, pero tuvo que dejarla cinco años más tarde al morir su padre. Tutuola fue a Lagos en 1939 para aprender el oficio de herrero, que luego ejerció en la aviación nigeriana desde 1942 hasta 1945. Luego trabajó para el Ministerio de Trabajo, para la Radiotelevisión Nigeriana como almacenero, y se retiró en 1976. Actualmente vive en Ibadán.
    La literatura de Tutuola es original y sumamente imaginativa. Su vivido estilo, basado en el inglés que se habla en África Occidental, no es pulido ni sofisticado, pero da a sus relatos una energía infrecuente. Prefiere escribir en inglés a hacerlo en su lengua materna, el yoruba, porque ha utilizado el inglés durante muchos años y, como otros escritores, para poder llegar a un público más amplio, a quien este material localista puede ofrecer mayor interés. Tutuola no ha forzado su material para darle formas correctas o rígidas, puesto que su propósito es contar las historias tal como se agolpan en su imaginación.
    Su narración es verdaderamente africana. Es una fantasía conformada por la fértil imaginación del autor. Tiene un peculiar carácter de pesadilla, y uno siente el desconcierto y el miedo, la repugnancia y la desesperación, pero también la embriaguez y la exaltación que experimentaría en compañía de fantasmas. Las historias son auténticos mitos africanos, tal y como se cuentan en innumerables aldeas en torno al fuego o a la luz de la luna tropical. Muchos africanos me han dicho: «Mi abuela nos contaba historias semejantes». Tutuola me ha comentado que él y sus compañeros de juegos infantiles escuchaban estos cuentos por la noche en sus granjas.
    Amos Tutuola ha tomado la mitología tradicional y la ha hecho encajar dentro de su personal patrón. Predomina en este libro un tema muy conocido: lo que le sucede a un mortal que se extravía en el mundo de los fantasmas. Pero, además, el autor lo enriquece con la introducción de creencias populares como la de los «fantasmas ladrones», niños que han muerto tempranamente y renacen una y otra vez y son fantasmas verdaderamente fastidiosos que vienen a molestar y robar a sus desgraciados padres. También tenemos el «Valle de Pierde o Gana», que hay que cruzar desnudo, un acertijo de fácil solución. En otra parte encontramos a las brujas que se reúnen para devorar a una víctima sacada de la familia de una de ellas. Pero todas estas ideas están integradas en la historia y son vividas por el autor. Comprendí cuán profundamente vivía dentro de su propia narración cuando pregunté a Tutuola el porqué del orden aparentemente fortuito de los pueblos de los fantasmas. Me respondió sencillamente: «Ese es el orden en que llegué a ellos».
    Desde el segundo capítulo, en el que el muchacho perdido es llamado por el Fantasma Dorado, el Fantasma Plateado y el Fantasma Cobrizo, capturado por el repugnante Fantasma Apestoso, transformado en caballo y luego en vaca, y más tarde atrapado por un Fantasma Sin Hogar, el lector se ve impulsado a seguir sus extrañas aventuras. Uno acompaña al autor en su insomne pesadilla. El miedo está presente a lo largo de todo el libro. Si alguien duda de que hay miedo en la vida africana, el relato de Tutuola lo convencerá de que es algo real. La maleza desconocida con sus aterradores espíritus que extienden sus tentáculos como los árboles de un dibujo de Arthur Rackham, es un lugar pavoroso. Los cuentos de hadas pueden dar miedo, pero este cuento es más terrorífico que los de Grimm porque su asunto es más profundo y forma parte de las creencias de millones de africanos en la actualidad.
    La «Maleza» en la cual viven los fantasmas es el corazón de la selva tropical, la impenetrable espesura que queda incluso después de haber talado una parte de la selva para cultivar la tierra. Como saben todos los cazadores y viajeros, los mortales que se aventuran en ella corren grave peligro. Nadie se atreve a entrar allí de día y mucho menos a acercarse por la noche. En otro manuscrito Tutuola dice que, además de la Maleza Reservada y la No Reservada fijadas por el gobierno, existe la Maleza Reservada Nativa. «Está estrictamente fuera de los límites tanto para los blancos como para los negros, porque es únicamente para los fantasmas muertos y los jujús malos… Si entras en ella no puedes encontrar el camino para salir y tampoco puedes llegar nunca hasta el final».
    Los lectores de The Palm-Wine Drinkard recordarán la Ciudad de los Muertos, donde están los espíritus de los que ya partieron. Los fantasmas del presente libro son distintos de aquellos mortales fallecidos. Todos ellos son seres que nunca han vivido en la tierra, espíritus peligrosos y malvados. Son criaturas de Dios pero diferentes de los hombres; nunca envejecen ni mueren. Los muertos pueden vivir con ellos y aquí conoceremos a dos, pero se trata de personas que murieron antes de su hora y por eso pueden vivir con los espíritus sin edad.
    Al mismo tiempo que relata temas antiguos, la historia refleja la situación de los africanos bajo el influjo de las ideas y los gobiernos europeos. Las antiguas creencias prevalecen aún en esta mitología, pero están impregnadas de toques modernos. Así, encontramos iglesias, escuelas y agentes de la Corona en el Décimo Pueblo de los Fantasmas, y al Reverendo Diablo haciendo un bautismo de fuego y agua caliente en el Octavo Pueblo. Más tarde hallamos a una fantasma que tiene televisión en la mano, descrita por un hombre que nunca había visto la televisión.

    Este libro es fascinante desde el punto de vista puramente narrativo. También tiene valor científico. El antropólogo y el estudiante de religión comparada encontrarán aquí buena parte de la mitología de África Occidental aún no recogida. Recorren el libro temas relativos a la naturaleza de la muerte, el miedo o la enfermedad.
    En el proceso de iniciación a los misterios del mundo de los fantasmas hay etapas discernibles que enlazan con los ritos de las sociedades secretas y los cultos religiosos. Quien vaga por la maleza, después de los horribles sufrimientos del principio, aprende gradualmente el idioma de los fantasmas y se casa con dos de ellos. Permanece veinticuatro años en la maleza, hasta que casi pierde el deseo de regresar.
    Además, la obra es un interesante ejemplo de «contacto de culturas», lo cual es hoy terreno del estudiante como ayer lo fue el «indígena en estado natural». ¿Hasta dónde han penetrado las ideas cristianas? ¿Han alterado o desplazado a las antiguas creencias? Este libro contribuye a dar respuesta a esas preguntas. Los estudiantes y los lectores en general pueden encontrar aquí la posibilidad de formarse una idea de la mentalidad de un africano moderno pero tradicional, y comprender a esas personas es importante dentro de los contactos interraciales de hoy en día. Sabemos mucho de la economía, la organización social y la estructura política africanas y de las modificaciones que han sufrido en este siglo, pero qué difícil es entender los pensamientos de otras razas, incluso de aquellas que superficialmente se parecen a nosotros, y mucho más de aquellas cuyas tradiciones han estado tan separadas de las nuestras.
    Los psicólogos encontrarán interesante el libro, especialmente los que siguen las enseñanzas de Jung sobre la mitología y los arquetipos del inconsciente. La morbosa fascinación por la suciedad, la sangre, las serpientes, los insectos, los olores, la fealdad, la deformidad, la desproporción y todo lo que es grotesco está presente a lo largo del libro. El muchacho extraviado sufre más transformaciones que Alicia en el País de las Maravillas. En medio de su máxima angustia y estando en cautividad, se embriaga de tal forma con el humo de la gigantesca pipa de tabaco que le obligan a fumar que «olvidé todas mis penas y empecé a cantar las canciones terrenales que las penas me habían impedido cantar desde que entré en esta maleza». Estando en gran peligro debido a una persecución se queda tan fascinado por la extremada fealdad de una fantasma que se siente impelido a detenerse y mirarla a la cara: «su feo aspecto era tan curioso para mí que la perseguí mientras ella corría, para ver su fealdad claramente a mi entera satisfacción». Al final el muchacho llega a adaptarse tan bien al mundo de los fantasmas que, como Perséfone, se resiste a abandonarlo; «no quería ir a mi dudad otra vez, hasta decidí que no iría para siempre». Cuando al fin encuentra el camino, el regreso es fácil e inmediato. Pero se nos dice que tiene sueños premonitorios acerca de su asistencia al siguiente centenario de la Sociedad Secreta de los Fantasmas.
    Mi vida en la maleza de los fantasmas fue escrita después de The Palm-Wine Drinkard . No es en ningún sentido una continuación de esta novela, sino una historia totalmente nueva. No trata de «Muertos», sino de los espíritus de las tierras vírgenes. Estos seres anormales nos recuerdan las creaciones de Bunyan y Dante. La narración constituye un todo coherente y la última frase, «Esto es lo que hizo el odio», enlaza con el primer capítulo en el que se nos revelan los celos de un hogar polígamo, los cuales hacen que un niño, que no sabe lo que es «bueno» o «malo», tenga que enfrentarse solo a los terrores de la maleza de los fantasmas.
    El libro ha sido corregido para eliminar los errores más graves, suprimir ambigüedades y restringir las repeticiones. Pero se ha conservado el sabor original del estilo para mantener el atractivo de estas fantasías africanas.
    Geoffrey Parrinder
    King’s College
    Universidad de Londres
    NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN : La traducción de Mi vida en la maleza de los fantasmas intenta ser fiel al estilo primitivo y tosco del original, más próximo al relato oral que al texto escrito, y conservar la defectuosa sintaxis propia de quien no domina el inglés. Para ello he procurado emplear un castellano incorrecto, pero sin caer en la jerga, tratando de que sea comprensible y fluido y a la vez respete las repeticiones, las faltas de lógica y las ocasionales palabras cultas que caracterizan la prosa del autor.
    M. de J.




Amos Tutuola
Mi vida en la maleza de los fantasmas






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