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jueves, 26 de noviembre de 2020

Amos Tutuola / El bebedor de vino de palma




Amos Tutuola
El bebedor de vino de palma

Cristina Crenchiglova y Manolo Malpartida
31 de marzo de 2014

Título original : The palme wine dinkard and his palm wine tapsterin the Dead’s Town.

Año de publicación : 1952

Título en portugués : O bebedor de vinho de palmeira e seu vinhateiro morto na Cidade dos Mortos.

Año de esta edición : Sin año especificado

Editora : Círculo do Livro

Traducción : Eliane Fontenelle

Carátula : Claudia Scatamacchia.


¿Cómo podría imaginar lo que estaba por descubrir al decidir abrir este pequeño y antiguo libro? Sólo las tres primeras páginas están exentas de la delirante fantasía que abunda en el resto de esta novela, o nouvelle, puesto que son 144 pequeñas páginas que se devoran rápidamente y que nos hace ingresar a un mundo fantástico donde siempre el bebedor de vino de palma (nuestro narrador) se topará con todo tipo de criatura, cada cual más alucinante que otra, personajes mitológícos de una trama afiebrada que coloca a su autor, Amos Tutuola (Abeokuta, 1920 – Ibadán, 1997) junto a grandes nombres de la literatura fantástica de todos los tiempos.

La historia tiene un inicio simple, cuando nuestro narrador nos informa cuán borracho es, enterándonos las cantidades industriales de vino de palma que llega a ingerir, y los innúmeros amigos que lo rodean para también poder beber descontroladamente junto a él, hasta que un hecho fortuito cambiará su destino: la muerte de Baity, su hacedor de vino. Ahí comienza una fatigante busca del alma de este personaje por parte de nuestro narrador, desposando en un villarejo a la hija de un rey quien lo acompañará en su aventura, ambos tendrán por destino la Ciudad de los Muertos, y es en el inicio de ese andar que se revela ante nosotros una historia fabulosa, con personajes probablemente sacados y fabulados de la cultura yoruba. También él (nuestro narrador) se nos revela como un poderoso hechicero, capaz de cambiar de forma y de tamaño para engañar a sus futuros captores, espíritus imperecederos que encontrarán por doquier: desde la Muerte a quien tentarán timar; personas que caminan hacia atrás; furiosos bebés marchantes que atacan en grupo; todo un pueblo de color rojo en una ciudad roja; habitantes de una montaña que danzaban todo el tiempo y que enfurecían si por el cansancio nuestro narrador y su esposa dejaban de hacerlo; nuestro narrador trataba de animarse recordando que había vendido su muerte, por ende, no podría morir, pero sentía mucho miedo pues no había vendido su miedo; no parece haber límite para ese ejercicio de fantasía del que Amos Tutuola hace gala aquí.





La narración por muchos momentos parecen historias recogidas a través de generaciones, transmitiendo aquello de que en la opulencia sobrarán los amigos y en la desdicha la gran mayoría te abandonará. También está la interpretación que esta fascinante historia es una dura crítica al consumismo occidental adoptada en Nigeria. Hubo un gran revuelo en su país al ser publicada ( recién en 1952, aunque fue concluida en 1946) con la excusa de dar una mala imagen de los nigerianos plasmando al personaje principal como alcohólico, supersticioso y con un inglés deplorable pero también recibió el apoyo de su compatriota, el escritor Chinua Achebe y del británico Dylan Thomas.

Quizá debí sospechar tanta fantasía al ver la hermosa carátula de Claudia Scatamacchia; le cae como un guante de seda. El poeta ecuatoguineano Justo Bolekia reivindicó una "literatura que mire hacia dentro, no hacia el mundo que nos civilizó". Quizá esta primera obra de Tutuola es un guiño a un universo totalmente fascinante como lo debe ser el africano, y donde su literatura no está exenta de esta particularidad, felizmente.





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