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miércoles, 12 de agosto de 2020

La amistad de Pla y Delibes / Dos huraños con boina



Josep Pla y Miguel Delibes en Palafrugell, en 1969.
Josep Pla y Miguel Delibes en Palafrugell, en 1969. FUNDACIÓN M. DELIBES

La amistad de Pla y Delibes, dos huraños con boina

La sede cultural de la Generalitat en Madrid acoge una comparativa de los dos autores del XX más apegados a su tierra


Elisa Silió
Madrid, 20 de octubre de 2017

Al prosista catalán Josep Pla y al vallisoletano Miguel Delibes les distanciaron 827 kilómetros de carretera y 23 años. Pero les unieron muchas más cosas: compartieron un mismo editor y amigo, José Vergés; amonestaciones de los censores franquistas, un carácter huraño y artículos en la revista Destino. Y, ante todo, les ligó una literatura marcada por su enorme arraigo a Cataluña y Castilla. Por eso la Fundación Miguel Delibes y la Cátedra Josep Pla perfilaron durante tres años una comparativa de sus figuras en una jornada que se ha celebrado este viernes en Blanquerna, el espacio cultural de la Generalitat en Madrid. El ambiente fue muy cordial pero cargado de estupor, a escasos días de que se intervengan funciones de la Generalitat y cuando, tras el referéndum catalán, Ediciones Destino (Planeta), el sello de ambos, ha decidido cambiar su domicilio social a la capital.
Xavier Pla, de la Cátedra Josep Pla (Universidad de Girona), recordó la “acogida entusiasta” de Blanquerna al proyecto y su vigencia en tiempos de división: “La literatura tiene que ser un espacio crítico de diálogo y libertad”. Una idea en la que ahondó Gabriel Planella, jefe de programación de Blanquerna: “En un momento en el que el diálogo político no es fluido, con más puntos flojos que fuertes, al menos un espacio cultural tiene que dar cabida al diálogo y la libertad”. Y volvió a ello el escritor Valentí Puig, que puso a Pla y Delibes como ejemplo de la amistad que siempre ha unido a literatos castellanos y catalanes.
La carrera literaria de Delibes (Valladolid, 1920-2010) no se entiende sin Cataluña. El Premio Nadal de Ediciones Destino le dio a conocer en 1948 con La sombra del ciprés es alargada y desde entonces su fidelidad a Vergés fue inquebrantable. No solo publicando en Destino, sino en su revista Vida deportiva, en la que actuaba de cronista de los partidos del Barça en Valladolid.






Página del dietario de Josep Pla del día 1 de enero de 1956.
Página del dietario de Josep Pla del día 1 de enero de 1956. ARCHIVO FRANK KEERL PLA


Desde muy pronto Delibes mostró interés en conocer a Pla (Palafrugell, 1897—Llofriu, 1981). “Podríamos encontrar un hueco para ir a conocer a Pla, uno de mis viejos deseos insatisfechos”, escribía a Vergés en 1967. Se conocieron en la casa del segundo en Palafrugell, en 1969. Pero Delibes, que propuso a Pla para la Real Academia, no logró que le devolviese la visita. “El hombre empieza a estar ya un poco viejo y en invierno se encierra en su casa cerca del fuego y no para de escribir”, le excusó Vergés. Del millar de cartas que el editor se cruzó con Pla, con un gran ascendente sobre él, apenas se conoce un centenar, por lo que no ha trascendido su opinión de Delibes, más allá de que le consideraba el mejor novelista español de posguerra.
En la jornada celebrada ayer, bajo el título Josep Pla y Miguel Delibes. El escritor y su territorio, se recordó como ambos estudiaron Derecho y dirigieron sus pasos hacia el periodismo, una escuela de observación que marcó su literatura. “Hay en los dos una aparente rusticidad que es fingida”, opinó la filóloga Blanca Ripoll, de la Universidad de Barcelona. “Pla, que fue corresponsal en medio mundo antes de la guerra y que conoció la Barcelona cosmopolita, se refugió en el Empordà para llevar una vida austera, conectada con el mundo rural y marinero, aunque luego difundía esta vida desde todas las atalayas posibles”, prosiguió Ripoll. Una distancia entre el narrador sus textos y la persona que, según el novelista Gustavo Martín Garzo, no se repitió en Delibes, que actuó siempre con una “coherencia absoluta”, que se agrandaba al conocerle.Pere Gimferrer, pese a ser catalán, contó con ironía como apenas coincidió una vez con Pla en un Premio Nadal y este le despachó con un “Usted escribe un dietario”. Trató, sin embargo, más a Delibes, como académicos de la RAE y por carta y teléfono, sobre las últimas obras del vallisoletano.
La afición al campo de ambos se evidenció hasta cuando se cubrían la cabeza. “La boina de Pla era una declaración de principios cósmicos”, escribió Manuel Vázquez Montalbán. Mientras que para Francisco Umbral, Delibes era “un castellano universal que lleva boina como tapadera”.
Pese a su gusto por el pueblo, ambos viajaron mucho y, como buenos periodistas, dejaron testimonio en crónicas. Al entrar en la bahía del Hudson en 1954, Pla se admiró ante los rascacielos de Nueva York, que comparó con “un haz de espárragos”, mientras Delibes encontró en ellos semejanzas con la selva sudamericana.
Pío Baroja, amigo también de las boinas, se convirtió en el tercer protagonista. “Los tres fueron antimodernos. No reaccionarios, sino pensadores conservadores que lucharon contra el progreso mal entendido, vendido al capitalismo más rapaz”, sostuvo Francisco Fuster, de la Universidad de Valencia. Un pensamiento que, en opinión de Francesc Montero de la Universidad de Girona, se expresa en La calle estrecha (Pla) y El camino (Delibes), donde ambos recrean los cambios del progreso. Emili Rosales, editor de ambos, terminó el acto como había empezado, subrayando la necesidad de mejorar la convivencia en España.



“¿SOY UN ESCRITOR GRIS EN EL FONDO O EN LA FORMA?”


Josep Pla y Miguel Delibes se profesaban una gran admiración expresada en más de una ocasión, pero hubo un malentendido. El 10 de enero de 1977 Delibes —alérgico al televisor hasta el Mundial del 82— escribió a su editor, José Vergés, con el orgullo herido: “Algunos amigos me dicen que Pla afirmó en A fondo, en TV, que soy un escritor gris. Me gustaría saber si en el fondo, la forma o en las dos cosas”. Y Vergés, amigo de ambos, le contestó conciliador nueve días después: “En A fondo Pla no dijo que fueras un escritor gris. Yo estaba presente cuando le hicieron la entrevista y, al preguntarle cuál era el escritor que más admiraba, dijo que Baroja. Inmediatamente le preguntaron cuál era de los novelistas españoles de ahora el que consideraba el mejor y dijo que Miguel Delibes. Hizo una pausa y agregó: ‘Pero en su tono grisáceo’. No citó a ningún otro escritor actual. Conociendo a Pla, sé que esto es un gran elogio para ti, a pesar de lo del tono grisáceo, que en definitiva no sé bien lo que quiere decir”.
EL PAÍS


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