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domingo, 19 de julio de 2020

Astrólogo, millonario e icono ‘queer’ / Cómo Walter Mercado se atrevió a todo cuando nadie lo hacía





Walter Mercado, el estrafalario vidente, fotografiado en 2001.
Walter Mercado, el estrafalario vidente, fotografiado en 2001. Getty Images


Astrólogo, millonario e icono ‘queer’: cómo Walter Mercado se atrevió a todo cuando nadie lo hacía

La llegada a Netflix del documental 'Mucho mucho amor' recuerda la figura del astrólogo, una celebridad en América que en el resto del mundo fue conocido, más bien, por unas túnicas y estilismos que rompieron muchas barreras en plenos años setenta


10 de julio de 2020
"Si eres distinto, sigue siéndolo. No te preocupes. Ser diferente es un don. Ser normal es lo común”, le dijo Aída María Salinas Vidal a su hijo Walter (Ponce, Puerto Rico, 1932). El niño no se parecía a los demás chicos de su edad. Ni siquiera compartía las aficiones de su hermano Henry o de su padre José María Mercado. No le gustaba cazar, hacer deporte o plantar caña de azúcar. Prefería pasar el rato leyendo, tocando el piano junto a su madre, bailando o interpretando obras de teatro. A todas estas actividades, inusuales en un varón nacido en la localidad puertorriqueña de Ponce durante los años treinta, se sumaría otra más que resultó verdaderamente extraordinaria.


Un día, un pájaro cayó agonizante en el patio de la casa familiar. Walter lo cogió en sus manos, comenzó a rezar por él, le dio palabras de aliento, sopló en su pico y el ave desentumeció sus alas y emprendió el vuelo

Un día, un pájaro cayó agonizante en el patio de la casa familiar. Walter lo cogió en sus manos, comenzó a rezar por él, le dio palabras de aliento, sopló en su pico y, como si le hubiera insuflado ese hálito de vida del Génesis, el ave desentumeció sus alas y emprendió el vuelo. El hecho fue presenciado por una vecina y no paso mucho tiempo hasta que la casa familiar de los Mercado se llenó de personas que deseaban tocar y ser tocados por el niño que, a partir de entonces, comenzaría a ser conocido como “Walter milagro”.
A pesar de su fama de sanador y de su interés por el horóscopo, el tarot, la religión católica, el sincretismo afrocaribeño o el budismo, el Walter adolescente prefirió abandonar la magia y enfocar su vida al mundo del espectáculo. Alto, con buena planta y bien parecido, el muchacho se convirtió en un popular actor de telenovelas y teatro. De hecho, fue mientras promocionaba Tríptico del amor, del dolor y de la muerte de Clara Cuevas en un programa de televisión, cuando su vida cambiaría para siempre.
Corría 1969. Walter Mercado acudió al programa del presentador Elin Ortiz en la red Telemundo ataviado con la ropa con la que aparecía en esa obra: maquillado como un príncipe hindú, con una túnica blanca y adornado con bisutería. Sin embargo, al comenzar la entrevista, Ortiz dejó a un lado todo lo referente a Tríptico del amor, del dolor y de la muerte y comenzó a preguntarle a Mercado sobre el zodiaco. El actor aprovechó para hacer un repaso a todos los signos con esa facundia, extroversión e histrionismo que le harían popular. Al acabar su intervención, la centralita estaba colapsada por las llamadas entusiastas de los espectadores. A continuación, uno de los directivos de la cadena se presentó en el plató y, a partir del día siguiente, Walter Mercado tuvo en el programa de Elin Ortiz un espacio diario de quince minutos. No necesitó ni uno más. Tres meses después estrenaba su propio espacio de una hora de duración: Walter, las estrellas y usted.

Paz y mucho amor

Después del éxito de esa primera aparición, Walter Mercado decidió explotar esa diferencia de la que hablaba su madre. Siempre que salía en televisión lo hacía vistiendo llamativas túnicas, notoriamente maquillado y con un voluminoso peinado que se mantenía en pie a fuerza de laca y a costa de la capa de ozono. A todos esos detalles, que le conferían un extraño aspecto andrógino, se sumaba su sugerente forma de mover las manos, perfeccionada durante su etapa como bailarín. Aunque el conjunto podía recordar al pianista Liberace, el astrólogo resultaba tan exótico, que hacía pensar que todo lo que sabía de los astros se debía a que realmente procedía de otro planeta.




El astrólogo Walter Mercado fotografiado en 1997.
El astrólogo Walter Mercado fotografiado en 1997. Getty Images


No obstante, más allá de lo extravagante de su propuesta, lo que de verdad encandiló al público puertorriqueño fue su positivismo, humor y bonhomía a la hora de presentar los acontecimientos de los diferentes signos. A diferencia de otros astrólogos, Mercado no hablaba de catástrofes o desgracias sino de momentos propicios, de oportunidades, de retos para mejorar dejando a un lado los miedos y las amenazas. Además, acuñó una optimista frase de despedida que pasó a formar parte de la cultura popular latina: “Y que Dios los bendiga a todos hoy, mañana y siempre. Y que reciban de mí siempre paz, mucha paz, pero sobre todo mucho, mucho, mucho… amor”.


Siempre que salía en televisión lo hacía vistiendo llamativas túnicas, notoriamente maquillado y con un voluminoso peinado que se mantenía en pie a fuerza de laca y a costa de la capa de ozono

Esa popularidad se vio incrementada cuando la comunidad gay vio en Mercado un referente que demostraba que se podía triunfar en el mundo de la televisión sin tener que ocultar la condición sexual. Una conclusión que se basaba más bien en guiños, mensajes velados y códigos compartidos que en pruebas fehacientes pues, a pesar de mostrarse en pantalla con tanta naturalidad, Mercado siempre fue reacio a hablar de su sexualidad. Una negativa que respondía no solo a que ese aspecto de su vida pertenecía a su ámbito privado, sino al riesgo que hubiera supuesto para su carrera afirmarse homosexual en la sociedad puertorriqueña de los setenta, ochenta y noventa, que no era precisamente gay friendly.
“Puerto Rico era una pequeña isla y yo iba cien años por delante”, recuerda el astrólogo en un momento de Mucho mucho amor: La leyenda de Walter Mercado, documental de Netflix dirigido por Cristina Constantini y Kareem Tabsch, los cuales tuvieron acceso a la casa del astrólogo en la que rodaron detalles íntimos, como rincones decorados con retratos de Oscar Wilde y libros con títulos como Gay World. Pistas suficientes como para no tener que dar más explicaciones y que traen a la memoria la respuesta que el cantante Juan Gabriel le dio a un periodista del programa Primer Impacto de la cadena Univisión, cuando este le preguntó sobre su sexualidad: “Lo que se ve no se pregunta, m’hijo”.

Mercado internacional

Sería justamente en la cadena Univisión y en el programa Primer Impacto en los que Mercado alcanzaría su fama internacional. Para ello fue necesario que entrase en escena Guillermo “Bill” Bakula, un impulsivo joven que, tras ver le éxito del astrólogo, se presentó en su consulta particular y pidió que le echara las cartas. Al finalizar la sesión, Bakula le enseñó al astrólogo bocetos de unos decorados que había pensado para sus programas, le habló de nuevas posibilidades de negocio y, finalmente, se ofreció como representante. A pesar de lo extraño del encuentro, Walter Mercado aceptó.




Walter Mercado en una de sus últimas apariciones públicas: en la inauguración de la exposición que se le dedicó en Miami.
Walter Mercado en una de sus últimas apariciones públicas: en la inauguración de la exposición que se le dedicó en Miami. Getty Images


De la mano de Bakula la figura del astrólogo adquirió una nueva dimensión. Si bien su público era principalmente hispano, sus predicciones se podían ver en todo Estados Unidos a través de la cadena Univisión, sus libros de predicciones se tradujeron al inglés, al portugués o al ruso, grabó discos y, cuando en los noventa aparecieron las líneas de tarificación especial, fue uno de los primeros en poner en marcha una consulta telefónica que llegó a tener cuatro mil videntes atendiendo el teléfono y medio millón de clientes fijos.


Durante años, fueron muchos los que se preguntaron qué había sido de Walter Mercado. Uno de ellos, Lin-Manuel Miranda que, cuando era niño, veía a Mercado en la televisión junto a su abuela puertorriqueña

A mediados de los noventa, Walter Mercado era una máquina de hacer dinero y aunque había riqueza para todos, a Bill Bakula no le pareció suficiente. En 1995, el representante le propuso un nuevo contrato para gestionar su carrera profesional. Tras su firma, una empresa administrada por Bakula pasaría a ser la propietaria de los derechos de las apariciones en televisión de Mercado, así como de los rendimientos de su producción editorial, de los de cualquier otro proyecto en el que participase e incluso de su nombre que, a esas alturas, ya era una marca comercial consolidada y de gran valor. Por si las condiciones no fueran suficientemente leoninas, el contrato establecía que su vigencia era de por vida y, como correspondía a un personaje vinculado a las estrellas, para todo el universo.
El entorno de Walter Mercado solo fue consciente del abuso al que había sido sometido cuando los pagos que Bakula estaba obligado a realizar en virtud del acuerdo comenzaron a demorarse. Aunque los abogados de Mercado intentaron renegociar las condiciones, Bakula se negó y el astrólogo demandó al representante ante los tribunales. No obstante, antes de emitir un veredicto, el magistrado dictaminó de manera cautelar que Walter Mercado no podía aparecer en medios de comunicación con su nombre. El astrólogo cumplió, sin sospechar que la lentitud de la justicia provocaría que esa medida temporal se convertiría en algo casi definitivo.

Pieza de museo

El litigio judicial se alargó durante años. Aunque la sentencia resultó favorable para Walter Mercado, el proceso lo dejó agotado, con secuelas físicas, emocionales y con una considerable merma económica derivada de los gastos de defensa, que no solo tuvo que ser ejercitada en tribunales estadounidenses, sino también en países como México, Puerto Rico o Argentina. Si bien hizo algún intento de regresar a la televisión, el astrólogo entendió que su tiempo había pasado y decidió retirarse para vivir tranquilo en su casa de Puerto Rico.




Imagen promocional de Walter Mercado, que no era precisamente minimalista en sus estilismos.
Imagen promocional de Walter Mercado, que no era precisamente minimalista en sus estilismos. Getty Images


Durante años, fueron muchos los que se preguntaron qué había sido de Walter Mercado. Uno de ellos, Lin-Manuel Miranda que, cuando era niño, veía a Mercado en la televisión junto a su abuela puertorriqueña. El actor y creador del musical Hamilton pudo salir de dudas en enero de 2019 cuando los responsables de Mucho mucho amor: La leyenda de Walter Mercado organizaron un encuentro entre el dramaturgo y el astrólogo que, como cortesía, le obsequió con su carta astral.
En agosto de ese mismo año, Walter Mercado volvería a aparecer en público después de años de retiro con motivo de la exposición Mucho, Mucho Amor: 50 Years of Walter Mercado organizada por el History Miami Museum. La muestra recorría, a través de su vestuario, sus libros, joyas, vídeos, carteles, esculturas, imágenes promocionales y fotografías familiares, la vida del astrólogo. El evento fue cubierto por numerosos medios de comunicación y la fiesta de apertura permitió a Mercado reencontrarse con varias generaciones de fans.
Allí estaban los abuelos y abuelas latinos que emigraron a Estados Unidos, sus hijos e incluso sus nietos, para los que el astrólogo es un icono queer. A pesar de que estaba delicado de salud y apenas podía caminar, Mercado no quiso perderse la cita y dio lo mejor de sí para atender a los periodistas y mostrarse ante sus invitados como en los viejos tiempos. Precedido por un grupo de bailarines con toga, entró en la sala sentado en un trono dorado, saludó a los asistente y se hizo fotos con todo aquel que se lo pidió.
Pocos meses después de ese acto, el 2 de noviembre de 2019, Mercado falleció en San Juan de Puerto Rico a los 87 años. Fue velado en una funeraria local ataviado con un traje de terciopelo tornasolado que cambiaba de violeta a azul marino y su habitual cargamento de joyas. El día de su entierro, las autoridades decretaron una jornada de luto en la que las banderas de todos los edificios públicos ondearon a media asta, en honor de uno de sus ciudadanos más destacados, que llevó a Puerto Rico por el mundo mucho antes de que Bud Bunny naciera.

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