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lunes, 21 de agosto de 2023

Robert McKee / “El cine como arte no está en peligro, como medio sí. Se acabará lo de sentarse en una sala”



Robert McKee


Robert McKee: “El cine como arte no está en peligro, como medio sí. Se acabará lo de sentarse en una sala”

El gran maestro de guionistas imparte su seminario en Madrid y asegura: "La esencia de una película nace del guionista. El director y los actores son intérpretes de su partitura"


Gregorio Belinchón
Madrid, 26 de noviembre de 2019


Robert McKee, el gran teórico de guion, ayer en Madrid.
Robert McKee, el gran teórico de guion, ayer en Madrid. KIKE PARA

No busque el nombre de Robert McKee (Detroit, 78 años) en ninguna enciclopedia de cine: su obra como guionista apenas abarca un puñado de capítulos de series de televisión. Sin embargo, sus libros, como El guion o El diálogo (en España, Alba Editorial), han vendido millones de ejemplares, a sus seminarios se han apuntado miles de guionistas (él calcula que más de 50.000)... McKee es la referencia mundial cuando se habla de guion. Uno de sus alumnos, Charlie Kaufman, le sacó como secundario en Adaptation. El ladrón de orquídeas, y McKee eligió a Brian Cox para que le interpretara. En su web alardea de que sus alumnos han ganado más de 60 Oscar y 200 Emmy. Desde hoy imparte un curso de cuatro días —si se hace completo supera los 900 euros de matrícula— en la Escuela de Cine de la Comunidad de Madrid: los tres primeros los compone su famoso seminario Géneros, dedicado a la comedia, la acción y el terror. El sábado lo dedicará a las series de televisión, formato en el que McKee ha logrado aún mayor eco de sus enseñanzas.

¿Y qué enseña alguien que odia la palabra gurú? “Que la historia es el corazón de las artes. Que se puede aprender a ser buen guionista porque no solo se depende de las musas, y que triunfará el que trabaje más duro. Que hay una serie de verdades o valores universales humanos, como el deseo, la crisis, el conflicto, que se repiten generación tras generación, y que el guionista tiene que darles un aspecto actual. Que las historias son metáforas de la vida y estar vivo significa estar en conflicto perpetuo”. ¿Podría existir el ser humano sin la capacidad de crear historias? “Puede, aunque alguien lo haría por él [risas]. No existiríamos sin la facultad de compartir experiencias, y eso se hace contando historias. Si un ser humano crece en la selva, sin nadie alrededor, sería un salvaje, como un animal que se alimenta, protege y reproduce sin más, de forma primitiva. En Estados Unidos hay una famosa cita que dice: ‘Las historias son herramientas para la vida’. Y yo añadiría en el arte”. El profesor tose, pero no pierde carrerilla: “Con las historias, cuando transmites una experiencia, puedes cartografiar un camino vital: si haces esto, pasará aquello. Puedes así lidiar con sentimientos más grandes, como, por ejemplo, el deseo. Y hay un peligro, por supuesto. Cuando la narrativa va mal en una sociedad, llega la decadencia. Ninguna historia es neutra: o hacen avanzar la civilización o la destruyen. Para mí tener una sociedad avanzada depende mucho de la calidad de la narrativa que maneje”.
Y en esta narrativa, ¿no han mejorado mucho los políticos? Ahora está de moda el concepto de “dominar el relato”. “Bah”, responde. “Eso ha existido toda la vida. Siempre ha estado en su naturaleza. Cuando César entró en Roma, habló en el foro y por supuesto usó la mejor dialéctica para explicarle a los romanos lo que podía o no ocurrir. Sin embargo, es cierto que algo ha cambiado: el medio. Hoy los discursos se esparcen de forma inmediata y por todo el mundo. Eso no solo pasa con los políticos, sino con cualquiera. En los inicios los mensajes iban de boca en boca, los discursos se daban ante una audiencia más o menos numerosa, pero contable. Hemos vivido un cambio no en la esencia, sino en la transmisión, en la tecnología. Los políticos siguen a lo suyo: diciendo la verdad o mintiendo. Hoy, el mayor mentiroso de la historia de la humanidad preside mi país. Sus mentiras ni siquiera son buenas ni bien urdidas. En cambio, posee los medios, disemina su ideología con absoluta facilidad”.

“El mayor mentiroso de la historia de la humanidad preside mi país

McKee sabe que ha pillado la ola con las nuevas plataformas digitales; que la figura del guionista, a veces reconvertida en showrunner, está en alza: “De un guion en blanco nunca sale nada. Claro que la diferencia entre una buena película y una gran película es el director, pero la parte esencial del proceso creativo nace del guionista. El director y los actores son intérpretes de su partitura”. Y para él, Europa siempre ha ido detrás de Hollywood. “Durante el cine mudo, los mejores creadores fueron los alemanes, surgidos del estudio UFA. Después de la Segunda Guerra Mundial, los mejores cineastas de este continente emigraron a EE UU. Y desde entonces la industria cinematográfica europea funciona en reacción a Hollywood. Cuando yo era un crío, el cine estadounidense era el de los estudios, con profusión de musicales y comedias, y Europa apostó por un cine más realista, oscuro. Cuando Hollywood entra en los setenta en una etapa más oscura, las películas europeas descubren a los niños [ríe]. ¿Dónde estaban esos niños? Solo recuerdo el de Ladrón de bicicletas. Eso de que el director es el autor de una película, el mal llamado cine de auteur, es un invento europeo en reacción a lo que ocurría al otro lado del Atlántico”. Y aprovecha para reivindicar a su gran maestro: Aristóteles: “Ya en Arte poética se podía leer que el espectáculo es el aspecto menos importante del arte y que cuesta dinero. Un mensaje claro para los productores de Hollywood, ¿no? Por eso hoy los narradores se pasan a la televisión, porque allí se pueden contar historias que importen en series como Better Call Saul o Vikingos. Y por cierto, en ese medio, detrás de las cámaras, mujeres y hombres son iguales”.

Círculo vicioso europeo

McKee entra a matar, vestido de negro para la ocasión, con zapatillas deportivas blancas. “En Europa hay un triángulo: los cineastas, los críticos y los gobiernos. Los cineastas piden el dinero a los gobiernos, y estos se lo conceden dependiendo del criterio de los críticos, no de la taquilla. Y los críticos tienen que decir que esos cineastas son genios para seguir siendo críticos, para definir qué es arte, y así mantener un papel en este círculo vicioso”.

“Me sorprendió la serie ‘Muñeca rusa’. No me esperaba que la fantasía pudiera mostrar tal complejidad psicológica”

Sobre su profesión, McKee tiene clara una definición: “Me considero un profesor y escritor. ¿Por qué he tenido éxito? Porque hasta hace poco solo yo me dedicaba a esto. Las clases se centraban en la crítica, pero no en la creatividad de la escritura”.
A pesar de todo lo que está cayendo, con Martin Scorsese escribiendo sobre qué es o no cine, McKee no cree que este arte vaya a desaparecer. “Sí creo que está en peligro el medio, no el arte. Se acabará eso de pasear y sentarse en una sala, junto a otros espectadores. Pero las películas, eso que va de hora y media a cuatro horas, continuarán”. ¿Y qué es lo último que ha visto que le haya sorprendido? “La serie Muñeca rusa. Me impresionó cómo usó el esquema de Atrapado en el tiempo para mostrar la humanidad de los personajes con una gran profundidad. No me esperaba que la fantasía pudiera mostrar tal complejidad psicológica”.

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