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domingo, 17 de noviembre de 2019

Roald Dahl / El librero / Reseña de Darío Jaramillo Agudelo


Roald Dahl



El librero de Roald Dahl

Darío Jaramillo Agudelo

31 de agosto de 2017


Roald Dahl (Gales, 1916-1990) es uno de los mejores escritores británicos del siglo XX. Es tan bueno, que bien podría ser uno de los mejores del siglo XIX. Tiene imaginación, sabe orquestar el suspenso propio del relato corto, le brota un sentido del humor que impregna la narración de una mirada que resulta muy atractiva para el lector, sabe medir el ritmo del relato, disfruta del acto de escribir y esto es deliciosamente ostensible. Mundialmente conocido por Charlie y la fábrica de chocolate y por Matilda, tiene una obra muy amplia de relatos más adultos –casi todos traducidos al castellano–, como los que ha publicado Nórdica en los últimos años con ediciones que tienen el refinado plus de unas magníficas ilustraciones. Empezó con La cata y después imprimió El librero, dos narraciones breves de corte policiaco, ambas con desenlaces que obedecen a un manejo del suspenso muy refinado.

El librero es una muy breve y desopilante novela. La ventaja de esta edición de Nórdica es que uno, lector vicioso, puede regresar a los primerísimos libros leídos, cuando –embelesado– comparaba el texto con el dibujo. Aquí los personajes centrales son el librero y la secretaria. Dice Dahl del señor Buggage que “cuando uno lo veía por primera vez, la primera palabra que venía a la mente era mugriento. Era achaparrado, panzudo, calvo y fofo y, en lo que a su rostro se refiere, no quedaba más remedio que tratar de adivinar su verdadero aspecto, ya que no era mucho lo que dejaba a la vista”. Con respecto a la secretaria, “uno debe admitir que el aspecto de la señorita Tottle, juzgado conforme a los criterios más exigentes, era decepcionante. A decir verdad, juzgado conforme a cualquier clase de criterio, no dejaba de ser decepcionante. Su rostro era alargado y equino, y sus dientes, que también eran de buen tamaño, poseían una tonalidad sulfurosa. Igual que su tez”. Pues bien, el banquete que proporcionan las alrededor de veinte ilustraciones que hizo Federico Delicado es un regalo adicional a la divertidísima historia. Basta mirar la carátula y comparar los retratos que transcribo arriba. Y todavía más en las otras, donde Delicado hace travesuras que Dahl hubiera aprobado, como cuando los dos personajes proyectan sus sombras. Un libro imperdible, un confite.




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