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viernes, 25 de octubre de 2019

Rayma Suprani / Ni una broma con la firma de Hugo Chávez






Rayma Suprani, en la galería Incasa, en Madrid.
Rayma Suprani, en la galería Incasa, en Madrid. ULY MARTÍN

Ni una broma con la firma de Hugo Chávez

Rayma Suprani, exiliada por sus viñetas incómodas para el régimen, ilustra ahora los traumas del éxodo venezolano

Elvira Palomo

Madrid, 24 de octubre de 2019


Después de tomar la decisión, toca prepararse para lo que viene. Un país desconocido, una nueva comunidad, a veces otro idioma, códigos diferentes… La incertidumbre corroe al emigrante: ¿cómo meter una vida en dos maletas? Esa es la metáfora que ha utilizado la caricaturista Rayma Suprani (Caracas, 1969) para representar el éxodo que afrontan millones de venezolanos. La artista recoge en una exposición itinerante —con guiños a la comunidad que la recibe— cómo es el devenir de sus compatriotas, cómo es esa adaptación que conoce en primera persona. Después de Miami y Houston, ahora Yo inmigrante recala en Madrid y Barcelona. Sus pinceles afilados y su aguda ironía hablan con humor —y también con dolor— de cómo es ese recorrido. “Migrar es un proceso muy profundo porque dejas tu zona de confort y te vas a algo que no conoces, llegas a otro planeta, y te toca hacer todo lo posible para entender en qué mundo te toca vivir ahora y poder adaptarte, si es que te adaptas”.
La ONU calcula que cuatro millones de venezolanos han abandonado su país desde 2015. La inestabilidad política, la falta de alimentos, de equipos sanitarios y la censura empujan a miles de venezolanos a elegir esa vía que jamás se habían planteado, en un pasado próspero no tan lejano. “Mi abuelo y mi bisabuelo, italianos, vinieron a Venezuela huyendo de la guerra. Sí teníamos referencia de la emigración, pero lo escuchábamos como una historia lejana llena de melancolía, pero nunca la vimos como algo que nos podía pasar a nosotros”. La maleta es para la autora el punto donde convergen el pasado, el presente y el futuro. “En un plano más filosófico, el ejercicio real de la existencia es aprender a hacer la maleta. Saber qué es lo que nos vamos a llevar y qué es lo que tiene sentido”.

En España hay más de 300.000 venezolanos, es el cuarto país receptor, tras Colombia, Perú y EE UU. Y se nota. Lo refleja uno de los dibujos que recrea la concurrida Gran Vía madrileña de la que salen una decena de viñetas de viandantes con términos como “¡cónchale!”, “chévere”, “más fino” que se mezclan cada vez más con el castellano más castizo. Rayma refleja también la desesperación de quienes han puesto su esperanza en encontrar un antepasado sefardí en su árbol genealógico para conseguir la nacionalidad española. La arquitectura de Gaudí inspiró la obra La sagrada maleta, que abre la exposición en Barcelona, “porque al final lo único que queremos meter en esa maleta son nuestros afectos”, dice.
La dibujante también tuvo que hacer su equipaje después de que publicara en 2014 una caricatura en la que empleaba la firma del fallecido presidente Hugo Chávez como si fuera el trazado de electrocardiograma plano para simbolizar el deterioro del sistema sanitario venezolano. El Universal publicó la viñeta en un momento en el que “se estaba colocando esa firma en los edificios públicos, como una iconografía prácticamente sagrada. El Gobierno puso unos operativos para que quien quisiera se tatuara esa firma gratis ¡en su cuerpo! Cuando ves estas deformaciones, te das cuenta de que hay una patología; traté de deconstruir esa firma y eso es lo que molestó. No la denuncia del problema de salud, sino que me metí con el Mahoma del chavismo y eso se paga”.
Le costó su empleo, amenazas y el exilio. “Resistí hasta que pude, pero llegó un momento en el que no era viable”. Su destino fue Miami, donde empezó a desarrollar otras áreas del periodismo y se ha convertido en activista por la libertad de prensa y los derechos humanos. Este año recibió el Premio Václav Havel por la resistencia creativa, con ilusión y humildad: “Yo no estudié para ser valiente, estudié para ser periodista, decir las cosas y denunciar lo que no está bien”.
La maleta de Rayma que salió de Caracas llena de libros se ha ido aligerando. “Tengo esperanza de volver, pero sé que no voy a volver al mismo país que dejé, ni voy a ser yo la misma. Eso es importante tenerlo claro”.
La exposición Yo inmigrante estará en Madrid hasta el 30 de octubre en el espacio Incasa. Calle Villanueva, 5. Bajo Exterior Derecha. Y en Barcelona hasta el 5 de noviembre en La Plataforma. Calle Pujades, 99.


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