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domingo, 30 de mayo de 2021

Carlos López Puccio / “Siempre quise ser Von Karajan”





Carlos López Puccio: “Siempre quise ser Von Karajan”

El icónico miembro de Les Luthiers confiesa sentirse "doctor Jeckyll y míster Hyde" en su doble calidad de cómico internacional y director de un coro de cámara en Argentina


Luz Sánchez Mellado
29 de septiembre de 2019

Charlamos en Madrid tras una hilarante rueda de prensa en la que López Puccio actúa de portavoz como actual decano de Les Luthiers, un conjunto de nómina cambiante por los avatares personales de sus miembros, derivados de llevar más de medio siglo en activo. Sobre el estrado, seis señores de diversas añadas primorosamente enchaquetados y sin corbata, en una versión sport de sus trajes de etiqueta en escena. Todos muy elegantes. Todos muy socarrones. Todos muy argentinos. Entre todos, destaca el níveo pelazo y la retrechera retranca que Puccio derrochará luego también en la entrevista. Al acabar, su señora, que escucha la charla, carraspea de broma como marcando el territorio ante la carcajada general de la concurrencia.
¿Van siempre vestidos igual?
El uniforme es un alisador. Tenemos integrantes más recientes y se trata de dar una imagen corporativa. Siempre ha habido estrellas en Les Luthiers, pero al menos en público es bueno que juguemos todos con el mismo uniforme, como un equipo de fútbol.
¿Duelo de divos entre ustedes?
Ya no, pero cuando empezamos, con veintitantos años, había mucha testosterona. Escribíamos con mucha textosterona, también, y había la naturalidad rivalidad de lo mío es mejor, lo mío entra en el espectáculo, aquí quién manda y quién decide. Tuvimos que trabajar mucho para superar eso.
He leído que hicieron terapia de grupo con un profesional.
Sí, y con él terminamos entendiendo, con mucho sufrimiento, que las ideas del otro no eran tan malas, no eran tan estúpidas. Fue un arduo camino de superación.
Gran idea para lograr acuerdos de Gobierno, por ejemplo.


'VIEJOS HAZMERREÍRES'


Hace falta mucha autoestima para llamar así al espectáculo que Les Luthiers presentan en Madrid del 11 al 27 de octubre sabiendo que llevan 52 años en escena. A Carlos López Puccio (Buenos Aires, 72 años), director de coro y miembro decano del grupo cómico-musical, Premio Príncipesa de Asturias 2017, no le falta. "He dejado la modestia aparte, o me ha abandonado ella", presume.

Sería fantástico, pero tendrían que tener el éxito de Les Luthiers, cosa que no tienen. Para nosotros, darnos cuenta de que teníamos un hijo en común, con un poquito de ADN de cada uno, y de que uno solo jamás lo hubiera podido hacer fue un descubrimiento.
Aparte de humorista, es también director de coro. ¿Es quien pone hoy orden en ese gallinero?
Nunca me gustó ese rol. Son dos aspectos de mi vida que he separado por salud. Dos aspectos de mi personalidad. Soy como el doctor Jeckyll y míster Hyde.
¿Cuándo es uno y cuándo otro?
Difícil saberlo. Yo lo que quería es ser Von Karajan, un director de orquesta rico y famoso. Antes de los futbolistas y las modelos, las estrellas eran esas, y yo ahí encajaba bien, pero de repente aparecieron Les Luthiers, y mi corazón se repartió. Fui el último de los primeros en llegar. Aquello era menos solemne que la orquesta, pero más divertido. Así que renuncié al glamour y digamos que mantuve un quiosco aparte.
Música y humor ¿En qué se parecen ambos quioscos?
En que en las dos actividades busco la perfección. Un cierto nivel de excelencia. Les Luthiers, a su manera, es un conjunto de excelencia. Hace un producto delicado, afinado y de gran calidad. Y en mi parte musical, dirijo el mejor coro de cámara de Argentina.
Modestia aparte...
Sí, la he dejado. O fue la modestia la que se apartó de mí.
Bueno, hay quién va a sus conciertos, como si fuera a misa.
Hay una porción del público que son fanáticos, para quien venirnos a ver es algo litúrgico. Pero la mayoría sabe lo que viene a ver y lo que va a sacar de ahí.
O se les idolatra, o se les detesta. ¿Su público se autofiltra?
Por suerte, sí. Al principio no era así. En nuestras primeras salidas al exterior el público no sabía a qué venía y solo le interesábamos a una décima parte. La risa es un indicador infalible de nuestro trabajo, y no se reían. Tuvimos que trabajar mucho para advertirle a la gente sobre lo que hacíamos. Hoy vienen filtrados.
¿Hace falta cierta inteligencia para ser público objetivo suyo?
Sí, no puedo negarlo. No me gusta decir que hacemos teatro inteligente porque es como que excluimos a quien no se divierte con nosotros, y la gente tiene derecho a no hacerlo. Digamos que hacemos un humor sencillo y muy universal que va subiendo por capas. Siempre hay alguien que puede pillar algo.
Hablan como sacamuelas en escena. ¿Es el lenguaje un instrumento más de Les Luthiers?
Hacemos música y humor, pero la lengua, mejor dicho, la ambigüedad de la lengua, es un componente esencial. Creo que la Academia lo llama anfibología. Así que practicamos la anfibología.
Empezó a los 22 como el más joven del grupo y hoy es el más veterano. ¿Qué ha pasado entre medias?
Aprendí un oficio que nadie había inventado, con lo cual tuve doble trabajo. Nos divertimos muchísimo. Ha sido un camino de incertezas, y me ha permitido tener éxito y conocer a gente que vivía a más de cien metros de mi casa.
A su edad, dicen que se tiene la cara que se merece. ¿Y el pelo?
Yo tengo un pelo que muchos todavía me envidian. Por lo menos no carezco de él, que ya es bastante.
¿Le gusta el reguetton?
Pero bueno, ¿qué cosa?, de ninguna manera, cero. Acuérdate que quería ser Von Karajan. Nunca me gustó demasiado lo que no fuera música académica. Llegué hasta los Beatles y ahí me quedé
¿Y el tango?
Bueno, siendo porteño y viviendo en Buenos Aires no pude escaparme, pero tampoco es que me apasione.
Habrá ligado lo suyo en este medio siglo.
Bueno, ...este.... sí, en ciertos momentos, sí, por supuesto.
Lo digo porque algunos les califican como los viejos rockeros latinoamericanos.
Bueno, yo no lo creo así, pero bien, si alguna quiere, que me avise.
Visto que en Les Luthiers no, al menos logrará que sus coristas canten a una.
Sí, absolutamente. Al final  he terminado por ser un viejito venerado.

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