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jueves, 1 de junio de 2000

Graham Greene: "La vida del espía es tan solitaria como la del escritor"

Graham Greene
Ilustración de T.A.

Graham Greene: "La vida del espía es tan solitaria como la del escritor"

El novelista británico, huésped ilustre del Ayuntamiento de Madrid




ROSA MARIA PEREDA
8 JUL 1980


Graham Greene es, estos días, visitante especial de la ciudad de Madrid, a donde ha venido invitado por el alcalde. Ayer por la mañana, el profesor Tierno Galván le recibía en la alcaldía y le ofrecía un almuerzo, una medalla de plata y la consideración de visitante ilustre de la capital de España. Y ya ayer mismo comenzaban la cadena de fiestas que organizó la municipalidad para poner en contacto al pueblo madrileño con este espía católico, ya retirado de las tareas de la información confidencial, pero igualmente dedicado a las de la observación instintiva de las personas y los gestos, de las reacciones y las maneras de ser.
«La vida del servicio secreto» dijo Graham Greene, «resulta al final tan solitaria como la del escritor que se retira de todo». El ha contado esta vida, y la ha vivido, según sus biografías, al menos tres años en torno a la segunda guerra mundial. «En 1941», dice el autor de El tercer hombre, «el servicio de inteligencia británico me llamó para colaborar con ellos. Necesitaban una persona que supiera algo de Africa, usted sabe, por la situación difícil de algunas colonias. El contacto fue mi hermana Elisabeth, que había estado antes en el servicio secreto. Por eso le he dedicado mi novela El factor humano, y por eso decía en la dedicatoria, que ella «no puede negar ciertas responsabilidades en ese tema. Estuve en Africa tres años. Luego me destinaron en Londres, y yo abandoné el servicio secreto. Entonces», dice, «el jefe era Kim Philby».Kim Philby, como se sabe, es de algún modo el representante de esos grupos de espías británicos surgidos de los colleges de Cambridge, en su propio caso, y de Oxford, en el de Graham Greene. Kim Philby, ahora en la URSS, sirvió durante la guerra con los aliados -por Gran Bretaña- y contra el fascismo. Más tarde se haría agente doble.
«Bueno, no éramos exactamente agentes. Eramos... officer, informadores, y el nuestro era un mundo de carpetas y papeles, más que de acción directa. Los agentes son los que viven verdaderamente en peligro, los que se juegan la vida en los propios países extranjeros y conflictivos. Los officers no éramos verdaderos espías. Los agentes sí».
Curiosamente, hubo varios grupos de intelectuales británicos a los que el servicio secreto llamó para sus filas. «Sí, ya en la primera guerra mundial el servicio secreto echó mano de algunos intelectuales, y eso, por dos razones: la primera, porque se suponía que los intelectuales estaban especialmente capacitados para observar a la gente, fijarse en los rostros y en las reacciones, en las señales. Y luego, por su capacidad de expresarse, porque saben contar lo que ven. Así, en la primera guerra mundial estuvieron en sus filas, por ejemplo, Sommerset Maugham y Campton Mackenzie».

Espías oficinistas

En cuanto a este mundo como tema de sus novelas, dice Graham Greene: «He acudido a él cuando he querido contar algo especialmente realista, un mundo de oficinas y carpetas, papeles y telegramas, donde no se veía claramente la violencia. En El factor humano mueren Davis y el perro, pero lo importante es lo que hay detrás. Lo que hay detrás», sigue Graham Greene, «es el mundo de la política, de las finanzas, de la vida privada». De la vida del espía habla Graham Greene con cierta distancia, desde esa frialdad anglosajona, 76 años, ojos azulísimos de mirada como frenada por cierto tedio. «En el grupo al que yo pertenecía había cinco miembros. Como manejábamos secretos, procurábamos no mezclarnos mucho con otra gente, porque a la primera conversación podría surgir algún dato de nuestras preocupaciones. Entonces nos juntábamos entre nosotros. Así, a la larga, la vida del espía, la vida del servicio secreto era tan solitaria como la del propio escritor, que se retira de todo».
«El mundo del servicio secreto, con todo, ha cambiado mucho desde mis tiempos. Cuando yo estaba, por ejemplo, nadie sabía quien era el jefe del servicio secreto. Ahora todo el mundo lo sabe... También están los cambios que ha traído la electrónica. En mi época aún no existía todo esto».
Una no puede resistir la tentación de preguntarle por Kim Philby: «Somos buenos amigos, y lo fuimos mucho. Es un hombre afable, un buen amigo, extraordinariamente culto, un hombre de Cambridge. Fue, como usted sabrá, corresponsal del Times en la zona franquista, y creo que fue condecorado por el propio Franco». «No», dice, «entonces no era un officer -agente no fue nunca doble. Cuando apareció El factor humano me escribió desde la URSS».
Después de su militancia temporal en el servicio secreto británico, Graham Greene ha desempeñado algunos cargos diplomáticos o para diplomáticos. Preguntado sobre la relación entre los funcionarios y agregados del Foreign Office y los del servicio secreto, dijo: «Puede que haya algunos que sigan los dos oficios. De los agregados navales y militares, todo el mundo sabe que sí, pero en eso no hay nada de secreto, y en los países donde están se les informa como tales, aunque supongo que se les mantendrán cosas ocultas. Quizá haya algún otro que sea espía bajo capa de diplomático, pero entre los diplomáticos ingleses, como norma, se rechaza esta doble militancia. «Claro que hay que distinguir», dice, «entre los poderes del Este y del Oeste».
La característica de Graham Greene ha sido viajar, y viajar sobre todo por los continentes exóticos, por Africa, Asia y América Latina. Parecería que, aunque él jura rechazar y odiar la violencia, le tira la aventura. «Siempre he tenido mucho interés por América Latina», dice. «Aunque no sólo por esos países. Estuve en Kenya en la época del Mau-Mau, estuve en Liberia y en Vietnam, y he ido mucho a América Latina. Fui amigo de Allende, con quien estuve en Chile, más tarde estuve en Argentina, y después en Paraguay. He estado muchas veces en Panamá, y soy amigo de Omar Torrijos, y en Cuba he estado también muchas veces de vacaciones, en el tiempo de Batista y ahora en el de Castro. Sí, conozco a Fidel: he almorzado y conversado varias veces con él».
En Cuba se rodó Nuestro hombre en La Habana, «en 1959, después que Fidel tomara el poder». Entonces conoció a Hemingway. «No me gustan la mayoría de las películas que se han hecho con mis novelas. Prefiero hacer guiones especialmente para el cine: las únicas que no me han parecido mal del todo han sido El tercer hombre, Brighton Rock y una versión de El ídolo caído. Por fin, y como han sido muchos los géneros tocados por Graham Greene, y también el de la prensa, dice: «Puede que haya sus diferencias entre el reportaje y la novela. Yo no las veo, salvo, quizá, la invención de caracteres que supone la novela. El resto es igual: el periodista, como el novelista, tratarán de contar los hechos con precisión y claridad».
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 8 de julio de 1980

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