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miércoles, 31 de julio de 2019

Lorrie Moore y algunos misterios en la vida de la escritura


Lorrie Moore
Ilustración de Triunfo Arciniegas

Lorrie Moore  

y algunos misterios en la vida de la escritura


De la autora de Al pie de la escalera Autoyuda invitada en la próxima edición del FILBA se reedita Quién se hará cargo del hospital de ranas, su novela más íntima.  

Ana Prieto
19 de julio de 2019

Lorrie Moore
Tenía 19 años cuando envió dos cuentos al concurso de ficción breve de la popular revista estadounidense Seventeen, una publicación bimestral de tapas satinadas, abundante color rosa y chicas a la moda, que situaba a las adolescentes por primera vez en el centro de la cultura popular. A diferencia de Sylvia Plath, quien amasó unos 50 rechazos antes de que la revista publicara un relato suyo, Moore, entonces estudiante en la Universidad de St. Lawrence en el extremo norte del estado de Nueva York, ganó el concurso al primer intento y recibió 500 dólares. El cuento premiado, vale decir, no era su favorito de los dos.
Lorrie Moore

Su carrera como autora despegó casi una década después, cuando la tesis que había presentado para graduarse de un máster en escritura creativa de la Universidad de Cornell se convirtió en el volumen de cuentos Autoayuda, publicado en 1985.
Escrito en una poética –y conminatoria– segunda persona, los relatos del debut literario de Lorrie Moore son un espejo lúdico y oscuro del boom de los manuales de autoayuda que, décadas después, siguen rompiendo récords de ventas. Allí desplegó por primera vez su destreza para horadar con el lenguaje los estados de quietud y comodidad a los que los humanos nos solemos volver adictos. Y presentó la que, en adelante, sería la textura de su obra: un ensamble de complejidad emocional y comedia negra, en una prosa refinada y simple, protagonizada en su mayoría por mujeres. Para sus lectores, Moore es puro placer.
“La compulsión de leer y escribir es la manera que nuestra especie encontró para mantenernos interesados en nosotros mismos”, escribió en su libro de críticas y ensayos See What Can Be Done, que próximamente publicará Eterna Cadencia. (Allí se acaba de reeditar su novela Quién se hará cargo del hospital de ranas, en la traducción de la novelista Inés Garland).
Con cuatro colecciones de cuentos, tres novelas y decenas de reseñas en The New York Review of Books, es considerada una de las grandes autoras estadounidenses vivas, ubicada en la tradición de Raymond Carver, John Cheever, Flannery O’Connor y Carson McCullers. A pocos meses de su primera visita al país, invitada por el Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (FILBA), Lorrie Moore habló por teléfono e intercambió correos con Ñ desde Madison, Wisconsin, donde ha vivido por más de 30 años.
–Sus lectores en Argentina están felices por su próxima visita. ¿Sabía que aquí se la ha leído mucho?
–No, no lo sabía. Una vez tuve una estudiante argentina que me dijo que era muy popular allá. Yo le contesté: “No creo”. Le conté a mi agente que una alumna decía que mis libros se leían en su país y me dijo: “Pues acá estoy mirando tus números y no veo que hayas vendido ningún libro…” En verdad, nunca se sabe quién está leyendo tu trabajo o cómo lo está leyendo; es uno de los misterios de la vida de la escritura.
–En Argentina acaba de aparecer una nueva edición de Quién se hará cargo del hospital de ranas, su novela de 1994. ¿Cómo se siente con el libro hoy?
–Cuando lo escribí, los vínculos entre chicas jóvenes y la amistad que construyen me parecía un tema nuevo. Margaret Atwood lo había explorado ya pero desde el lado, digamos, más pernicioso de la relación. Yo quería mirar el lado protorromántico. Y aunque fue escrito en 1994, está ambientado en 1972, por lo que está aun más lejos en el tiempo… Y ya no es un tema nuevo. Después de 25 años, tenemos a Elena Ferrante y toda una narrativa que trata la amistad femenina como un tema legítimo y serio. Pero ya veremos, cómo se asienta en el oído en español esta nueva traducción, y si la historia sigue teniendo sentido.
–¿Cómo se relaciona con las traducciones?
–Una traducción es necesariamente una colaboración. A veces es mucho menos importante lo que el autor ha escrito que lo que el traductor escribe, y por eso el autor espera que el traductor tenga un buen oído y pueda recrear una voz de algún modo nueva –la voz del libro– en la mente del lector, que cantará junto a la voz original en el idioma original. A veces se tiene mucha suerte y lo que el traductor y el autor escriben se funde a la perfección. Otras veces es más complicado.
–¿Alguna vez se sentó a trabajar en un cuento que terminara en novela, o en una novela que terminara como cuento? ¿O sabe desde el principio la forma final?
–Siento cuál va a ser el género desde el principio. A veces algo es más largo o más corto de lo esperado, pero rara vez es completamente otra cosa. Los nuevos personajes no salen de bastidores y llegan al centro del escenario de la nada.
–Hay escritores que no leen las reseñas de sus libros, o dicen que no las leen. Como autora de decenas de críticas y reseñas del trabajo de otros, ¿qué tipo de relaciones cree que entablan los autores con las críticas?
–A veces siento que los escritores mienten cuando dicen que nunca leen reseñas. Tengo de hecho un amigo escritor que ocasionalmente cita comentarios de reseñas que se supone no había leído. Obviamente, uno no debería obsesionarse con ellas, y leer hasta la última probablemente sea una mala idea: hay un punto en el que la mayoría ya no valen la atención. Los reseñistas a veces hablan de un libro que no escribiste y que, por alguna razón misteriosa, tiene el mismo título y el mismo autor que el que sí escribiste. Pero como también he reseñado el trabajo de otros, me interesa el procedimiento que otros eligen a la hora de hacerlo, especialmente si se trata de escritores. Puede ser un interesante encuentro de mentes: ¿a qué se está prestando atención? ¿Están reteniendo alguna opinión por amabilidad o respeto? ¿Están hablándoles a los lectores o más directamente al autor? ¿Están construyendo una narrativa de la reseña? ¿La reseña revela algo acerca de lo que debe generar una obra de arte o incluso lo que debe generar una reseña? Etcétera.
–¿Las entrevistas son un “mal necesario” para difundir la obra de un autor, o son la respuesta justa a una demanda natural de los lectores?
–Idealmente, supongo, uno no debería dar entrevistas y simplemente esperar que el lector encuentre el alma del autor en su propia obra. Pero hay cosas por fuera del libro por lo que los lectores a veces sienten curiosidad. Y sí, parecen ser un mal necesario.
–A los escritores se les suele preguntar sobre temas políticos y sociales como a ningún otro artista. A los escritores estadounidenses en particular, rara vez se los deja ir sin preguntarles por Donald Trump. ¿Qué opina?
–En este momento hay una preocupación en Estados Unidos que tiene que ver con que los periodistas están poniendo a Trump en todos sus artículos para vender periódicos. Preocupa que un libro o que una conversación sobre el arte narrativo ya no sean suficientes. El año pasado un periodista británico me dijo: “una última pregunta”, ¡y era sobre la Boda Real! Fingí que ya había cortado el teléfono.
–¿Quiénes están preocupados?
–Al Authors Guild de los Estados Unidos –que es esencialmente el gremio de escritores– le preocupa que los periódicos estén aprovechando cualquier oportunidad para incluir a Trump en sus historias porque supuestamente nombrar a Trump vende. No sé si eso es necesariamente cierto; creo que todos están muy cansados de Trump. Pero la preocupación existe: incluso en una entrevista literaria o en el perfil de un cantante, los periodistas encuentran la manera de incluir a Trump en la pieza y, a veces, incluso en el titular. Ni los escritores ni los cantantes están hablando mucho sobre él, y la prensa es un poco cómplice de la fascinación nacional por este presidente.
–Lo entrometen en todas las conversaciones.
–Así es.
–Una última pregunta sobre el tema, con la esperanza de que no me corte. La era Bush se asomó en varios de sus cuentos, y su novela Al pie de la escalera está imbuida en el post 9-11. ¿Cómo cree que la era Trump aparecerá en su narrativa, si es que lo hace?
–Creo que el signo de la era Trump es el Todo Puede Pasar. Y eso da un poco de miedo. Pero lo que sí anuncia es un nuevo universo de disrupción. Comenzó un poco con Ronald Reagan, una ex estrella de cine que se convirtió en presidente. Y luego ha continuado. Tendremos que ver lo que “la era Trump” realmente implica más allá de la figura de Trump. Dos años aún no son una era, simplemente se sienten como tal.
–¿Y qué hay de la ola feminista en el mundo occidental? ¿Cree que habrá algún registro de ella en sus personajes femeninos?
–Sí, eso espero. Creo también que hay que prestar atención a la hipocresía y a lo que deja de decirse. Cuando las cosas tienen que ser de una manera determinada en la conversación y el comportamiento, y eso es para mejor, me parece genial. Pero a la vez puede haber cosas que terminan acalladas. Hay una generación más joven de hombres y mujeres que son más tolerantes con la diversidad y, simultáneamente, más intolerantes. Será interesante ver cómo cambia esa generación a medida que envejece.
–¿A qué se refiere?
–Mis estudiantes, por ejemplo, son completamente tolerantes con cosas que hubieran sido problemáticas cuando yo estaba en la universidad y, sin embargo, son completamente intolerantes con cosas que simplemente aceptábamos entonces de manera pragmática. Así es como era el mundo.
–En español existe un debate algo virulento sobre el lenguaje inclusivo ¿Hay algo así en Estados Unidos?
–En inglés, cuando alguien elige un pronombre y decide que no quiere ser él (he) o ella (she), usa la forma they (ellos/ellas) aunque no esté refiriéndose a un plural. Yo no protesto contra eso. Es cierto que suena torpe y difícil para nosotros, pero creo que las personas deberían ser llamadas como quieran ser llamadas. Y creo que debemos prestar atención a sus argumentos y a lo que dicen. Y a por qué lo están diciendo.
–Es conocido su amor por la serie The Wire. ¿Vio alguna mejor?
–Mejor que The Wire probablemente no. La última que vi fue Así nos ven de Ava DuVernay. Me pareció fantástica.
–Diré algunas expresiones muy utilizadas en las reseñas literarias y usted me dirá qué se le viene a la mente, ¿sí?
–Vamos.
Disruptiva.
–Una curva repentina en el camino.
–Nueva generación.
–Siempre hay una.
–Sutil.
–Una cualidad que todos los artistas desean.
–Necesario.
–Una palabra que significa diferentes cosas para diferentes personas.
–Prolífico.
–Sugiere un ritmo de producción ajeno a mi vida…
–Por último, ¿cómo vive su prestigio como escritora?
–No pienso en el éxito o el prestigio. Son cosas externas a un escritor, evanescentes. Y suelen ser, para empezar, indetectables.
Quién se hará cargo del hospital de ranas, Lorrie Moore. Trad. Inés Garland. Eterna Cadencia, 173 págs.

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