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sábado, 1 de junio de 2019

Albert Watson / Es más difícil fotografiar un bodegón que a un famoso

Albert Watson

"Es más difícil fotografiar un bodegón 

que a un famoso"

El fotógrafo Albert Watson expone en el Centro Cultural Galileo de Madrid su último proyecto: la vida de una barrica de whisky

CARMEN MAÑANA Madrid 10 JUN 2011 - 00:50 CET

En 1973, un desconocido fotógrafo escocés, Albert Watson retrataba a Alfred Hichtcock agarrando a una oca por el cuello. La imagen, que se publicó en la revista Harper's Baazar, jugaba con el refrán británico To coocked your own goose (cocinar tu propia oca), equivalente aproximado al español Cavar tu propia tumba. Casi cuatro décadas después, esta instantánea se ha convertido en parte de la historia de la fotografía del siglo XX y en icono de la prolífica carrera de Watson.
Para él han posado desde David Bowie hasta la reina de Inglaterra, pasando por Bill Clinton o Kate Moss, a la que fotografió en múltiples ocasiones. La instantánea que hizo de la modelo en 1993 fue subastada en Christie's por más de 74.000 euros.
Watson también es el artífice de carteles de películas como Kill Bill o Memorias de una geisha y de decenas de portadas de Vogue, Vanity Fair o GQ.

Tupac Shakur
Fotografía de Albert Watson
Su última propuesta se presentó el martes en el Centro Cultural Galileo,de Madrid. Se trata de un trabajo para la marca de whisky The Macallan donde recorre la vida de una barrica, desde la madera que se tala para su elaboración, en Galicia, hasta su destino final en Escocia con parada en Jerez para su ensamblamiento.
Mientras posa para el fotógrafo de EL PAÍS, cambia de postura con la anticipación del que sabe lo que necesita quien aprieta el disparador. No hace falta ni una sola palabra. "¿Qué tal han ido las fotos?", pregunta alguien. "Puedo asegurarte que muy bien", responde el artista de 69 años sin necesidad de haber visto ni una sola imagen.
Pregunta. Es conocido, entre otras cosas, por emplear solo 20 minutos por sesión ¿cómo lo consigue?
Respuesta. Las fotografías de bodegones llevan más tiempo que las de famosos, porque son difíciles de iluminar. Pero al fotografiar a gente tienes que entender que 10 o 20 minutos frente al objetivo es mucho tiempo. Así que lo más importante es organizar bien la sesión, tener la idea de lo que quieres hacer muy clara y las luces más o menos en la posición adecuada. Todo esto hace que tomar las fotos sea más rápido, más fácil y más espontáneo.
P. Captar la esencia de un personaje en tan poco tiempo parece complejo ¿cómo lo logra?
R. Para fotografiar a una personalidad, ya sea un actor, un político o un empresario, lo más importante es saber lo más posible sobre ella. No puedes pensar que sabes todo sobre Jack Nicholson por haber visto todas sus películas. Se trata de leer el mayor número de entrevistas que puedas, investigar en Internet.
P. Estudió cine durante tres años, ¿ha influido esto además de en su estética en la forma en la que dirige a los famosos y modelos frente a la cámara?
R. No. Generalmente, doy muy pocas directrices. A veces la gente se desconcierta y me pregunta: '¿lo estoy haciendo bien?' No soy del tipo de fotógrafo que dice continuamente: fabuloso, genial, estupendo. Soy más del tipo: 'ha estado muy bien, gracias'. Espero que las celebrities sean comunicativas con el objetivo y se proyecten.
P. ¿Qué es lo más difícil de trabajar con famosos?
R. A estas alturas, la mayoría de las celebrities están encantadas de que las fotografíe y son muy respetuosas. Hacemos nuestros deberes para intentar que se sientan cómodas: tratamos de descubrir cuál es el café favorito de Al Pacino o qué comida le gusta. Pero sin llegar a un punto ridículo. Lo que hace más fácil mi trabajo es ignorar a toda la gente que rodea al personaje, a los relaciones públicas, asistentes...Me deshago de ellos lo antes que puedo. Les digo que, aunque se supone que tenemos una hora, habré acabado todo en media y les invito a que se vayan a tomar un café. No trato con esta gente, no me interesa.
P. ¿Cuál ha sido su trabajo más difícil?
R. Fue el menos creativo de todos: la boda real del príncipe Andrés y Sarah Ferguson, en 1986. Tenía 35 minutos para hacerlo todo y había 11 posados, es decir tres tenía minutos por posado. En el primer había 62 personas que teníamos que organizar; en el siguiente, 58; luego, 48 y al final una, Sarah. Disparé doce fotos por posado; 132 en total. Fue muy difícil de organizar y estuve sometido a una gran presión.
P. Después de 40 años de carrera, de haber fotografiado desde el guante de Tutankamon a Steve Jobs, ¿qué consigue despertar su interés?
R. No estoy demasiado interesado en el mundo de las celebrities, porque he hecho ya muchas. Pero cualquier cosa me apetece si supone un reto. Incluso unos palitos de pan [dice mientras señala los que hay sobre la mesa]. Nunca pienso '¿cómo voy a hacer palitos de pan?', sino: 'quizás podemos fotografiarlos en un campo italiano, con un pájaro encima que se come las miguitas'. Y me pongo a pensar en cómo podríamos hacerlo: el proceso creativo para resolver el problema es lo que lo hace interesante. En dos semanas tengo un trabajo muy difícil: hacer desnudos de mujeres para una exposición en París. He fotografiado un montón, pero hacer algo diferente, original, es muy difícil.
P. ¿Hay algo que nunca fotografiaría?
R. A veces percibes que un trabajo no van a suponer ningún reto, que será una sesión aburrida para la que no hace falta ningún tipo de creatividad. Porque no me quieren a mi, quieren mi reputación, pagan por mi nombre porque eso les protege. Si la cosa sale mal siempre se pueden escudar en que han utilizado a Albert Watson y en que se supone que debería haber hecho algo estupendo.
P. Dicen los expertos que su forma de iluminar y una composición muy ambiciosa son sus señas de identidad, ¿es algo inconsciente o una firma buscada?
R. Es cierto que crean un identidad propia, la de mi trabajo, junto con la influencia del diseño gráfico y la estética cinematográfica. Pero no soy un fotógrafo obsesionado con la técnica. De hecho, me parece un coñazo. Pero debes aprender a conducir un coche, hacerlo con naturalidad, para que lo importante pase a ser a dónde vas con ese coche. Yo perdí muy rápido la consciencia de llevar una cámara en mis manos. Fotografiar se convirtió en una combinación de mi cerebro, mi ojo y la persona u objeto que fotografiaba y la cámara era solo un aparato para captura esa persona u objeto.
P. ¿Si tuviese que elegir una sola cámara con cual se quedaría?
R. Una de gran formato con negativo de cuatro por cinco pulgadas.




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