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sábado, 23 de marzo de 2019

Ana de Armas / Adiós a la cubana

Ana de Armas

Ana de Armas

Adiós a la cubana

El desastre no fue perder Cuba, fue perder a la cubana Ana de Armas. Aburrida hasta exiliarse en Hollywood, vuelve a nuestro cine rubia, triunfal y sabrosa


RUBEN ROMERO SANTOS
28 DE ABRIL DE 2014







Vistiendo un abrigo prestado por nuestro estilista, los labios de Ana brillan gracias al tono Envious de la gama Pure Color de Estée Lauder
Vistiendo un abrigo prestado por nuestro estilista, los labios de Ana brillan gracias al tono Envious de la gama Pure Color de Estée Lauder Nacho Alegre

Los ojos de Ana de Armas (Cuba, 1989) son uno de los misterios más fascinantes del universo: rodeando unas pupilas enormes se destaca un iris amarillo, de felino, que combina de maravilla con la cabellera rubia que luce estos días. No es lo único que ha cambiado de su imagen: poco queda de la colegiala en faldita, flequillo y medias que corriera por los pasillos del instituto Laguna Negra en la serie El internado. Los rasgos de su cara, por ejemplo, se han afilado. Ella lo achaca a su nueva vida en EE UU. “Le estoy muy agradecida a vivir en California por haberme educado a nivel de alimentación y deporte. Peso lo mismo, pero el cuerpo se te pone de otra forma. Antes tenía el rollo baby fat, con la cara más redondita. Era normal. Cuando yo llegué de Cuba a España, ¡aquí había mucha comida! ¡Tenía antojo de todo a todas horas! Sufría una gran ansiedad por comer todo aquello que me había perdido en mi niñez. ¡Sobre todo las chuches!”.
Hollywood y rubia es un binomio que, desde la época de Marilyn Monroe (en quien se inspira esta sesión), se suele identificar con la ambición. A Ana no le faltan deseos de convertirse en estrella. Lo hizo en España y lo quiere hacer ahora en Hollywood, aunque asegura que su traslado a Los Ángeles obedece más a la crisis que a otra cosa. “He estado mucho tiempo en España sin hacer nada, desde finales de 2010, cuando acabó Hispania. No sé cómo funciona en otras personas, pero yo soy actriz porque me hace muy feliz actuar. No puedo quedarme en mi casa porque me muero, me muero, me muero...”, repite con tal sentimiento que parece que se le vaya a escapar la vida en cada suspiro.

Hoy está aquí para promocionar Por un puñado de besos, su última película española, una reunión con viejos amigos: Martiño Rivas, con el que compartió clases en El internado, y David Menkes, quien la dirigiera en la exitosa Mentiras y gordas (2009). “Me gusta mi personaje, Sol, porque se parece a mí: no quiere guardar rencor, no quiere odiar a nadie, quiere afrontarlo todo de una manera positiva. Tiene esa capacidad que algunas personas tienen y otras no: saber ser feliz… Y seguir confiando en la gente. Yo también soy de dar segundas oportunidades, de vivir el momento y no pelear con la vida”.


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DRAGON


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