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martes, 2 de enero de 2018

Triunfo Arciniegas / Los ojos del monstruo



Triunfo Arciniegas





a primera vez que lo vieron, tendido a la sombra de un matarratón, la zorra y el rabipelao corrieron a esconderse, muertos de miedo. Nunca en su vida habían visto un monstruo. Ni siquiera sabían de su existencia.

La zorra, débil y todavía magullada por la violencia del río que intentó atravesar, se acostó en un lecho de hojas secas. El rabipelao, feliz con la reciente amistad de la zorra, fue a buscar comida.

La segunda vez volvieron a sentir miedo, pero se quedaron un rato observando los movimientos del monstruo. Algo fascinante había en su horrible aspecto. Por momentos el monstruo se confundía con la misma sombra del matarratón.

–No parece malvado –dijo la zorra–. Lo único que hace es bostezar y espantarse las moscas con el rabo.

–Se ve muy solo –dijo el rabipelao.

–Así son los monstruos.

–¿Cómo lo sabes?


–¿No lo estás viendo?

–¿Es verde o azul? –dijo el rabipelao, entrecerrando los ojos.

–Depende de la hora.

–Sus pelos parecen puyas y le sobran ojos –dijo el rabipelao–. Los cierra todos cuando bosteza. 

–No todos –dijo la zorra–. Mantiene abierto el más grande.

–Se ve que le gustan los matarratones –dijo el rabipelao–. ¿Se comerá las hojas?

–Pregúntale.

–¿Qué estará buscando?

–No me interesa averiguarlo –dijo la zorra–. Tengo hambre.

La tercera vez les pareció bastante desamparado. Casi triste. El monstruo seguía espantándose las moscas con el rabo.

–¿Qué tal si nos acercamos a conversar un rato con él? –propuso el rabipelao.

–No es mala idea –dijo la zorra–. Adelántate, voy a buscar un conejo para llevárselo de presente.

–¿Ya te sientes con fuerzas para atrapar conejos?

–Te vas a sorprender –dijo la zorra–. Adelántate.

–La vida nos da sorpresas –reflexionó el rabipelao.

La zorra se adentró en el bosque y se detuvo a observar por entre las hojas. 

Entusiasmado, el rabipelao se acercó al monstruo.

–Buenos días, señor monstruo –dijo.

El monstruo bostezó y se lo tragó de inmediato.

–Los monstruos no siempre tienen ganas de conversar –se dijo la zorra.

Y se olvidó del conejo.


Cuatrovientos, 2017


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