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jueves, 28 de diciembre de 2017

La poesía / Una declaración de amor en prosa a la lengua en verso


La poesía

Una declaración de amor en prosa 

a la lengua en verso

3 MARZO 2015, 
PEDRO VERGARA MEERSOHN

Muchas veces he pensado, sin darme una respuesta: ¿de dónde viene mi interés por la poesía? ¿De dónde nació y cuándo exactamente la hice mía, como se hace suya una pasión que nos abraza y estrecha?
No lo sé con precisión ni con absoluta certeza. Sé que crecí en una casa llena de libros, donde la poesía estaba siempre presente y era uno de los tantos temas en la mesa. Me recuerdo de largos domingos escuchando poesías en la radio, me recuerdo escuchando a mi madre recitar a Lorca, Martí y Machado. Me recuerdo también que en la escuela primaria se recitaba y que también se hacía en el liceo.
En Punta Arenas, Gabriela Mistral fue directora del Liceo de niñas y por la Avenida Colón pasábamos todos los días delante de su estatua y todos sabíamos que Piececitos de niños era uno de sus poemas. Me recuerdo de haber aprendido de memoria tantos poemas, de los juegos de mi juventud. Un amigo me decía una palabra y yo le recitaba un poema. Me recuerdo también que imitaba a Neruda con su voz pegajosa y lenta. Que en la escuela nos pedían de comentar sus poemas. El poema 15 o el 20 o la canción desesperada.
Me recuerdo que les hablaba en rima a mis amigas, que susurraba versos a mis compañeras, que cada día descubríamos algo nuevo y que la poesía era un modo para hacer más radiantes las estrellas. Me recuerdo que mi interés por la poesía no era compartido por todos, pero recuerdo además de haberme ganado más de un beso por un poema.
Recuerdo que en Argentina recitaba a mis amigos y que siendo joven, a veces, no dormía escribiendo poemas. Me recuerdo que, más tarde, la poesía fue mi secreto, mi amor clandestino e innombrable, porque con los años descubrí que ella, la poesía, no significaba para todos lo que significaba para mí y me sentí extraño y también sentí un poco de vergüenza.
Me recuerdo de haber participado en lecturas de poesías y que alguien me haya llamado poeta y de haber recitado por horas en un viaje en bus en Andalucía y de la gente sorprendida que aplaudía, mientras Granada anochecida nos abría silenciosa sus puertas.
Nunca sabré exactamente por qué, pero la poesía ha sido para mí una casa con mil ventanas y cien puertas. Un laberinto, donde me escondo y me encuentro; un pasillo que nunca termina y que a cada paso se ensancha y se enreda. Quizás me he perdido en su mundo, quizás ya no sepa distinguir entre el sol y las estrellas, entre la noche y el día, entre una sonrisa y un collar de blancas perlas.



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