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jueves, 2 de noviembre de 2017

Isaac Bashevis Singer / Un escritor desgarrado

Isaac Bashevis Singer


Premio Nobel de Literatura 1978

Bashevis Singer

Un escritor desgarrado

Miami

Por Henie Hajdenberg


“Cuando el hombre mismo es un demonio 

no hacen falta más demonios”

En 1978, al recibir el premio Nobel, Isaac Bashevis Singer ingresó en la historia de la Academia Sueca, seguramente, como el único autor que sería galardonado por la creación de una notable obra literaria en idioma yiddish.
Cincuenta años antes de esa fecha sus novelas y narraciones hubieran deleitado a millones de lectores, pero el Holocausto había trastocado fatal e irreversiblemente la vida judía. Sólo los vestigios y la historia darían cuenta de la vibrante actividad cultural y artística que durante generaciones se había desarrollado en ciudades y “shtetlaj” (1). Consecuentemente, la lengua que había sustentado esa actividad y mediante la cual se comunicaban en Europa alrededor de 11 millones de personas – el yiddish – se agregaba ahora al grupo de “idiomas en peligro de extinción”.
Estas son palabras que pronunció Bashevis al recibir el Premio Nobel:
 “Your Majesties, Your Royal Highnesses, Ladies and Gentlemen,

People ask me often, ‘Why do you write in a dying language?’ And I want to explain it in a few words.
Firstly, I like to write ghost stories and nothing fits a ghost better than a dying language. The deader the language the more alive is the ghost. Ghosts love yiddish and as far as I know, they all speak it…” (2)
Isaac Bashevis Singer continuaría escribiendo en yiddish hasta el final de su larga vida.
Había nacido en Polonia en 1904, en el seno de una familia religiosa – su padre y sus abuelos eran rabinos – y en el hogar la mística se entreveraba con la realidad cotidiana.
“En casa se hablaba todo el tiempo de espíritus que tomaban posesión de seres vivientes, de almas perdidas y reencarnadas, de cuevas habitadas por demonios…”
No debe asombrarnos, pues, el hecho de que las imágenes que alimentaron y enardecieron su imaginación juvenil hubieran devenido motivos recurrentes en sus relatos.
Sus personajes, al igual que su creador, se debaten entre lo sagrado y lo profano. Los demonios, asociados a las pasiones y a la sensualidad, pueblan insistentemente su mundo de ficción, reflejando su percepción de la realidad circundante y su propia, desgarrada, vida interior.
En cierta ocasión Bashevis expresó: “Siempre he sentido que Dios ha sido muy mezquino al concedernos sus dones. No nos ha dado ni la suficiente inteligencia ni la necesaria fuerza física, pero ha sido extravagante con las pasiones. Todo ser humano ha recibido tantas y tan violentas, que aún un pobretón es millonario en emociones”, ha escrito.
En 1933 se publica en Varsovia su primera novela – Satán en Goray (3).

En 1935, consciente de los inminentes peligros que se ciernen sobre Europa, Bashevis emigra a los Estados Unidos.
Siempre he sentido que Dios ha sido muy mezquino al concedernos sus dones. No nos ha dado ni la suficiente inteligencia ni la necesaria fuerza física, pero ha sido extravagante con las pasiones











En Nueva York se reúne con su hermano, el conocido escritor Israel Joshua Singer, quien lo conecta con Forward, el más prestigioso diario yiddish de la época. Para ese entonces vivían en Nueva York aproximadamente dos millones de judíos y el Forward imprimía una tirada diaria de 250.000 ejemplares.

Asimismo, la literatura, las artes y el teatro yiddish se hallaban en su apogeo.

Bashevis, el inmigrante pobre e inseguro, debería conquistar un lugar en ese nuevo e imponente escenario.
Los comienzos fueron duros y la prematura muerte de su hermano – su modelo y mentor – agudizó la desesperanza. Las noticias que llegaban de Europa – incluyendo la aniquilación de su madre y de un hermano menor – lo marcaron para siempre.
No obstante, la buena fortuna le salió al encuentro. En 1953 su relato Guimpel el simple, traducido por Saul Bellow y publicado en la Partisan Review, lo coloca en camino al éxito.
Revistas como Harper’s, The Saturday Evening Post, Playboy, The Reporter y otras se disputan sus textos. Traducida al inglés y a diversos idiomas, su obra adquiere renombre internacional. El gran público se acerca nuevamente a la literatura yiddish, pero esta vez, paradójicamente, a través de las traducciones.
Corresponde aclarar que si bien Bashevis no fue en su época ni en su medio el único escritor prestigioso en yiddish, ni tampoco el único traducido al inglés, fue indudablemente el que alcanzó la más amplia difusión.
Tal vez el encanto de su obra se debe, por lo menos en parte, a la feliz combinación entre sus raíces ancestrales judías y un estilo modernista, consecuencia de las influencias contemporáneas europeas, que le confirieron significación universal.
Durante su vida Singer recibió numerosísimos premios literarios que se sumaron al Premio Nobel. Fue nombrado, además, Doctor Honoris Causa en la Universidad Hebrea de Jerusalem y en muchas otras.
La feliz combinación entre sus raíces ancestrales judías y un estilo modernista, consecuencia de las influencias contemporáneas europeas, que le confirieron significación universal









Cuatro films cinematográficos se han producido en base a sus obras, una calle en Miami lleva su nombre y la Universidad de Miami ha instituido una beca en su honor.
Podría decirse que fue un hombre afortunado, y no obstante, su obra lo delata como un escritor desgarrado. Su mirada contempla, irremediablemente, un mundo reducido al nihilismo moral. En su cuento El último demonio pone en boca de su protagonista las siguientes palabras: “Cuando el hombre mismo es un demonio no hacen falta más demonios…”
De todos modos, Bashevis, consecuente con sus historias acerca de espíritus y almas en pena, nunca creyó seriamente en la muerte. Creía en la reencarnación, que justificaba desde una lógica de economía Divina: “Dios no enviaría las almas al mundo sólo por una vez…”
¿Lo reencontraremos? ¿Qué escribiría ahora?

(1)   Pequeñas aldeas judías en Europa Oriental
(2)   Sus Majestades, Su Alteza Real, damas y caballeros,
La gente me pregunta frecuentemente ´¿Por qué escribes en un idioma en peligro de extinción?´ y yo quisiera explicarlo en unas cuantas palabras: En primer lugar, me agrada escribir historias de fantasmas y nada complace tanto a un fantasma como una lengua agonizante. Cuanto más muerta esté la lengua, más vivo está el fantasma. Los fantasmas aman el yiddish, y que yo sepa, todos ellos lo hablan…”
(3) Pequeña ciudad en Polonia

Henie Hajdenberg

Henie Hajdenberg


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