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sábado, 11 de mayo de 2002

Nuevos narradores estadounidenses / Clásicos y modernos



NUEVOS NARRADORES ESTADOUNIDENSES

Clásicos y modernos


Rodrigo Fresán
11 de mayo de 2002

En la literatura de Estados Unidos cambian los nombres y las estéticas, pero los temas y los paisajes permanecen. Así, más que romper con el pasado, las nuevas generaciones de narradores continúan transitando los caminos abiertos por los escritores que las precedieron. Sin olvidar a clásicos como Herman Melville, Mark Twain o Nathaniel Hawthorne, los autores de hoy tienen muy presentes a contemporáneos como John Cheever, Philiph Roth, J. D. Salinger o Don DeLillo.
Hay un criterio simple -el generacional- que es en el que suelen refugiarse publicaciones de prestigio como The New Yorker y Granta a la hora de, periódicamente, revelar al mundo '20 escritores para el siglo XXI' o 'los mejores novelistas jóvenes de América'. Es un criterio funcional e incontestable, pero que -siempre obligado por la presión del modelo nuevo- suele esquivar el hecho de que un país como Estados Unidos nunca deja de mantener una relación con un pasado que suele enorgullecerlos o, por lo menos, resultarles siempre digno de interés. Lo mismo ocurre con su literatura: cambian los apellidos y las estéticas, pero ciertos temas y paisajes permanecen. Por eso las nuevas generaciones de escritores made in USA continúan sin culpa ni disimulo el trabajo de las que las precedieron, y todos felices. Y el lector también a la hora de disfrutar de la paradoja posible de un cóctel tan clásico como original: una medida de la mística metaficcional de Herman Melville, una de viaje iniciático de Mark Twain, una de puritanismo pagano de Nathaniel Hawthorne, agitar con fuerza, colar a través de tantos otros apellidos que vinieron después, servir bien caliente en una copa moderna. Por eso también -a la hora de explorar los territorios y tramas de estos nuevos, muchos de ellos ya en trámite de ceder su sitial a nuevos-nuevos- se comprueba que el estilo puede variar pero las postales son enviadas desde los mismos lugares de siempre.




Se sirve en copa posmoderna este cóctel: una de mística metaficcional, una de viaje iniciático y una de puritanismo pagano

Así -algunas puntas de un iceberg de muchas puntas- Jeffrey Eugenides, Charles Baxter, A. M. Homes y Michael Knight vuelven a redescubrir el suburbio -ese epifánico infierno chico que ya exploraron gente como John O'Hara, Richard Yates y, sobre todo, John Cheever- como sitio de fracaso y redención con destellos casi mitológicos. Heidi Julavits viaja a los pueblos muertos de la Gran Depresión con los modales barrocos de William Faulkner y Carson McCullers. Nathan Englander recupera la fuerte tradición del judío mágico y pícaro -en la que lo precedieron Isaac B. Singer, Bernard Malamud y Philip Roth- mientras que Ethan Canin y Michael Chabon hacen lo propio con nuevas versiones del ángel caído blanco, anglosajón y protestante de Francis Scott Fitzgerald disfrazado de dibujante de cómics o escritor bloqueado. David Sedaris, Melissa Bank y Matthew Klam modernizan el concepto del humorista en serio à la Dorothy Parker o Woody Allen o Jerry Seinfeld con relatos de mecánica cercana al monólogo de stand-up comedian. Jonathan Franzen y Lorrie Moore se sientan a la mesa de esas familias disfuncionales que John Updike tantas veces fotografió en sus cuentos y en las novelas de la saga de Rabbit Angstrom. Dave Eggers, Rick Moody y William T. Vollmann reinventan sus propias vidas recibiendo la herencia del fantasma verdadero del paladín de la cripto-autobiografía Jerome David Salinger; mientras que Donald Antrim, George Saunders, Chuck Palahniuk y David Foster Wallace se reparten a partes iguales el legado entrópico y satírico de Thomas Pynchon y Kurt Vonnegut a la hora de destruir el planeta o, por lo menos, patear ese puzle al que sólo le faltaba una pieza para terminarlo de armar. Richard Powers es el perfecto discípulo de Don DeLillo cuando se trata de comprender la historia pública de su país a través de las historias privadas de sus personajes. Jonathan Lethem -replicante de Philip K. Dick- se consagra como escritor 'de género' tan apto para la ciencia-ficción como para el policial paranóico-existencialista. James Gunn y Denis Johnson -el mayor de todos ellos en todo sentido- se mueven por las zonas oscuras de la derrota con héroes drogadictos o malditos que descienden directamente de las alturas beatniks y posvietnamitas o ascienden hacia las profundidades de la cultura trash y el consumismo pop. Al final -pero no por eso en último lugar-, Sherman Alexie, Junot Díaz, Chang-Rae Lee, Jhumpa Lahiri, Collum McCann, releen para reescribir, con la caligrafía del inmigrante o de la minoría étnica, el mapa de un país donde Huckleberry Finn sigue saliendo al camino, Hester Prynne continúa soportando el estigma de una letra escarlata y Ahab no ha dejado de perseguir a una ballena blanca que simboliza cualquier cosa, todas las cosas de este mundo.

Lorrie Moore







LOS OTROS NUEVOS


La revista The New Yorker seleccionó en 1999 a 20 autores para el siglo XXI. Además de los ya citados en las páginas anteriores, éstos son otros autores con obra traducida al español que se encontraban en la lista:
Donald Antrim. 
Los cien hermanos. Tusquets, 2000.
Sherman Alexie. 
El indio más duro del mundo. El Aleph, 2001. Indian Killer. El Aleph, 1997.
Edwidge Danticat. 
Palabras, ojos, memoria. Ediciones del Bronce, 1998.
Junot Díaz. 
Los boys.
Mondadori, 1996.
Jeffrey Eugenides. 
Las vírgenes suicidas. Anagrama, 1994.
Nathan Englander. 
Para el alivio de insoportables impulsos. Lumen, 2000.
Jhumpa Lahiri. 
Intérprete de emociones. 
Ediciones del Bronce, 2000 (en catalán en Columna, 2000).
Chang-Rae Lee. 
En lengua materna. Anagrama, 2001.
Rick Moody. 
América púrpura. 
Debate, 2001. 
La tormenta de hielo. 
Debate, 1997 (en catalán, Llibres de l'Índex, 2001).
William T. Vollman. 
Historias del Mariposa. 1995; 
Trece relatos y trece epitafios, 1996,
Para Gloria, 1998
La lista de autores traducidos es mucho más extensa. Pese que no incluye a autores que ya se han convertido en referencia, como Roth, Cheever, Auster o Delillo, es una muestra representativa:
Dave Eggers. 
Una historia asombrosa, conmovedora y genial. Planeta, 2001 (versión catalana en Columna, 2001).
Heidi Julavits. 
El palacio mineral. 
Mondadori, 2002.
James Gunn. 
El coleccionista de juguetes. 
Mondadori, 2002.
Zoetrope: All-story, antología de relatos de la revista Zoetrope. Emecé, 2002.
Steven Millhauser. 
Pequeños reinos. 
Andrés Bello, 1998.
El lanzador de cuchillos.
Andrés Bello, 2001, entre otros.
Nicholson Baker
La interminable historia de Nory. 
El Aleph, 2002 (en catalán en Empúries).
Brady Udall. 
La vida milagrosa de Edgar Mint. 
RBA, 2002.
James Hynes. 
El cuento del docente. El Aleph, 2002.
Lorrie Moore. 
Pájaros de América. Salamandra, 2000 (en catalán, Edicions 62, 2000).
Autoayuda. Salamandra, 2002.
Helen DeWitt. 
El séptimo samurái. Plaza & Janés, 2001.
Kief Hillsbery. 
En pie de guerra. 
Seix Barral, 2001 (en catalán en Columna).
Armistead Maupin. 
El oyente nocturno. 
Plaza & Janés, 2001.
Colum McCann. 
A este lado de la luz. El Aleph, 1998
(en catalán en Columna). Perros que cantan. El Aleph, 2001.
André Dubus III
Casa de arena y niebla. Diagonal, 2001.
Douglas Coupland. 
La segunda oportunidad. 
Ediciones B, 2001. 
Todas las familias son psicóticas.
 Destino, 2002, entre otros.
James Salter. 
Juego y distracción y Anochecer. El Aleph, 2002.
Lawrence Weschler. 
Boggs, la comedia del dinero. 
Seix Barral, 2000.
El gabinete de las maravillas de Mr. Wilson. 
Seix Barral, 2001.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 11 de mayo de 2002

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