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jueves, 27 de julio de 2017

Los escritores y los clásicos

Miguel de Cervantes Saavedra
Poster de T.A.

Diversidad de opiniones sobre la influencia de los clásicos en los escritores actuales


BEL CARRASCO
12 MAY 1981

«¿Qué significa el legado de los clásicos para los escritores actuales: una tradición enriquecedora o una carga lastrante, una herencia asumida o una influencia inconsciente?... Un grupo de escritores españoles y latinoamericanos de tendencias y prácticas muy diversas confrontaron su valoración personal de estas cuestiones en la polémica sesión final del Seminario Internacional sobre Literatura Española y Siglo de Oro que se desarrolló a lo largo de la semana pasada en la Universidad Autónoma de Madrid. Juan Benet, J. M. Caballero Bonald, José María Guelbenzu, Hugo Gutiérrez Vega, Héctor Rojas Herazo, Alonso Zamora Vicente, con José Luis Aranguren, ensayista experto en la materia, el poeta Félix Grande, que actuó de presentador, y el profesor Pablo Jauralde, organizador del Seminario y moderador del coloquio, ocuparon el escenario del salón de actos del Instituto de Cooperación Iberoamericana, donde se celebró el acto, el viernes pasado, con asistencia de un numeroso público, en su mayoría jóvenes universitarios.

"Gente poco humorada"

«Leo poco a los autores del Siglo de Oro, porque me aburren profundamente. Salvo Cervantes y algunos cronistas de Indias, son gente sutil, pero poco humorada. Tal vez si hubieran escrito en francés o inglés hoy contaríamos con buenas traducciones de sus obras y así resultarían legibles». Estas impertinentes afirmaciones de Juan Benet entonaron los ánimos nada más empezar la ronda de intervenciones y abrieron curso a la polémica entre clasistas y anticlasistas, para regocijo de los espectadores.«Yo no creo mucho en legados», manifestó José M, Guelbenzu, quien aludió a su lectura «autodidacta y a salto de mata de los clásicos». En respuesta a consideraciones tan escépticas, Alonso Zamora entonó a continuación un elogio al Siglo de Oro, «donde es oro casi todo lo que reluce», y a la memoria de sus maestros -Pedro Salinas y José Ortega-, a través de cuyas enseñanzas; se inició en el mundo de los clásicos. «En la literatura hay dos cosas: una es Cervantes, y otra, todos los demás», dijo J. M. Caballero Bonald, quien se declaró fervoroso lector de Góngora, admirador de su capacidad de inventiva y de todo lo que representa el barroco en cuanto indagación del lenguaje, matizó que si bien la poesía del Siglo de Oro mantiene su vigencia, el teatro de esa época exige una actualización por la retórica y ampulosidad que caracteriza su lenguaje».
Curiosamente, fueron los dos escritores latinoamericanos los defensores más entusiastas de los clásicos españoles. El poeta mexicano Hugo Gutiérrez afirmó la presencia de su legado «como una atmósfera espiritual en el tronco común de la literatura en castellano». Para Héctor Rojas, «los clásicos han influido tanto en la vida del idioma que ni siquiera hace falta leerlos para que su pervivencia se manifieste, aunque cada cual elige entre ellos el más próximo, según las propias necesidades y cuestionamientos».
El profesor Aranguren sintetizó las diferentes opiniones en tres corrientes que reflejan la actitud general de los escritores contemporáneos ante el Siglo de Oro: «Los que rechazan a los clásicos con la excepción de Cervantes, los que intentan comunicar con ellos y quienes no se preocupan ni les importa su posible influjo». «Pero incluso los que rechazan eso que se llama Siglo de Oro están bajo su influencia», añadió. «El problema fundamental es desmitificar a los clásicos, someterlos a cierta existencialización que los aproxime a nosotros y, sobre todo, que se enseñe a leerlos. En definitiva se trata de que los clásicos dejen de serlo».
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 12 de mayo de 1981
EL PAÍS

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