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viernes, 3 de febrero de 2017

Jane Birkin, el mito erótico se hizo actriz

Jane Birlin, 1968

Jane Birkin, el mito erótico se hizo actriz

La Cinemateca Francesa reivindica su trayectoria como intérprete a través de una retrospectiva integral de sus películas


ÁLEX VICENTE
París 2 FEB 2017 - 14:59 COT

La voz tenue y conmovedora de Jane Birkin, esa mujer inmersa en una emoción casi siempre rayana con las lágrimas, ha logrado eclipsar una destacada trayectoria en el cine, donde fue un icono erótico y pop antes de convertirse en una interesantísima actriz e incluso en directora ocasional. Para rendirle justicia, la Cinemateca Francesa le dedica una retrospectiva integral de sus películas hasta el 11 de febrero. El conjunto dibuja algo muy parecido a una emancipación. A lo largo de las décadas, Birkin dejó de colocarse a la sombra de los hombres con los que compartió su vida. El principal fue Serge Gainsbourg, a quien conoció rodando la semiolvidada Slogan, y que la dejó reclusa durante años en la incómoda categoría que ocupan siempre las musas. Pero Birkin terminó abrazando papeles de una gran complejidad dramática, que revelaron un potencial como intérprete en el que no parecía creer ni ella misma.


Jane Birkin

La actriz y cantante británica, que acaba de cumplir 70 años, abrió la semana pasada el ciclo con un emotivo discurso en un francés todavía imperfecto, pese a llevar cinco décadas en París. "Gracias a los directores que se sirvieron de mí y me hicieron un lugar entre personas a las que no creía poder tener acceso”, dijo con su voz titubeante, vestida con ropa de hombre y un par de tallas demasiado grande. Birkin tuvo un recuerdo especial para “los dos Jacques”, Rivette y Doillon. Especialmente el segundo, quien sería su compañero durante los ochenta. “Gracias a él, me tomaron en serio por primera vez”, afirmó.
Jane Birkin en 1975
Su carrera en el cine habrá estado ligada a distintas metamorfosis. “Nos apetecía volver a analizar su recorrido y juntar sus películas para que sobresaliera la singularidad de una trayectoria que no se parece a ninguna otra”, explica el director de la Cinemateca Francesa, Frédéric Bonnaud. Hija de un comandante de la Royal Navy y de la actriz Judy Campbell, Birkin se instaló en Francia tras separarse del compositor John Barry en 1968. Al principio, sus papeles en el cine no tenían ni nombre. Fue “la chica de la motocicleta” en El knack, de Richard Lester. Y encarnó a “la rubia” en Blow up, de Michelangelo Antonioni, que le valió la fama en pleno Swinging London. “Provocó un miniescándalo, porque aparecía desnuda durante veinte segundos…”, protestó ante Agnès Varda en el documental Jane B. por Agnès V. Le seguirían la sensual La piscina, de Jacques Deray, y la sulfurosa Cannabis, de Pierre Koralnik, recordada por sus escenas de orgía.


Jane Birkin



El conjunto de sus películas dibuja algo parecido a una emancipación

En los albores del Mayo del 68, aquellos papeles fijaron su imagen pública, convirtiéndose en “un cuerpo erotizado”, como apunta el programador del ciclo, Bernard Payen. Pese a todo, Birkin fue un peculiarísimo sex symbol, “de silueta totalmente andrógina y el pelo muy corto, confundida por un chico por Joe Dallessandro”, en Je t’aime moi non plus, dirigida por Gainsbourg (e inspirada en la tórrida canción que compuso, originalmente, para Brigitte Bardot). A partir de los setenta, Birkin tomó una dirección inesperada: la del cine comercial. Directores como Claude Zidi o Patrice Leconte, que supieron sacar partido a su supuesta ingenuidad en distintas comedias. “Cuando Zidi me entregó el guion, le dije que era para alguien como Bardot, para una estrella de verdad. Él me respondió: “Al final de esta película, tú también serás una estrella”. Y tenía razón, porque me convertí en alguien popular. Ya no era solo la chica sexy que aparecía desnuda en la portada de Lui —Dios sabe cuántas veces aparecí en ella…—, sino también un personaje conocido”, recordó la semana pasada.



Retiro y regreso
Birkin supo encarnar más de un único papel. Georges Franju, figura central del cine fantástico francés, solía decir que ningún otro rostro lograba “expresar tan intensamente el pánico” como el suyo. La parte más interesante de su carrera en el cine llegó a partir de los ochenta, junto a Doillon y Rivette. Este último le regaló el que tal vez sea su mejor personaje: Liz, la compañera del gran pintor que protagonizaba La bella mentirosa, sustituida por una modelo más joven y voluptuosa, a quien encarnó Emmanuelle Béart.
En los últimos años, su presencia en el cine se ha vuelto más discreta. En 2007 dirigió Boxes, su primer filme como realizadora, que relataba la historia de una mujer con tres hijas de tres hombres distinto, igual que la propia Birkin en la vida real. Le siguió su última colaboración con Rivette en 36 vues du Pic Saint-Loup y una más con otro de sus viejos aliados, Bertrand Tavernier, en Crónicas diplomáticas - Quai d’Orsay. El suicidio de su hija Kate, en 2013, la partió en dos y provocó un retiro temporal. Su regreso por la puerta grande tendrá lugar a finales de marzo, cuando publicará su nuevo álbum, Birkin/Gainsbourg (Warner), donde reinterpretará con una orquesta sinfónica las grandes canciones compuestas por el padre de su hija Charlotte.

ELPAÍS

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