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martes, 29 de marzo de 2016

Europa se construyó con libros



Europa se construyó con libros

Expertos reunidos en Barcelona elogian el papel del editor pero ven inevitable un cambio en la cultura escrita



CARLES GELI
Barcelona 3 NOV 2009

"Si no hubiera existido el veneciano Aldo Manuzio, que en pleno siglo XV recogió todo el corpus griego y publicó a Erasmo de Rotterdam, sin duda, la historia de Europa habría sido bien distinta". Sólo por esa frase, pronunciada ayer por el prestigioso catedrático de Literatura de La Sorbona de París el belga Antoine Compagnon se podría decir que los editores catalanes han organizado el primer Fòrum Atlàntida que hoy, bajo el epígrafe La contribución de la edición en la configuración de la cultura occidental, termina en La Pedrera de Barcelona. Pero el mismo autor de Para qué sirve la literatura (Acantilado) les echó un jarro de agua fría segundos después. "Nuestra lectura se transforma de manera profunda; yo mismo leo ya más en pantalla que en papel; los hibrid books, libros con contenido multimedia de audio y vídeo, me parecen inevitables. Y mejor que el editor tradicional se ponga a ello porque si no, lo harán otros que no lo son".

Formado en la eclosión de los libros de bolsillo de la década de 1960 cuando los dirigían "editores humanistas y no expertos en ventas", Compagnon recordó el peso brutal "generación a generación hasta ahora" de los grandes editores en la formación de los europeos y hasta de EE UU, hasta el extremo de marcar o crear un estilo como el realismo sucio y el minimalismo, con las hoy cuestionadas intervenciones de los editores Gordon Lish y Maxwell Perkins en las obras de Carver y Hemingway.

"Vivimos en la época de la edición sin editores, dominado el sector por los expertos en marketing y ahora por Internet, donde no hay intermediarios ni jerarquía", defendieron al unísono Compagnon y su pareja en el estrado, el editor Jaume Vallcorba.


Más atrás en el tiempo sobre el peso del editor fueron el francés Roger Chartier y el catedrático Francisco Rico. Mientras, el primero, experto en la lectura en Occidente, hacía desembocar su discurso en el hecho de que "toda nueva implantación editorial nunca se ha traducido en una sustitución radical, sino que es una reorganización de la cultura escrita, de los usos de transmitirla". Rico ilustraba, servilleta de papel en mano, cómo los pliegos condicionaban tanto la economía como el contenido de un libro en el Siglo de Oro. O sea, que el libro, ante cualquier cambio, ha estado siempre ahí. Quien no lo estará hoy es Claudio Magris, baja por enfermedad, pero sí Jorge Edwards y Roberto Calasso, escoltados por Daniel Fernández y Jorge Herralde.

* Este articulo apareció en la edición impresa del Martes, 3 de noviembre de 2009

EL PAÍS


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