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miércoles, 6 de mayo de 2015

Lengua y sexo / Dos placeres iguales

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Adam Martinakis



Lengua y sexo: dos placeres iguales

Sexo con Esther

Aunque muchos no lo crean, aprender idiomas produce tanto placer como un buen polvo.



Por ESTHER BALAC |
11:03 p.m. | 1 de noviembre de 2014



“No hablo, pero lo entiendo”, “me defiendo” y “no pronuncio, pero leo bien” son disculpas que se inventan las personas a las que un idioma distinto al de su mamá les vuelve la lengua un ovillo, para no aceptar que no entienden ni jota.
Lo cierto es que dominar más de una lengua en el mundo de hoy es una mera condición para la supervivencia, pero se tiende a elevar a la condición de iluminados a quienes se les facilita la tarea de aprender otro idioma.
Hay quienes, ante el primer fracaso, se dan por vencidos, siguen viendo películas subtituladas y van de vacaciones a donde puedan pedir comida en lengua nativa.
Pero no hay tal. Aunque muchos no lo crean, aprender idiomas produce tanto placer como un buen polvo.
Y antes de que critiquen les diré que eso no es invento mío.
Resulta que unos estudiosos de la Universidad de Barcelona (España) y dos renombrados institutos alemanes acaban de demostrar que al estudiar una lengua nueva el cerebro utiliza las mismas zonas que se activan con las faenas bajo las sábanas, una buena comida, el juego o las drogas.
En otras palabras, pone en funcionamiento las áreas de la recompensa y el placer.
De acuerdo con estos investigadores, que publicaron sus hallazgos en la prestigiosa revista Current Biology, este proceso del lenguaje genera tanta satisfacción, cuando se asume con juicio, persistencia y dedicación, que puede incluso llegar a ser adictivo.
Me explico: durante el proceso no solo se ponen en funcionamiento estas áreas del cerebro, sino que las conecta con otras de la corteza prefrontal y la amígdala cerebral, que convierten la charla en otro lenguaje, en un verdadero gusto.
Algunos dan interpretaciones a este descubrimiento y sostienen que el asunto tiene que ver con la ineludible necesidad humana de comunicarse, y que, en ese sentido, la evolución ha puesto en el mismo lugar algo tan básico para la supervivencia como el sexo y una herramienta indiscutible que lo complementa como el lenguaje.
Qué bueno por los políglotas. Bien dicen algunos que lengua y sexo van de la mano. En eso son sabios los franceses; son ellos los que aseguran que la mejor forma de comunicarse, y de aprender ese idioma, es en la cama. Hasta luego.

ESTHER BALAC
EL TIEMPO

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