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domingo, 9 de noviembre de 2014

Aurora Bernárdez / Profunda, liviana existencia

Paco Luis Bernárdez, Laura, Aurora Bernárdez y Cortázar
en Toledo

Aurora Bernárdez

Profunda, liviana existencia

Siempre tuvimos curiosidad por saber cuándo se inició la complicidad que tanto encantaba a quienes frecuentaron a esa pareja que cultivaba la conversación como una de las bellas artes




Aurora Bernárdez, esa dama de pícara mirada azul, inteligencia veloz y leve figura, ha muerto en París a los 94 años. Qué difícil evocarla ahora. ¿Cuál de sus facetas, cuál de sus chispeantes conversaciones, cuál de sus divertidas anécdotas? Entró muy pronto en nuestra vida, primero como traductora, aunque entonces no supiéramos la importancia de una labor como la suya, necesariamente invisible, aunque infiltrada en la voz del autor, es decir en la materialización de su pensamiento. Así, su nombre, a veces en letra injustamente pequeña, se nos fue haciendo familiar junto al de escritores que nos acompañan en nuestra vida de lectores y, en nuestro caso, especialmente al de Julio Cortázar, con quien se casó en 1953. Con el tiempo supimos que la autora de aquellas traducciones elegantes y sutiles también era capaz de soñar historias tenebrosas o insólitas que contaba en el desayuno a su marido quien, con su permiso, claro está, transformaba en relatos. Siempre tuvimos curiosidad por saber cuándo se inició la complicidad que tanto encantaba a quienes frecuentaron a esa pareja que cultivaba la conversación como una de las bellas artes. Quizá comenzó a finales de 1947, cuando Aurora leyó el cuento “Casa tomada”, que Cortázar publicó en la revista Anales de Buenos Aires, de la mano de Jorge Luis Borges. O tal vez fue en enero de 1948, cuando él, sin conocerla todavía, publicó una crítica de La náusea, de Jean Paul Sartre, en la revista Cabalgata, en la que hizo algo insólito hasta entonces: elogió el trabajo de la traductora. “Aurora Bernárdez vertió el difícil lenguaje de la obra con una exacta noción del ritmo sartriano; en cada página hay pruebas de su esfuerzo y su eficacia” –escribió Cortázar.
Con el tiempo nuestra vida dio un vuelco y ya encaminados en el estudio de la obra de Cortázar tuvimos la fortuna de frecuentarla, poco después de la muerte del escritor. Entonces supimos que estábamos frente a la cronopia que había descubierto que unas escaleras eran de subir y otras de bajar y que había sido la primera lectora de todo lo que salió de la pluma de Cortázar, incluso cuando ya no eran pareja, aunque sí amigos incondicionales hasta el final.
De memoria prodigiosa, Aurora Bernárdez atesoraba anécdotas, muchas de ellas salpicadas de punzante humor ácido, y era delicioso escucharla desgranar historias de sus padres, inmigrantes gallegos en Argentina, de sus tías, de sus hermanos, uno de ellos el poeta Francisco Luis Bernárdez, amigo de Borges, de Arlt, integrante de los grupos vanguardistas en Buenos Aires, y de todo el mundo del ámbito de la cultura.
El azar y la necesidad hicieron que la discreción de su delicado trabajo como traductora de pronto se trocara en la más expuesta labor como albacea de la obra de Cortázar. Sin embargo, nada alteró aquel orden minucioso que una mujer como ella supo instaurar en su liviana existencia (como escribió Cortázar en un cuento). Disfrutaba estando en su casa, sencilla, limpia y ordenada, exenta de lujos pero repleta de belleza y comodidades para el alma, y desde allí el mundo seguía a su alcance. Le gustaba leer y estar al tanto de todo: Le Monde todos los días y El País los domingos, y celebraba que se lo lleváramos cuando la visitábamos. Luego nos premiaba con su compañía y el desayuno en el café de la plaza, con las mejores medialunas de París, las de la panadería de la vuelta. La echaremos de menos. Por encima de todo le agradecemos su precioso tiempo, y el amor y el respeto que dedicó a cuidar la obra que Cortázar le confió al morir. Lamentamos que con tanta vehemencia nos privara de sus memorias, porque ella tuvo, cómo no, una riquísima vida propia. Descanse en paz.
Mariángeles Fernández es especialista en la obra de Cortázar y fue durante años amiga personal de Aurora Bernárdez.


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