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domingo, 21 de septiembre de 2014

Adolfo Bioy Casares / María Kodama


Adolfo Bioy Casares
MARÍA KODAMA
Febrero de 1987

   Las personas que me hablaban acerca de la muerte de Borges en Ginebra, lo hacían polémicamente, a favor de María, o contra María; quizá a favor de la familia o de la cocinera Fanny. Yo, que no quería azuzar inquinas que se entrecruzaban en la posteridad de Borges, más de una vez afirmé: "Borges me dijo que para morir da lo mismo un sitio que otro. Ginebra no era para él un destierro. La recordaba siempre con nostalgias. Y qué lujo: tener un amor, y aun mal de amores, a los ochenta y tantos años". Todo esto es verdad, pero ahora siento que es quizá una verdad un tanto superficial que en esos momentos empleaba para defenderme de personas tan interesadas en la satisfacción de sus aversiones, que parecían no sentir tristeza por la muerte de mi amigo. 
   Quisiera creer que la muerte de Borges no fue tan desolada como la imagino. Yo quiero entrañablemente a París, pero sin duda preferiría morir en Buenos Aires. Todo puede volverse diabólicamente extraño al enfermo (Silvina, cuando regresó del hospital, no reconocía su casa); de todos modos, parece que las cosas que lo ayudan a sentirse en un ambiente familiar (en la acepción de conocido, de siempre) son favorables. No creo que Borges se haya sentido rodeado de las cosas y de las personas de siempre. Ojalá me equivoque. 
  Murió en la compañía de María, en la de Bernès y quizá en la de Bianciotti. María era su amor, y esto me llevó a decir: "Volvió a los ochenta años, con su amor, al país de los mejores recuerdos". En realidad, María es una mujer de idiosincrasia extraña; acusaba a Borges por cualquier motivo; lo castigaba con silencios (recuérdese que Borges estaba ciego); lo celaba (se ponía furiosa ante la devoción de los admiradores); se impacientaba con sus lentitudes. Junto a ella vivía temiendo enojarla. Por lo demás, María era una persona de tradiciones distintas a las suyas. Borges alguna vez me dijo: "Uno no puede casarse con alguien que no sabe lo que es un poncho o lo que es el dulce de leche". En lugar de poncho y dulce de leche podemos poner infinidad de otras cosas que jamás compartieron María y Borges. Creo que con María podía sentirse muy solo. A Bernès lo conocía superficialmente, de verlo en mi casa. En cuanto a Bianciotti, fue siempre para Borges un personaje ridículo, vanidoso, afectado, afantochado.
   Según Silvina, Borges partió a Ginebra y se casó para mostrarse independiente, como un chico que quiere ser independiente y hace un disparate. Yo agregaría: "Viajó para mostrarse independiente y, de paso, para no contrariar a María".

Adolfo Bioy Casares 
Borges 
Buenos Aires, Destino, 2006, págs. 1594-1595







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