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jueves, 27 de febrero de 2014

La lectura en el gobierno bolivariano / El maestro ignorante



Cuando el libro solo sirve para apuntalar una mesa coja

PAISAJE CULTURAL VENEZOLANO
DEL SIGLO XXI

Las editoriales del Estado, aunque incorporaron a algunas voces independientes, se convirtieron en instituciones de propaganda gubernamental

Por Israel Centeno
El País, 13 de marzo de 2013



Hugo Chávez llegó al poder hace 14 años con un proyecto político que en nombre de la inclusión sistematizó la exclusión de todo aquel que no se inscribirse en el "proceso revolucionario". Esto no dejó fuera al espectro cultural. El período que precedió al gobierno de Chávez, con los errores que puedan señalarse, específicamente en el sector editorial, fue diverso e incluyente. Allí se encontraron las más plurales corrientes del pensamiento y la plataforma promocional y divulgativa lo trató con una visión trascendente.
Para entender el tema venezolano, se debe acotar que Venezuela es un país que vive de la renta petrolera, el Estado monopolizaba, desde antes de la era Chávez, la industria del libro, además de otras muchas cosas. ¿Qué sucede cuando el Estado se deslíe en el gobierno, o se confunde o se fusiona? Comienza a exigirse a cambio primero la solidaridad y luego la incondicionalidad con el proyecto político encarnado el gobierno.

Este proceso que terminó excluyendo a la pluralidad de autores les hizo reinventarse

La Feria Internacional del Libro se empobreció convirtiéndose año tras año en una feria unicolor
Si bien antes de Hugo Chávez la política de Estado podía enajenar la producción y distribución del libro, desde 1998 a esta parte, el estado de la política, es decir, la ideología, la propaganda y un sentido desmesuradamente populista y autoritario del proyecto de Chávez, exigió supeditar cualquiera de estas disciplinas al proyecto bolivariano.
En nombre de la inclusión del pueblo se excluyó al pueblo de la posibilidad de contrastar un amplio catálogo, y a los autores de conformarlo y enriquecerlo. Las editoriales del Estado, si bien mantuvieron las formas al incorporar a algunas voces independientes, ideologizaron sus estrategias, sesgaron su producción y terminaron haciéndose instituciones de propaganda gubernamental.

He escuchado el argumento de que el sector creció, ahora tenemos una imprenta nacional, una agencia literaria, una distribuidora y un ente promotor del libro que, de retornar la independencia de poderes y realizarse una contraloría seria, arrojaría más corrupción que beneficios.
La Feria Internacional del Libro, que llegó a tener siete ediciones antes de Chávez, y donde tuve el honor de trabajar, se empobreció en su muestra, año tras año la vimos convertirse en una feria unicolor, parecida a la que se realiza en La Habana.
El prestigioso premio literario Rómulo Gallegos mantuvo su calidad, pero se agregó una condición al veredicto: preferible, subrayado, que el autor sea de izquierda.
Muchas cosas sobrevivieron a pesar de todo, quizás podría verse un aspecto positivo. Algunas bienales literarias lograron mantener su independencia, vale la pena nombrar a la Bienal Mariano Picón Salas de Mérida. Otras fueron barridas, como la Bienal José Rafael Pocaterra de Valencia. El autor venezolano se vio obligado a tocar las puertas de editoriales fuera del país. Nacieron proyectos editoriales independientes que han tenido que luchar con las barreras que impone el control de divisas: falta de insumos y elevados costos de impresión.
Se cerraron los espacios críticos.
No hubo críticas sin consecuencias.
Podríamos decir que este proceso inclusivo que terminó excluyendo a la pluralidad de autores y lectores que buscan la universalidad de ideas, tuvo algo positivo: hizo reflexionar al artista y al autor en lo nociva que es la dependencia absoluta del Estado y lo llevó quizás tocando su fibra de sobrevivencia, a salir al mundo y luchar por un espacio fuera de las órbitas oficiales, adelantar proyectos editoriales y reinventarse cada día para mantenerlos a flote.
A pesar de la propaganda y del efecto que causó el reparto sin costo alguno de ediciones multitudinarias de obras clásicas, hoy en dia nadie puede afirmar que no haya sido un derroche de populismo: estos libros terminaron cumpliendo las funciones más insólitas sin fomentar la lectura. Para ello hace falta una estrategia coherente que se sostenga en el tiempo, además de la amplitud de significados que tiene el pensamiento humano.
En estos 14 años hubo venganza, exhibición de resentimientos, una gran bulla y propaganda “revolucionaria“.
Israel Centeno (Caracas, 1958) es novelista y editor. Ha publicado en la editorialPeriférica la obra Hilo de cometa.

http://cultura.elpais.com/cultura/2013/03/12/actualidad/1363114154_095559.html


El maestro ignorante

La mitad de la población venezolana lee, sí, pero el volumen más leído es el de la Constitución bolivariana




Hugo Chávez esgrime un ejemplar de la Constitución del país en 2007. /
¿Qué ha pasado con el libro durante esto 14 años de gobierno bolivariano, bajo la dirección de Hugo Chávez en Venezuela? Uno de sus bastiones más importantes es lo que él mismo nombró como la “artillería del pensamiento”, nombre de uno de los periódicos más antiguos de Venezuela, adquirido por el oficialismo, El correo del Orinoco. Si el pensamiento es la punta de lanza del gobierno de Hugo Chávez, es también su talón de Aquiles.
La militancia bolivariana nunca ha tenido garantizado su derecho a la lectura y el libro es todavía un objeto exótico, extranjero. En plena efervescencia de redes sociales y realismo extremo, la propuesta del gobierno venezolano, nada a contracorriente. Tres puntos son importantes en esta propuesta.
El primero, es la puesta en duda de la autoridad, es decir, de la autoridad como poder hegemónico, no separado de lo político y lo económico, como una autoridad en crisis que ha cedido al mercado y no ha sabido proteger al libro de la depredación mercantilista. La segunda es el valor histórico que tendría el libro como reconstructor de la memoria colectiva y de una identidad cultural que pudiese generar lo que se podría llamar una “especificidad nacional venezolana”. La idea fundamental es redefinir el espacio simbólico y dar visibilidad y voz a los silenciados. La tercera es la inclusión social a través de la producción literaria, facilitar el acceso a aquellos que no han tenido derecho a la palabra, creando espacios donde esta palabra pueda ser escuchada (y valorada).
Desde este punto de vista, la edición y las redes de distribución del gobierno venezolano se convierten en un contrapoder y aspiran a dar su propia versión de la historia, el caso más relevante es Simón Bolívar. Otra idea importante es romper con la noción elitista del autor@, convertido en maestro ignorante que no entiende el conocimiento como herramienta de poder, sino como un lazo de unión con su colectividad, una noción más de mediador que de creador. Este año se han impreso 600 libros y la idea es promover la lectura a través de las ferias internacionales, las redes del librerías del Sur, y los diferentes sellos y fundaciones que ya existían y que el gobierno asumió (Monte Ávila editores, que en su época de apogeo fue la primera editorial en publicar a Clarice Lispector, o el Perro y la Rana, entre otras). Además las editoriales independientes están en pleno crecimiento: Lugar Común, Alfa, Punto cero, han ido lanzando autores como Federico Villegas o Rubi García.
El cuarto punto es el precio barato del libro, estas editoriales y fundaciones venden los libros a precios simbólicos, prescinden de las librerías tradicionales porque no generan plusvalía, lo que no impide que las editoriales sudamericanas y españolas circulen en los circuitos privados (aunque el control de cambio no abarata el libro y lo restringe a las clases más pudientes). Al mismo tiempo, reformular la autoridad y la idea de un ejercicio literario no transitivo (quien escribe en su torre de marfil), produce una inevitable banalización del libro, que circula igual a cualquier producto, y, por más que un Presidente o sus ministros lean y citen autores (el caso de Chávez lector voraz es el más simbólico), esto no garantiza un acercamiento, además, el libro compite con el cine y todos las redes de comunicación. Si en Venezuela un 50% de la población lee, no necesariamente es literatura. El libro más leído es la Constitución. Es la necesidad del ciudadano frente al individuo, pero, ¿podrá más que la necesidad de configurar una memoria colectiva latinoamericana, una identidad con el idioma y sus particularidades? El desafío es grande.
Patricia de Souza es una escritora peruana. Su último libro publicado esErótika, escenas de la vida sexual (Barataria, 2009).

http://cultura.elpais.com/cultura/2013/03/08/actualidad/1362765157_517329.html
Ciudadanos venezolanos esperan para hacerse con un ejemplar de 'El Quijote'. / EFE

¿Qué literatura tras Chávez?

Paisaje poschavismo: entre el boom educativo que aumentó el número de lectores y la discriminación de autores no oficialistas

 Paris 13 MAR 2013 - 00:56 CET



Hace un par de días, Beatriz Lecumberri, la autora de La revolución sentimental (2012) –sin duda uno de los trabajos periodísticos más ecuánimes y mejor informados sobre la historia reciente de Venezuela– escribía en este mismo diario: “Chávez, con los años, fue dejando también fuera de su proyecto de país a una parte importante de los ciudadanos. Conmigo o contra mí. Y la exclusión política sustituyó a la exclusión social”.
La literatura no ha sido una excepción a estas prácticas discriminantes. Hoy abundan los testimonios de la mella que han hecho en muchos escritores y gentes del mundo de las letras. Tanto más cuanto que, antes de la llegada de Chávez al poder, el ámbito de la literatura venezolana, como lo comprobaban con sorpresa los visitantes extranjeros, era un espacio bastante pequeño, civil y familiar. Bajo la sombra protectora de nuestro Estado petrolero, las luchas por el capital simbólico se dirimían básicamente a través de los posicionamientos estéticos y la repartición de los cargos administrativos y los reconocimientos nacionales, sin que las afinidades ideológicas de unos u otros vinieran a perturbar un cierto clima de respeto y cordialidad. Muchos de los actuales directivos de las instituciones culturales chavistas y muchos de sus actuales oponentes pudieron compartir así, durante largos años, idénticos beneficios y gozaron de un trato relativamente equilibrado.

"Se ha hablado de un pequeño boomde la narrativa que se vincularía  al desarrollo de un mercado editorial y las políticas educativas"
La radicalidad con que cambian las cosas a partir de 1998 modifica en pocos años este paisaje más bien raro en Latinoamérica. Hacia 2006, la novelista Ana Teresa Torres no puede menos que constatarlo: “En la actualidad, a las principales convocatorias del gobierno (encuentros de escritores, ferias del libro, festivales de poesía) y a los encuentros internacionales que cursan invitaciones oficiales a Venezuela, solamente son requeridos los escritores oficialistas, casi siempre los que forman parte de la nómina burocrática. Los escritores opositores denuncian públicamente que su participación ha sido excluida; otros, la mayoría, se excluye voluntariamente y su ausencia es notoria en los actos y en las celebraciones de los escritores oficialistas (y a la inversa). Los premios nacionales comienzan a girar sospechosamente entre los incondicionales…”
No creo que, en los siete años que nos separan de la cita de Torres, esta deriva discriminatoria se haya detenido o haya amainado. Pero uno de los efectos colaterales que ha producido, ha sido el de impulsar a muchos autores a ir en busca de otras instancias de legitimación intelectual y literaria, y, en particular, de esa instancia decisiva que son los lectores. A diferencia de lo que ocurría hace unos 20 o 30 años, hoy su número ha aumentado con las campañas de lectura y hoy además su interés es cada vez mayor por todo lo que la literatura venezolana tiene que decir del país. No en vano se ha hablado, hasta hace un par de años, de un pequeño boom de la narrativa que se vincularía a la doble conjunción que señala el desarrollo de un mercado editorial y las políticas educativas del gobierno. Autores como Alberto Barrera-Tyszka, Federico Vegas o Francisco Suniaga, por ejemplo, gozan hoy de la independencia que les brinda la difusión de sus novelas entre un importante número de lectores y no están sujetos, como otros, al solo reconocimiento institucional del aparato cultural del Estado.

"Es necesaria una literatura que restablezca los vínculos en una nación hecha pedazos."
Los pocos intentos que se han hecho hasta ahora por reunificar el campo y reconciliar a los escritores de uno y otro bando, han sido infructuosos. Así, el II Encuentro Internacional de Narradores en Venezuela organizado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura en noviembre pasado acabó con un cruce de acusaciones y un enfrentamiento abierto entre novelistas de la oposición, como Gisela Kozak, y figuras del chavismo, como Carlos Noguera y Humberto Mata.
Sin embargo, nadie ignora que el deporte y la cultura han sido tradicionalmente dos ámbitos privilegiados para limar asperezas y negociar consensos en situaciones de extrema polarización política. Si el fervor por la selección nacional de fútbol, la vinotinto, sigue siendo actualmente uno de los escasos factores capaces de reunir a los venezolanos, no es tan ingenuo pensar que tarde o temprano la literatura tal vez consiga abrir otro u otros espacios de diálogo. Y es que no hay nada más urgente en un país dividido, lleno de odios y donde las armas circulan en tal cantidad.
A la pregunta ¿qué literatura después de Chávez?, la respuesta, en la coyuntura actual, es, pues, una que busque afanosamente las palabras, las narrativas y los símbolos que nos devuelvan a todos el respeto, la sensatez, la tolerancia y el espíritu crítico; una que cree las condiciones mínimas para restablecer los vínculos comunitarios en una nación hecha pedazos.
Gustavo Guerrero es Consejero Editorial para Hispanoamérica en la editorial Gallimard de París.

EL PAÍS

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