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jueves, 31 de marzo de 2011

Cioran / El círculo de la soledad

E. M. Cioran según Scianmarella

E. M. Cioran
EL CÍRCULO DE LA SOLEDAD

Nadie puede conservar su soledad si no sabe hacerse odioso.

Vivo únicamente porque puedo morir cuando quiera: sin esa idea del suicidio, hace tiempo que me hubiera matado.

Cuando desde mi buhardilla contemplo la ciudad, me parece que en ella tan honrado es ser sacristán como proxeneta.

Se deja de ser joven cuando ya no se escogen los enemigos, cuando uno se contenta con los que ya tiene a mano.

Nuestro rencor proviene del hecho de haber quedado por debajo de nuestras posibilidades sin haber podido alcanzarnos a nosotros mismos. Y eso nunca se lo perdonaremos a los demás.

Levantarnos como un taumaturgo resuelto a poblar su jornada de milagros, y caer de nuevo en la cama para rumiar hasta la noche penas de amor y de dinero…

En cuanto un animal se trastorna, comienza a parecerse al hombre. Observen a un perro furioso o abúlico: parece como si esperara a su novelista o a su poeta.

Toda experiencia profunda se formula en términos de fisiología.

La lisonja transforma a una persona de carácter en una marioneta, y bajo la influencia de su dulzura, los ojos más vivos adquieren durante un instante expresión bovina. Insinuándose más allá de la enfermedad y alterando a la vez las glándulas, las entrañas y el espíritu, es la única arma de la que disponemos para dominar a nuestros semejantes,  para pervertirlos y corromperlos.


¿Por qué retirarnos, por qué abandonar la partida cuando nos quedan aún tantos seres a quienes decepcionar?


Sueñas con incendiar el universo y ni siquiera has logrado comunicar tu fuego a las palabras, ni siquiera has conseguido encender una sola…


Envejeciendo aprendemos a convertir nuestros terrores en sarcasmos.


No me pidáis más mi programa: ¿no es uno respirar?

Todo acto halaga a la hiena que hay en nosotros.

Sólo se descubre un sabor a los días cuando se escapa a la obligación de poseer un destino.

Cuando más indiferentes me son las personas, más me turban; y cuanto más las desprecio, menos puedo acercarme a ellas sin tartamudear.

El mendigo es un pobre que, ansioso de aventuras, ha abandonado la pobreza para explorar las junglas de la piedad.

Qué lastima que para llegar a Dios haya que pasar por la fe…

Su cinismo es la forma de su honestidad.

No medimos nuestras propias fuerzas más que en la humillación.

E.M. Cioran
Silogismos de la amargura
Caracas, Monte Ávila Editores, 1980

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