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viernes, 14 de enero de 2011

Anthony Minghela / Tom Ripley

Anthony Minghela
TOM RIPLEY

Anthony Minghela, el director de El paciente inglés, 
presenta una nueva versión de la obra de Patricia Smith.
Minghela ve en Tom Ripley la encarnación de las angustias del siglo XX.
JESÚS RUIZ MANTILLA Madrid 23 FEB 2000


Cuando Anthony Minghella, oscarizado director británico por El paciente inglés, le dijo a Sidney Pollack que sí llevaría El talento de Mr. Ripley al cine, lo hizo entusiasmado por la idea de desnudar a un personaje amoral, angustiado, capaz de amar, pero más capaz de matar. Y es que este director, que concibe sus obras como productos delicatessen en las que mima cada plano, ha ahondado en los personajes que creara Patricia Highsmith. La nueva versión, protagonizada por Matt Damon, Gwyneth Paltrow y Jude Law, ha conseguido cinco candidaturas a los Oscar de este año.
Entre las estatuillas a las que aspira la película, que se estrena este viernes en España después de pasar por la sección oficial del Festival de Berlín, están la de la dirección artística, el diseño de vestuario y la banda sonora. Jude Law aspira al Oscar como actor secundario, y el propio Minghella, que hoy presenta el filme en Barcelona, como autor del guión adaptado.Este hombre obsesionado con la elegancia -"pueden acusarme de ser elegante, me encantan las cosas que son finas y me gusta que me identifiquen con ellas", dice- y también algo susceptible con sus kilos de más -"esa silla para gordos es en la que me tengo que sentar yo, ¿no?", dice al entrar en la habitación del hotel berlinés donde se desarrolla la entrevista- ha buceado con muchas bombas de oxígeno por la legendaria obra de la Hihgsmith.
"En esta novela está la angustia del hombre del siglo XX. No es sólo la historia de ese personaje criminal al que nunca coge la policía, es un paseo por el infierno de un hombre que muestra todas las frustraciones del presente: querer ser otro, mirarse en los espejos exteriores más que en los interiores, esta cultura de la venta que nos ofrece la gran oportunidad de explorar el miedo que uno se tiene a sí mismo y cambiarse por el de enfrente", reflexiona sonriente este hombre bajito, amable, con perilla de pincho y calva rapadita al cero.

Honrar el libro
"Lo difícil de adaptar una obra que amas es que trabajas con la obsesión de honrar el libro y la película", aclara el cineasta. Pero lo que pocos pueden negar es que Minghella ha sacado conclusiones contundentes sobre los personajes.
Una historia con enjundia en la que Minghella no pretende juzgar al hombre que esta vez lleva la máscara con la cara de Matt Damon. "Una de las cosas que más me cuestan en el proceso de una película es la elección del reparto. Yo me tengo que enamorar de los actores. ¿Y cómo lo haces? Te sientas con ellos, conversas y bebes. A Matt lo elegí porque me subyugó con su inteligencia. Yo tenía claro que no haría la película sin un Ripley que me convenciera mucho, y en Matt vi esa transparencia y esas sombras del personaje".


Jude Law y Matt Damon
Su elección era muy importante porque toda la película se ve a través del mundo de este hombre camaleónico, ambicioso, acomplejado, cruel y encantador. "Esta vez he robado la cámara y he hecho la película con el ojo de Ripley", continúa el director, "con su visión del mundo, con su forma de hacer las cosas, y no quiero que nadie le reeduque, sino que le acompañen en su infierno", dice. Sin embargo, esta opción es difícil de entender por algunos, sobre todo en Estados Unidos, donde la Academia de Hollywood ha escatimado a la película algunas opciones de peso para el Oscar. "El público americano no acepta bien que un criminal se libre de su castigo, y ése es Ripley, lleva el castigo dentro, pero no paga con la cárcel".
El talento de Ripley ha llevado a Minghella otra vez hasta el sol de Italia, como en los días en que rodó El paciente inglés, y le ha dado la oportunidad de llevar al cine un relato turbio y negro sin perder la fidelidad a su estilo luminoso y elegante, una apuesta arriesgada. "Me encanta Italia, mis raíces están en aquel país. Sin embargo, creo que soy más italiano de lo que pienso y menos de lo que me gustaría ser", dice jugando con los galimatías otra vez, como en su película.
Minghella ha puesto sobre la mesa una imagen de Ripley con tendencias homosexuales sinceras y heterosexuales cuando se trata del hombre que quiere ser. "Creo que la homosexualidad está en la superficie de la novela. Quizá no se lea en el libro claramente y yo no lo enfaticé por eso, pero lo veo en la descripción de las miradas, los gestos, que dicen muchas cosas", afirma este director que se había prometido a sí mismo escapar de las adaptaciones literarias, pero que sigue sin poder hacerlo. "De hecho, hay un libro, La montaña de oro, que me ha impresionado tanto que va a hacerme romper mi promesa de no volver a las adaptaciones", cuenta. Se trata de una visión cruel y descorazonadora de la Odisea de Homero trasladada a la guerra de secesión estadounidense que Minghella se ha decidido a trasladar al cine.


'La Cenicienta'
Patricia Highsmith, que dejó escritas cuatro novelas sobre Ripley, no ha sido la única referencia literaria que le ha servido a Minghella. "También he investigado en Los paraísos perdidos, en Macbeth, en La Cenicienta, y en varios libros en los que los personajes pierden la virginidad moral", cuenta.
"Las historias morales me interesan, por algo vivo con las bendiciones y las maldiciones que supone ser un director católico, alguien que cree en el purgatorio y en el karma, lo que le da capacidad de entender el alma de Ripley, de encontrar humanidad en la misma".
Pero también este director de tiempos pausados, amigo de la degustación del cine, de la creación de atmósferas cuidadas, revela sus referentes cinéfilos: "El Fellini de La dolce vita, Visconti, Kurosawa y Kieslowski, otro director también católico preocupado por la moral como gran misterio en su trabajo", se confiesa Minghella.
Bajo el oscuro sol
"Me encanta Ripley. Es tan diferente a mí". Matt Damon insiste en desmarcarse de su personaje en El talento de Mr. Ripley: un tipo amoral, un acomplejado social dominado por su deseo de ser otro. Los remordimientos atormentan al Ripley de Damon.
Un asesino muy distinto al que en 1959 interpretó Alain Delon en A pleno sol, la película de René Clement que convirtió al actor francés en icono de una juventud que deseaba reinventarse lejos del peso de una Europa gris y avejentada. Moreno, bello y cínico -y sin tiempo para remordimientos-, su personaje en aquella versión de la novela de Patricia Highsmith carecía de los ambiguos matices que 40 años más tarde le ha dado el californiano Damon.
La homosexualidad no latía en el personaje de Delon, que sin embargo era un Ripley mucho más sexual.
El triángulo que formaron Alain Delon, Marie Laforet y Maurice Ronet causó un fuerte impacto: anunció la peligrosa luz de los sesenta. La estética luminosa de la película, los cuerpos y el sol mediterráneo contrastaban con la oscuridad mental.
"En A pleno sol está la manera europea de ver Europa", dice Minghella. "En mi película está la visión americana, idealizada, sobre Europa. Clement era más contundente, más realista".

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