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jueves, 6 de enero de 2011

Alberto Duque López / Misteriosa Patricia Highsmith


Misteriosa Patricia Highsmith

Por Alberto Duque López

Es como un temblor en la superficie del agua tibia y azul del Mediterráneo, tan leve que sólo los espectadores más sensibles serán capaces de identificarlo. El temblor que produce el miedo a lo desconocido, que asoma durante uno de esos momentos llenos de sol, sexualidad, perversiones y decadencia en la película El talentoso Mr Ripley, cuando el millonario Dickie Greenleaf (el actor Jude Law) le pregunta a Tom Ripley (Matt Damon), cuál es su gracia, qué lo hace atractivo y el joven timador, sin pensarlo dos veces, le responde que convertirse en los demás, doblarlos, imitarlos, engañarlos a todos.



Hitchcock la ‘descubre’

Comienza imitando al viejo Greenleaf, el padre de Dickie, quien siente que la piel se le eriza, ya se siente amenazado, ya siente miedo como si estuviera enredado en la tela de una araña y adivinara que el enemigo se acerca.

Ese es el don de Tom Ripley, esa es su gracia: como si fuera un camaleón, mudar de piel y colocarse la sonrisa, los anillos, la ropa, las palabras, el olor, los perfumes, los jadeos, las obsesiones, los pensamientos, el alma y por supuesto el dinero de sus víctimas.

Ese es Tom Ripley, protagonista de cinco populares novelas escritas por una señora divertida, inmoral, perversa y muy popular, Patricia Highsmith, nacida en Forth Worth, Texas, el 19 de enero de 1921, a quien algunos recuerdan como una chica rara, solitaria, que defendía a los negros y los radicales, rodeada de gatos y guacamayas, alejada de los hombres. A los seis años se marchó a vivir a Nueva York, estudió periodismo, publicó su primer cuento a los 24 años en la revista Harper´s Bazaar y cinco años más tarde saltó a la fama de la mano de Alfred Hitchcock, quien adaptó su primera novela, Extraños en un tren.






Odio a la noche

Desde pequeña escribía cuentos sobre personajes que estaban amenazados sin saber cómo ni por qué, ni por quién, sólo que no podían dormir tranquilos, como ella, que detestaba la noche porque sentía que no podía respirar. Detestada por sus historias pesimistas y despiadadas, su conducta personal y sus ideas políticas contrarias al ideal del ‘sueño americano’, abandonó E.U. en 1963 y se escondió en una pequeña casa en las montañas suizas hasta su muerte el 4 de febrero de 1995, rodeada de gatos y guiones enviados por importantes directores que querían hacer películas con sus libros.

Un recuerdo personal

Todavía la recuerdo y especialmente ahora, cuando han estrenado esta película de Minghella. Todavía la recuerdo. En septiembre de 1982 pude conocerla durante una mesa redonda sobre novela negra en San Sebastián, España, con su rostro despedazado por las arrugas, sus manos manchadas por la nicotina, su voz de camionero retirado y sus ojos medio cerrados por el calor, que le provocaron algo que sólo cabía en una palabra: aprensión. O más bien, desasosiego.



Crónicas despiadadas

Para los amantes de la novela negra Highsmith es tan importante como Raymond Chandler, Dashiell Hammett, Chester Himes, James Ellroy, James Cain o Elmore Leonard. Sus libros hablan de hombres y mujeres en situaciones comunes que se tornan peligrosas y los obligan a defenderse con una moral egoísta, tramposa. Por eso, sus novelas y cuentos no divierten, ni alegran, ni siquiera entretienen porque encierran incomodidad, desesperación, anormalidad, soledad y amargura convertidas en crónicas despiadadas sobre la conducta humana.

Peligroso cinismo

Su nombre también es referencia de algunas películas de Michel Deville y Claude Autant-Lara, la citada Extraños en un tren de Hitchchcok, A pleno sol de René Clement, El amigo americano de Wim Wenders, El cuchillo de Claude Chabrol y otras basadas en sus novelas.

Ripley fue creado por Highsmith en 1955. Es su personaje más perverso, cruel, amoral, peligroso, cínico y dañino, un don nadie capaz de mentir, engañar y destruir para conseguir la buena vida a través de lo más tortuoso que alguien puede perpetrar: matar a otro y suplantarlo. Aparenta ser una persona culta que lee Shakespeare, toca Bach al piano, sabe comportarse en la mesa, resiste al vino y las comidas pesadas, se muere por provocar la más ligera aprobación entre los demás, especialmente los hombres apuestos y ricos, hacia quienes se dirige como un tiburón.



Arribista que mata

Este joven solitario fue creado por Highsmith como un reflejo de sus propias aprensiones y dudas, sin ser inmoral, ni sicótico, ni siquiera un enfermo mental porque sus acciones son racionales: “Lo considero un hombre tan civilizado que mata cuando tiene necesariamente que hacerlo. No tienen que admirarlo pero tampoco hay que censurarlo. Vive su vida, a su manera, no es un criminal, es un arribista obligado a matar”.

El sueño de Ripley

Ripley, inconforme con su vida, inicia el juego macabro de eliminar y suplantar al otro, duplicándolo, dejando un rastro que la policía es incapaz de seguir, engañando a la novia, los padres y los amigos de su víctima, imagen del sueño americano para un chico miserable.
Cuando el cerco se hace intolerable, Highsmith lo describe: “Odiaba tener que convertirse de nuevo en Thomas Ripley, un don nadie, odiaba volver a sus viejos hábitos, a experimentar otra vez la sensación de que la gente lo despreciaba y le encontraba aburrido a menos que hiciera algo especial para divertir a los demás, como un payaso, sintiéndose incompetente e incapaz de hacer algo que no fuese divertir a la gente durante unos minutos. Odiaba volver a su auténtica personalidad del mismo modo que hubiese odiado tener que ponerse un traje viejo, manchado y sin planchar, un traje que ni cuando era nuevo valía nada”.



Poder y felicidad

Cuarenta años después de la versión realizada por René Clement y Alain Delon, A pleno sol, regresan las fechorías de Ripley con la película del mismo realizador de El paciente inglés con cuatro jóvenes actores contratados antes de convertirse en estrellas: Matt Damon, Gwyeneth Paltrow, Cate Blanchet y Judd Law. Los fanáticos de Highsmith pueden alegrarse porque toda la maldad está intacta.
Muchos espectadores se preguntarán hasta dónde serían capaces de llegar para suplantar a otros para alcanzar el poder y la felicidad que la vida les ha negado. Si alguien cree que eso sólo ocurre en el cine, basta que recuerde la historia de Andrew Cunanan, famoso porque asesinó a su ídolo Gianni Versace. Durante los años anteriores, fue capaz de mentir e inventarse una vida de millonario en plantaciones filipinas. Como cualquier Thomas Ripley.




1 comentario:

  1. "Por eso, sus novelas y cuentos no divierten, ni alegran, ni siquiera entretienen porque encierran incomodidad, desesperación, anormalidad, soledad y amargura convertidas en crónicas despiadadas sobre la conducta humana."
    Me quedó la impresión de que este señor, aparte de haber visto algunas películas basadas en sus libros, nunca leyó a Patricia Highmith, y si lo hizo, le faltó sutileza para entenderla...

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