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jueves, 24 de junio de 2010

Silvia Tomasa Rivera / Del mito a la poesía



Silvia Tomasa Rivera
DEL MITO A LA POESÍA
EL DILUVIO

No les bastó ser los preferidos de Dios.
Los únicos que recibieron su apoyo
a la hora del desastre.
No les bastó talar un bosque entero
y construir la barca de la salvación; porque a decir verdad, nada le basta
al hombre.
Cuando al final han encontrado la luz
regresan al oscuro. Y es ahí donde pierden; donde son venadeados
por lámparas divinas en el pasillo estrecho de su vanidad.
Así eran ellos, los que estuvieron cerca
de nuestros litorales, a orillas de este mar, que un día se alzó sobre el horizonte de la noche sepultándolo todo.
Dejando un olor implacable de muerte transferida.
La grieta de humedad en la memoria de aquellos que los vieron alejarse
rumbo a un cielo nublado que prometía abrirse
como el mar en la tierra, tragándose de un sorbo
cualquier advenimiento de conciencia.
Fue una limpia de agua
pasada por el fuego y todo volvió a ser como la pureza del principio.
"En cada siglo la humanidad se muere" Atrás quedaron los cuerpos hundidos en el fango, atrás quedó la maldad multiplicada.
Al frente había un paisaje sin árboles quemados un ángel para cada hombre nuevo una mujer para cada hombre.
Pero había que vivir
sin la amenaza de la perfección, y ya estaban cansados
de los tiempos divinos.
Fueron ellos, los hombres nuevos que enturbiaron el cielo. Porque asaron sin permiso de Dios la carne podrida de los animales que murieron la noche del diluvio.
Es por eso que ahora
la estamos padeciendo
porque Dios ha perdido la confianza
y no quiere mirar hacia la tierra.
Ya no hace gente nueva, sólo nosotros quedamos como ejemplo.
Ustedes y yo.

Leyenda nahua del centro y sur de Veracruz donde se narra el castigo que recibieron los hombres por haberse comido los peces muertos del diluvio, que enterrados en la arena despedían un hedor que llegaba a los altos cielos y molestaba a los dioses.




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