Triunfo Arciniegas
LA VACA SUBVERSIVA
Lluís Bassets
25 de marzo de 2024
El terrorismo es un viejo conocido en la Lubianka, la sede del desaparecido KGB soviético, ahora el FSB, los servicios de seguridad rusos. Allí Vladímir Putin aprendió todo lo que le ha valido para llegar a la cumbre hace casi 25 años y disponerse a mantenerse en ella hasta 2030 como mínimo, tal como ha quedado corroborado en las recientes elecciones. El gran arte del chantaje, el kompromat (dosier comprometedor) y la autoinculpación, el veneno, la bomba y la pistola, la tortura, el gulag y la celda de castigo son la especialidad de la casa, practicada incluso en dosis masivas, inhumanas, en nombre del socialismo soviético hasta 1993 y de la Santa Rusia desde entonces.
Viene de muy lejos el terror al servicio del Estado. De los zares, de Lenin y especialmente de Stalin, uno de los mayores asesinos de masas de la historia, que Putin ha empezado a rehabilitar. Solo la interrumpió una breve pausa entre Gorbachov y el primer Yeltsin, cuando la élite del país decidió abandonar la violenta tradición soviética. Aquella efímera discontinuidad en las alturas no tuvo correspondencia en los cimientos policiales del poder, hasta el punto de que fueron los siloviki (los hombres fuertes en ruso) los que mantuvieron viva la llama, controlaron desde los sótanos al Estado y luego colocaron directamente en el trono del zar a uno de los suyos.
La ascensión de Putin a finales de 1999 se produjo en mitad de una campaña de atentados masivos en los que murieron más de 300 personas, al estilo del perpetrado este pasado viernes en el Crocus City Hall de Moscú. Entonces fueron atribuidos a los terroristas chechenos, y sirvieron para justificar la brutalidad de la intervención rusa en la segunda guerra de Chechenia. Catherine Belton, ex corresponsal del Financial Times en Moscú y biógrafa de Putin, se ha preguntado si “los hombres de la seguridad pudieron ser los que bombardearon a su propia gente en un intento de crear una crisis que asegurara su presidencia” (Los hombres de Putin. Cómo el KGB se apoderó de Rusia y se enfrentó a Occidente, Península).
No es una demanda insidiosa, puesto que muy poco se ha conocido de la autoría de aquella campaña terrorista de septiembre de 1999, hasta el punto de que quienes la investigaron murieron en extrañas circunstancias o fueron encarcelados, como ha sucedido tantas veces con numerosos asesinatos de periodistas, empresarios, exagentes secretos y disidentes. La inexplicable e inexplicada muerte de Alexéi Navalni en vísperas electorales es el último y políticamente relevante de todos estos casos. Si aquellos atentados condujeron a Putin en dirección al poder, en el actual de Moscú, por el contrario, queda en evidencia su incapacidad para proteger a la población y su debilidad como gobernante, justo cuando acaba de ser reelegido.
Nada ha fallado en la pauta de comportamiento del Kremlin. La primera reacción del entorno de Putin ha sido señalar directamente a Kiev. Por parte del presidente ruso en su discurso a propósito de los atentados, ni una palabra para el Estado Islámico que ha reivindicado la matanza, dos para sugerir la complicidad de Ucrania y otra más para introducir el nazismo de por medio, la misma etiqueta nefanda con la que ataca a Kiev y sus aliados. Esta Rusia putinista es una fábrica de teorías conspirativas, siguiendo una tradición que también viene de tiempos zaristas. Putin no iba a ser menos ahora y ahorrarse la invención de un vínculo entre el Estado Islámico y el régimen democrático de Kiev, o incluso la OTAN y Washington si se tercia, para intensificar los bombardeos sobre Ucrania como venganza.
Nicanor Parra
PADRE 𝐍𝐔𝐄𝐒𝐓𝐑𝐎
Padre nuestro que estás en el cielo
lleno de toda clase de problemas
con el ceño fruncido
como si fueras un hombre vulgar y corriente
no pienses más en nosotros
Comprendemos que sufres
porque no puedes arreglar las cosas.
Sabemos que el demonio no te ha dejado tranquilo
Desconstruyendo lo que tú construyes
Él se ríe de ti
pero nosotros lloramos contigo:
no te preocupes de sus risas diabólicas
Padre nuestro que estás donde estás
rodeado de ángeles desleales
sinceramente: no sufras más por nosotros
tienes que darte cuenta
de que los dioses no son infalibles
Y que nosotros perdonamos todo.
(Obra gruesa, Santiago de Chile, Universitaria, 1969)
Gustavo Petro |
24 de marzo de 2024
¿Delirio o cañazo? ¿Maniobra de distracción o cortina de humo? ¿Advertencia o amenaza? La propuesta de Petro de una Asamblea Constituyente generó una previsible avalancha de reacciones y una polémica sin fin a la vista.
No importa que la mayoría de las reacciones sean negativas. Arrevolverar al país político era lo que quería. Abrir otros frentes de discusión diferentes al de su desempeño en el gobierno. Radicalizar las bases petristas contra un Congreso “entregado” y un sistema “oligárquico” hostiles a sus reformas. Y promover al mismo tiempo cabildos abiertos en todo el país como vehículo de expresión de una democracia paralela, de sabor plebiscitario.
Petro puede ser arrogante, soberbio y testarudo pero bruto no es. La estrategia tiene la lógica de su eterno discurso contestatario —el Estado podrido, la economía quebrada, la salud agónica— tan reiterado que podría pensarse, como ya lo he dicho aquí, que es el jefe de la oposición pese a que lleva casi año y medio con la riendas del poder en la mano.
Quizás el reciente repunte en las encuestas lo haya envalentonado para soltar audacias como la de la Constituyente, aunque él sabe que no cuenta con mayorías en el Congreso ni el respaldo en la opinión (estable en cerca del 35 %) para avalar semejante aventura. Pero la promueve porque lo suyo es la polémica y la confrontación dialéctica.
Germán Vargas Lleras es partidario de cogerle el cañazo, aunque la mayoría de líderes políticos no creen que por ahí sea la cosa. Algunos calificaron la salida de Vargas incluso de “irresponsable” y De la Calle dijo que era una “fanfarronada”. Pero Petro logró la polémica deseada, y advirtió, eso sí, que su propuesta no es para cambiar la Constitución del 91, ni para “prolongarse en el poder”. Él no podría reelegirse, claro, y su obvio propósito es el de repetir el triunfo del Pacto Histórico en las presidenciales de 2026 porque durante su mandato los “poderes constituidos” no dejaron gobernar en favor del pueblo.
***
Se iniciará pues una nueva fase de agitación política aupada por el Gobierno con el caballito de batalla de una Asamblea Constituyente, que para muchos sería abrir una caja de Pandora que una vez destapada no se puede cerrar. Y que poco tiene ver con el proceso que hace treinta y tres años condujo a la Constitución del 91, en un país agobiado por el narcoterrorismo, el acoso guerrillero y el clientelismo político (peores que ahora, si cabe), que sintió que esa iniciativa era la posibilidad de reforma y cambio que no llegaría a través del Congreso.
Es así como, al impulso estudiantil de la "séptima papeleta", el 27 de mayo de 1990 se produjo una abrumadora votación a favor de la Constituyente y en un histórico acuerdo las principales fuerzas políticas del país pactaron las bases y temas de una gran reforma institucional. Hubo un revolcón hacia el futuro como lo definió el entonces presidente Gaviria, que abrió el sistema político y permitió, entre otras cosas, la elección de un presidente de izquierda, que ahora dice que se necesita otra Constituyente para realizar los cambios que el pueblo reclama y necesita.
Pero este camino hoy no es viable ni recomendable y mientras el presidente insiste en proclamarse como el vocero auténtico del constituyente primario, vale la pena preguntarse en qué van sus reformas. La laboral no está agendada, la pensional no ha comenzado a debatirse, de la educativa nada se sabe y la de la salud agoniza en el Congreso.
Mientras tanto la "paz total" anda a tropezones. Petro le recordó al Clan del Golfo, que se rebautizó ahora como "Ejército Gaitanista de Colombia", que "Gaitán era un revolucionario no un traqueto". Y al jefe de las disidencias Farc, Iván Mordisco, también le dijo "traqueto disfrazado de revolucionario". En ambos casos acierta, pero también surge la pregunta de cómo piensa implementar un proceso de negociación y/o sometimiento a la justicia con estos grupos traquetizados.
Si a este panorama se le suman la caída de la inversión, producción y confianza en el futuro, se entiende por qué el presidente suelta el globo distractor de la Asamblea Constituyente. O por qué le dedica una hora en televisión al tema ya resuelto de la primera línea del metro de Bogotá. Solo falta un cara a cara suyo con Mordisco y Mancuso sobre paz y guerra, que tendría gran sintonía.
P.S.: A María Corina Machado, hostigada sin cesar por el dictador venezolano, le tocó nombrar a la filósofa Corina Yuris como candidata sustituta. ¿Cuánto demorará Maduro en matonear y descalificar a esta nueva opositora?
SONETO
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
Hay libros que son hitos indelebles en la historia de la literatura y que, sin embargo, son aburridísimos (al menos para un sector mayoritario de los lectores). Qué paradoja. James Joyce, Marcel Proust, Samuel Beckett, Alain Robbe-Grillet, David Foster Wallace, Gertrude Stein, Roberto Bolaño, Thomas Pynchon, Juan José Saer, Virginia Woolf, Thomas Bernhard. Autores difíciles, con obras que suponen un esfuerzo similar a la subida a un ochomil y cuya lectura otorga un signo de distinción: solo son aptos para los más gafapastas.
Raúl Rodríguez
24 de marzo de 2024
Cristina Rodríguez (54 años) es una fuerza de la naturaleza. Es para frotarse los ojos. Sencillamente, no te lo puedes creer. Camina por la vida como si fuera flotando, llama la atención de todos los que comparten sala con ella. Pelazo rizado, traje de dos piezas estampado y unas deportivas con las que pisa fuerte. Muy fuerte. Cristina es brillo, expasión, efervescencia. Habla bajito en los momentos previos a la entrevista, pero proyecta su voz perfecta en cuanto la grabadora se pone roja, como sus labios.
EL PAÍS, 26 de marzo de 2024
Medio año ha tardado el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en reaccionar de la única forma decente a una guerra tan catastrófica como la que ha desencadenado Israel en respuesta a los sanguinarios ataques terroristas de Hamás del 7 de octubre. La resolución 2728 ayer aprobada exige el alto el fuego inmediato y duradero y lo vincula, aunque no lo condiciona, a la llegada de la ayuda humanitaria y a la liberación sin condiciones de los rehenes todavía en manos de Hamás y de la Yihad Islámica. Estados Unidos ha renunciado en esta ocasión a la utilización del derecho de veto, que ya había utilizado en tres ocasiones anteriores, y ha dado su luz verde a la resolución con su abstención, a pesar de las protestas e incluso amenazas del Gobierno de Benjamín Netanyahu.
Miguel Roán
23 de marzo de 2024
¿Cómo llegó Ismaíl Kadaré a ser publicado en el extranjero durante los tiempos de la dictadura de Enver Hoxha? Fue un poco por azar. Una editorial local se dedicaba a traducir a autores albaneses a las lenguas europeas más importantes, el francés entre ellas. El director de la revista Europe, Pierre Paraf, periodista francés y apasionado de la cultura albanesa desde los tiempos del rey Zog I, pasó por Tirana y se hizo con un ejemplar de El general del ejército muerto. Paraf quedó prendado del texto y preguntó al embajador albanés en París si se podía publicar en Francia. Kadaré (Gjirokastra, 88 años) recuerda: “El embajador albanés no dijo ni sí ni no, porque tenía miedo”. Paraf se tomó la licencia y le entregó la novela a la editorial Albin Michel, sin contrato y sin nada. Era 1970. El libro luego se convertiría en película en 1983, protagonizada por Marcello Mastroianni.
El Café de Flore, Les Deux Magots, La Closerie des Lilas, el Café de La Paix, Le Select, La Rotonde…El listado de cafés de París que han alcanzado el rango de míticos es, ya se sabe, interminable. Su celebridad es consecuencia de méritos propios, pero va ligada también a su clientela de artistas, intelectuales y exiliados famosos, que escribieron, debatieron, conspiraron y ligaron en sus mesas. Casi todo lo que hicieron esos personajes en los cafés de París ha quedado etiquetado bajo el etéreo concepto de la “vida bohemia”, aunque rascando –y sin rascar demasiado- también aparece –o puede aparecer- vinculado a la soledad, la miseria, la persecución, el desamparo o el extrañamiento. Se podrían escribir mil libros sobre los cafés de París, pero el caso es que ya se han escrito.
No obstante, el escritor albanés Ismaíl Kadaré (Gjirokastër, 1936), tantas veces candidato al Premio Nobel de Literatura –bromea, hasta cierto punto, sobre ello-, aporta ahora el suyo. Y su aportación se centra en “su” café, el café Rostand, en el que tanto escribió y tantas horas pasó durante sus muchos años de exilio parisino. Le Rostand está situado frente al Jardín de Luxemburgo, en el barrio del Odeón, en el sexto “arrondissement”.
Bueno, no deja de ser curiosa esa equiparación entre el café habitual, en el que uno pasa muchas horas y días, y la compañera de toda la vida. A muchos no se nos habría ocurrido y, caso de que se nos hubiera ocurrido, no sé si la habríamos dado por buena.
Kadaré escribe aquí con una cierta oralidad y muchos puntos suspensivos, mostrando el lento y sinuoso proceso de la construcción de sus ideas y sentimientos y de la reconstrucción de su memoria. Digamos que no pone a la vista de forma directa el resultado de sus cavilaciones, sino que va dando cuenta del itinerario de esas mismas cavilaciones. Su “yo” adquiere mucho rango, como dije, lo cual es lógico en un libro en buena medida de recuerdos. Pero Kadaré da ese salto consistente en citarse a sí mismo por su nombre, en tercera persona y bajo distintas denominaciones, con abundante preferencia por, aprovechando la primera letra de su apellido, parangonarse significativamente con (Josef) K., el protagonista de El proceso, de Franz Kafka. Esto, sin duda, viene justificado y relacionado con las muchas alusiones a la censura, los interrogatorios, las prohibiciones y, en fin, el trato sufrido a manos de los funcionarios comunistas de su país, por no hablar de los desconciertos que le procura su condición de exiliado y de, a los ojos de los demás, representante de la “chifladura balcánica”.
Lo cierto es que Kadaré no habla demasiado ni con demasiado detalle del café Rostand. Al menos, con ese tono mitómano, acorde con la mencionada etiqueta de “vida bohemia”, que algunos lectores podrían esperar. Kadaré, por el contrario, parece rehuir o despreciar ese registro tan transitado, según se deduce también de alguna broma sobre Ernest Hemingway y la extensa mitología sobre su estancia en París.
Ismaíl Kadaré (Gjirokastra, Albania, 1936) se despierta de la siesta con el verbo algo enredado. “Hoy tengo mal el francés”, advierte el eterno candidato al Nobel en su apartamento con vistas sobre los Jardines de Luxemburgo, cuya decoración no parece haber cambiado ni un ápice desde que se exilió en París a principios de los 90, huyendo de la Albania comunista. El escritor toma asiento en su sofá mientras escruta un ejemplar de su último libro, publicado por Alianza. La muñeca, dice leyendo el título en castellano, pero sin llegar a pronunciar la eñe. Le aclaramos el insondable misterio de la tilde. “Ah, no lo sabía”, se admira el escritor, mientras su esposa, la también escritora Helena Kadaré, acerca un par de cafés. La muñeca es un relato sobre su infancia, con el que el autor de El general del ejército muerto rinde homenaje a una madre exageradamente cándida, con la que el autor no siempre fue amable ni justo.
Cristian Segura
Kiev, 24 de marzo de 2024
Rusia ha desplegado su arsenal de largo alcance contra Ucrania en dos nuevos bombardeos la madrugada y la mañana de este domingo. En el primer ataque se han disparado 29 misiles y 28 drones bomba contra ocho provincias; en el segundo, cuatro horas más tarde, las provincias occidentales de Lviv e Ivano Frankivsk han vuelto a recibir la llegada de misiles del invasor. Los dos bombardeos sobre ciudades lejos del frente se producen un día después de que el líder ruso, Vladímir Putin, acusara sin pruebas a Ucrania de participar en el atentado yihadista del viernes en Moscú, asumido por el Estado Islámico (ISIS, en sus siglas en inglés).
Gustavo Petro |
A Petro hay que tomárselo en serio, y en esto la opinión pública comete un error cuando indica que Petro “sabe” que no podrá aprobar en el Congreso una ley de convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente. Por supuesto que lo sabe. Pero es que no es eso lo que está diciendo: no es lo que primero dijo en Cali y no es tampoco lo que aclaró en su entrevista en El Tiempo. Una lectura rápida del propio movimiento que lo respalda –el pastor Saade, Bolívar, algunos influencers especialmente fieles– también señalaba otro cauce. Lo que Petro está proponiendo es un proceso constituyente extraconstitucional.