domingo, 10 de noviembre de 2002

Per Olov Enquist / 'El modelo sueco es una mezcla de modernidad y pietismo'

Per Olov Enquist


PER OLOV ENQUIST 

'El modelo sueco es una mezcla de modernidad y pietismo'


Miguel Mora
10 de noviembre de 20l02

Hijo de un leñador, ex saltador de altura, dramaturgo y guionista de cine y televisión para, entre otros, su amigo Ingmar Bergman (Los creadores de imágenes, 1998) y su ex amigo Bille August (Pelle el Conquistador, 1987), Per Olov Enquist (Hjoggböle, Suecia, 1934) es uno de los escritores nórdicos más reputados, probablemente el mejor autor sueco de la actualidad.
Su novela de 1999, La visita del médico de cámara (que ganó en Francia el premio al mejor libro extranjero, se ha publicado ya en 18 países y acaba de ser editada en España por Destino), es una mezcla de sarcasmos y sutilezas que describe el maloliente mundo de la corte danesa de mediados del XVIII, una corte dirigida por un rey títere y esquizofrénico, Cristian VII, y sobre todo por su preceptor Guldberg, un reaccionario que sólo piensa en la pureza.





'Ingmar Bergman está más vivo y más despierto que nunca. No para de trabajar'

Enquist narra la fascinante revolución política y sexual que durante 18 meses realizó el médico de cámara alemán Struessen, que al mismo tiempo que se beneficiaba a la joven reina danesa imponía las luminosas ideas de la Ilustración francesa frente a la oscuridad del pietismo nacional.
Pregunta. ¿Por qué eligió ese episodio del siglo XVIII?
Respuesta. Porque ese episodio tan singular, ese extraño y momentáneo paraíso ilustrado, fue la primera vez que, en Europa, una secta religiosa extraña, el pietismo, se enfrentó a la Ilustración que estaba empezando a surgir en el continente. Aunque quizá lo elegí porque también yo me crié rodeado de sectas religiosas extrañas, y siempre me ha interesado mucho el pietismo de los Hermanos Moravos.
P. ¿Perteneció a ellos?
R. Bueno, nací en una aldea del norte de Suecia, de 150 habitantes, mi padre era leñador y mi madre maestra, hija de campesinos que pertenecían al típico movimiento radical pietista, la Fundación Evangélica Nacional (o algo así). Así que nací entre frases descomunales sobre la necesidad de esconderse en las heridas sangrantes de Jesucristo. Recomendaban mucho meterse en una herida lateral. Era más caliente, al parecer. A pesar de todo, no me considero un enfermo mental. Sobreviví, mal que bien, a esa rigurosa educación, y a las llanuras y los pantanos de esa zona.
P. ¿Escribiendo?
R. Sí, de hecho en esa misma aldea hay cinco socios de la Asociación de Escritores Profesionales de Suecia. Puede que sea porque muchos familiares se casaban entre ellos, lo que crea locos, y a veces loco y escritor coincide. Quién sabe. No había cine, ni teatro, ni alcohol, no podías leer novelas lascivas... Prácticamente estaba todo prohibido. En fin, todo menos la sangre y las heridas de Cristo. Y la ventaja de eso es que uno se preguntaba cosas muy importantes sobre la existencia de Dios y el sentido de la vida desde pequeño. Aunque no sabíamos nada del mundo exterior, de la Bolsa... Una educación francamente estúpida para un escritor.
P. La locura es uno de los temas de La visita del médico de cámara.
R. Sí, la corte danesa era un manicomio. Delirantes, alcohólicos, enfermos, paranoides... La realidad parecía un teatro. El rey Cristian VII se tenía que aprender de memoria sus frases, como si fuera un guión.
P. O sea que Hamlet era realismo puro.
R. Sí, hay mucho de eso en la novela. Todo es real. Todo el mundo sabía que los reyes daneses estaban locos. La reina, Carolina Matilde, fue a ver Hamlet en Inglaterra antes de casarse con Cristian. Tenía 13 años. Hizo el camino desde Londres a Dinamarca llorando.
P. Algo olía a podrido...
R. Con toda seguridad olía muy mal. Era un mundo cerrado, tapado como una burbuja de cristal, lo que explica que fuera posible conceder todo el poder al joven médico Struessen y que luego le hicieran fracasar.
P. La reacción contra la ilustración. ¿Quedan vestigios de eso todavía?
R. Los países escandinavos encarnan muy bien la lucha por las ideas ilustradas en los últimos siglos. Hasta llegar al modelo sueco han aparecido y desaparecido, sin olvidar que en el XIX Suecia fue el país más pobre de Europa: Estocolmo era una aldea de mierda. En el siglo XX esas ideas tuvieron un desarrollo explosivo, basado en movimientos populares como el sindicalismo obrero (poco radicales en el sentido cultural, más bien conservadores) y en la modernidad más radical: libertad, igualdad, razón, ética y feminismo. En eso hemos llegado lejos, muy lejos, pero no podemos olvidar que la modernidad sueca tiene un pie en el radicalismo y otro en el pietismo más conservador, una situación muy confusa, poco clara. Es difícil explicar a un extranjero cómo hemos llegado a convertirnos en un extraño Silicon Valley de la solidaridad. Pero el caso es que el Estado del bienestar sigue vivo, aunque los que quieren que se muera lo declaran cadáver de vez en cuando.
P. El que tiene una salud de hierro es el cine escandinavo.
R. Sí, sobre todo el danés, con Lars von Trier y los seguidores del dogma. Están llenos de ideas y de talento. Conocí a Von Trier en la Escuela de Cine de Copenhague y ya de joven era una verdadera mina de proyectos, no todos comprensibles a primera vista. Lo bueno que tienen los daneses es que no respetan el dinero. Con la mitad del dinero que gastan los suecos hacen películas el doble de buenas.
P. ¿Y cómo va su relación con su amigo Ingmar Bergman?
R. Muy bien. Él viene del ámbito de la iglesia oficial luterana y yo del movimiento independiente pietista más rebelde, pero nos llevamos bien. Hablamos mucho de nuestras respectivas educaciones religiosas. Ahora ha vuelto ya de su isla y no para de trabajar. Está adaptando para televisión una obra mía, que es, en esencia, la segunda parte de Escenas de un matrimonio. Los mismos actores, Liv Ullmann y Erland Josephson, pero ahora con 70 años. Cuando se retiró a hacer de pastor de ovejas, le dije que se iba a morir de aburrimiento. Y a los pocos meses me llamó y me dijo: 'Tienes razón, me aburro jodidamente aquí'. Volvió a Estocolmo y ahora está más vivo y más despierto que nunca.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 10 de noviembre de 2002
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