jueves, 6 de diciembre de 2007

Esther Tusquets / Me indigna lo mal que se enseña el castellano



Esther Tusquets

"Me indigna lo mal que se enseña el castellano"


AGUSTÍ FANCELLI 6 DIC 2007
"Sí, habíamos ganado la guerra, no es verdad que la hubiéramos perdido todos, como se nos ha querido hacer creer. Y éramos también catalanes, franquistas catalanes. Es la verdad. Y la verdad, a veces, no es revolucionaria".
Esther Tusquets, de 71 años, cita en el Café de la Ópera, frente al Liceo de Barcelona. El lugar parece obvio, visto que el libro que acaba de publicar, Habíamos ganado la guerra (Bruguera), lleva en la portada una fotografía de Pérez de Rozas de una soirée liceísta de los años cincuenta, el Salón de los Espejos resplandeciente con caballeros de etiqueta y damas escotadas con guantes por encima del codo. Un capítulo entero está dedicado a este teatro, una constante en la vida de Tusquets, que se confiesa más amante de las temporadas de ballet que de las operísticas. Por si todo ello no bastara, aduce otra razón para justificar el lugar del encuentro: "En Barcelona no quedan cafés. Sólo éste y el Bauma".

"El Liceo es el símbolo de una burguesía que había ganado la guerra y que hacía lo que le daba la gana, desde maltratar al servicio hasta conseguir todo tipo de prebendas". La memoria de Esther Tusquets abarca en este libro desde la primera infancia hasta los 18-20 años, cuando sufrió una crisis de misticismo justiciero que la llevó a militar en el falangismo más utópico e izquierdista. "Mis amigos se quedaron atónitos. Era un error, naturalmente, de haber habido otra guerra jamás esos falangistas se habrían puesto al lado de la izquierda. Tenía yo muy poca información política, era muy ingenua y este libro es un libro ingenuo. Todo es como lo viví".


Una toma de conciencia. De ahí a dirigir Lumen, editorial religiosa ultraconservadora que ella transformó en progresista a base de publicar a autores como Umberto Eco, media la vida de esta mujer fatigada. "Envejecer es horrible, una verdadera masacre, creo que eso lo decía Thomas Bernhard. Escribiendo te quedas más tranquilo". Escupe sapos Tusquets en su escritura, ludopatías, bulimias, errores, incertidumbres, odios, terrores, obsesiones, desamores. Un capítulo se titula Tocando fondo: quizá podría valer para su obra completa. Y sin embargo, la literatura se le cuela en cada página, mujer lectora mucho antes que escritora. Hay, por ejemplo, un retrato de Sant Pol de Mar a principios de los años cincuenta tremendamente proustiano, perfumado por el bienestar y el orden, como el Vilassar de Mar de Eduardo Mendoza enUna comedia ligera. "Todo estaba en su lugar en Sant Pol, las torres de veraneo, las casetas de baño, los toldos de cañizo, la zona de las sombrillas para los no habituales. Recuerdo cómo se vestían y maquillaban las mujeres para ir a la estación a recibir a sus maridos que llegaban de Barcelona los sábados".

No es fácil hacer literatura de la victoria, la épica siempre cae del lado de la derrota. Tusquets parece habérselo tirado todo a la espalda. "Cada vez me siento más contenta de ser catalana, por lo poco que nos entienden fuera. Pero no soy nacionalista. Y en Cataluña me indigna lo mal que se enseña el castellano en las escuelas. Éste es un país bilingüe. Pero ya le decía que soy muy ingenua. En realidad no soy experta en nada".
Uno diría que es experta en vivir. Y lo confirma cuando la última pregunta de la entrevista la pone ella al periodista: "¿Juega usted al póquer?". Hay que escabullirse rápido: aunque finja perderla, siempre acaba ganando la guerra




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